Las muñecas (1): ¿Una herramienta para fomentar los roles de género?
Está admitido que desde los albores de la historia las niñas juegan con muñecas, aunque es difícil concretar el momento en el que esto comenzó y, más aún, diferenciar entre un juguete y un objeto simbólico o mágico. En este sentido, la comunidad científica no se pone de acuerdo sobre si como tal se pueden encontrar las venus paleolíticas. Se ha definido a la muñeca como el juguete más antiguo de la humanidad y parece muy probable que, aceptado como recreación de una figura humana, participaran también en el juego otras personas de la comunidad, no sólo las niñas.
El hecho del juego no se puede desligar del aspecto didáctico, y precisamente demuestra su eficacia en las niñas que, desde muy pequeñas, aprenden los roles tradicionalmente asignados al mundo femenino. Las diferentes culturas han demostrado tener expreso interés en formar futuras madres, y las muñecas representadas como mujeres, niñas, niños y bebés lo hacen además por medio del divertimento. En este sentido son especialmente interesantes las primeras figuras egipcias ya identificadas inequívocamente como muñecas, las articuladas romanas, imposible no citar las victorianas, las matrioshkas o la legendaria Mariquita Pérez, sólo por citar algunas. Un poco alejada de la idea de los cuidados y la maternidad, durante el movimiento sufragista de Estados Unidos apareció la célebre Kewpie, una figura de bebé que creo Rose O’Neill en 1912 y que según contó la propia autora “corresponde a una especie de pequeña hada redonda cuya única idea es enseñar a la gente a ser alegre y amable al mismo tiempo”.
Ángeles Santos Torroella, una de las pintoras españolas más emblemáticas de todos los tiempos, cuando contaba diecisiete años, retrató perfectamente los roles sociales asignados en su obra Niños en el jardín. En unas escaleras se encuentran sentadas dos niñas y un niño, situados en diferentes niveles (planos). La primera de las niñas a la izquierda lleva un muñeco bebé en sus brazos y está totalmente abstraída en su misión de madre con una mirada baja y amorosa. La segunda de las niñas mira expectante y fija al niño sentado en el primer escalón, su cabeza está tan ladeada que da idea de una ensoñación casi bobalicona, mientras sostiene un abriguito del bebé para ayudar a su amiga en el cuidado. Ambas mantienen sus rodillas muy juntas y adoptan una postura cuidadosa, tal y como corresponde a niñas “bien educadas”. Mientras, el niño permanece totalmente ajeno al resto de la escena, se encuentra sentado al más puro estilo manspreading y mantiene la mirada frontal con el público, que sorprende por su seguridad pese a su corta edad.
Otro cuadro de la misma autora, nos muestra una imagen muy diferente sobre la misma idea, en la obra Nita (Anita y las muñecas), pintada apenas un año después. En ella la autora da un giro de 180 grados al concepto muñeca. Aquí aparecen dos en un espacio central efectivamente alejado a la niña, que no interactúa con ellas. Sin lugar a dudas la figura de la muñeca elevada mantiene una posición amenazante, acentuada por la sombra que la pintora ha situado sobre la cabeza de la niña. El cuadro respira un aspecto casi siniestro y amenazante, que contrapone al gesto dulce de Anita, que rebosa una mirada de amable inocencia.
El año 1929, en el que se data este cuadro, es una fecha crucial en la producción artística de Ángeles Santos Torroella, a quien corresponden dos de las obras más importantes de la historia del arte español de preguerra: La tertulia y Un mundo, por su calidad artística y simbólica ambas obras ocupan los dos espacios más destacado en la Sala 207. La nueva figuración. Entre clasicismo y sobrerrealidad, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Contrariamente a lo que pueda pensarse, la representación de niñas jugando con muñecas no es demasiado habitual en la producción de las mujeres artistas, aunque sí es más fácil encontrarlas como objetos artísticos o esculturas. Concretamente la artista alemana Hannah Hoch creó una serie de fantásticas muñecas como reivindicación, ya que a menudo se sentía ninguneada y discriminada por los hombres del colectivo dadaista, que la definían como la mujer que hacía los recados, lo que hizo que se interesara en la representación de las problemáticas femeninas.
Las extrañas muñecas de Hannah se alejan por completo del modelo formal. Retoma las de su infancia para incorporarlas en un nuevo discurso, ironiza con habilidad su descomposición y con ello consigue mostrarlas como denuncia del icono femenino. Hannah realizó varias series en diferentes disciplinas artísticas, como collages, pinturas, fotomontajes y de una manera muy especial sus muñecas articuladas que fueron expuestas por primera vez en la Feria internacional Dadá de1920 en Berlín, un evento que reunió a todos los principales exponentes del movimiento.
La muñeca como objeto artístico ha sido tratado de una forma radicalmente diferente por algunos artistas varones, como es el caso concreto del alemán Hans Bellmer, cuyo proyecto Die Puppe (La Muñeca) también se expone en el mismo museo... pero esa es otra historia.