Las historias de dolor, resiliencia y solidaridad que deja la explosión de Beirut
Los muertos ascienden ya a 135, hay otro centenar de desaparecidos, 5.000 heridos y 300.000 personas sin hogar
La explosión doble en el puerto de Beirut, el martes pasado, está dejando unos datos aterradores: ya son 135, al menos, los muertos, los heridos superan los 5.000, hay 300.000 personas sin casa, otro centenar de ciudadanos siguen desaparecidos y el montante de los daños oscila entre los 3.000 y los 5.000 millones de dólares. Un zarpazo brutal para un país, Líbano, cansado de guerras internas y regionales, con las costuras al límite por la crisis económica, el coronavirus o la asistencia a refugiados sirios.
Pero bajo los números están las historias. Las de los afectados, las de quienes sufren y también quienes ayudan y arriman el hombro, las historias fascinantes de entrega y de suerte, también de supervivencia entre el caos. Una de las más virales es la de Israa Seblani, la novia de 29 años, radiante, que posa para el video de su boda cuando se produce la deflagración. Por suerte, no resultó dañada, aunque pasó unas horas duras de shock e incertidumbre. Después de la explosión, ella y su esposo intentaron recomponerse y continuar con sus celebraciones.
Otra de las historias más impactantes es la de una señora que, en mitad de su piso destrozado, sigue tocando el piano, la belleza de la música por encima de los cristales rotos y el mobiliario irrecuperable. May Abboud Melki, de 79 años, interpreta Auld Lang Syne nada más acceder a su apartamento. Ni ella ni su esposo estaban en él cuando se vio afectado por la explosión, pero esa ha sido su casa durante 60 años. No se lo pensó, quería un momento de “paz”.
En el piso se ve a una trabajadora que cuida a la anciana, un colectivo numeroso en las clases pudientes de Beirut y que no siempre están en las mejores condiciones. Natalia Sancha, reportera de El País, ha explicado en Twitter que muchas de estas empleadas tuvieron que rescatar a sus ancianos en mitad del caos, salvando muchas vidas.
La BBC narraba la historia de George, un niño nacido una hora después del siniestro. Emmanuelle, su madre, se estaba preparando para parir en el hospital Sant George cuando la onda expansiva sacudió el edificio. Su esposo, Edmond, estaba grabando el momento y, de pronto, el paritorio se llenó de escombros. La embarazada quedó cubierta de cristales, en estado de shock y sin posibilidad de tener medicación. Su camilla fue trasladada fuera del complejo y, a la hora, llegó el pequeño al mundo. Vida entre la muerte.
También hay casos que parecen milagros: el de Amin Zahid, que 30 horas después de la explosión fue localizado vivo, flotando en el mar, o el de estos niños y su cuidadora, sepultados por los cristales de su casa mientras miraban el fuego.
Vida y muerte. Antes de la explosión, el silo con productos químicos del puerto se incendió. Los bomberos de Beirut acudieron a apagar las llamas y se vieron sorprendidos por la deflagración. No sobrevivieron. Trataban de impedir lo que acabó pasando. Hoy protagonizan muchos de los mensajes y plegarias de sus convecinos.
También sirviendo se vieron heridos trabajadores de la ONU. Naciones Unidas ha señalado este miércoles que alrededor de 120 miembros del organismo internacional resultaron heridos, y a esta cifra hay que sumar que 22 miembros del personal de la Fuerza Provisional de Naciones Unidas para Líbano (FINUL) resultaron heridos a causa de las explosiones, mientras que ha confirmado el fallecimiento de dos familiares de trabajadores de la ONU en Líbano.