Las claves para entender las elecciones presidenciales de Venezuela
Nicolás Maduro aspira a la reelección, con el grueso de la oposición pidiendo la abstención contra unos comicios que califican de "fraude".
Este domingo, tras casi 20 años de chavismo en el poder, Venezuela vuelve a las urnas para elegir presidente hasta 2025. El actual mandatario, Nicolás Maduro, opta a la reelección en un momento de debilidad, cuando el país afronta una crisis feroz, pero con las encuestas otorgándole una una victoria sencilla. Hay algún sondeo que se atreve a hablar hasta de un empate técnico con uno de sus oponentes, un exchavista llamado Henri Falcón, pero que entre los críticos se ve como un "paripé" para preparar el terreno.
Los opositores acuden a la cita divididos entre los que se han presentado para intentar echar a Maduro desde dentro del sistema y los que abogan por la abstención y califican de "farsa" la cita. En la calle, ahora las convocatorias contrarias a Maduro son menos numerosas y sangrientas respecto a las que impresionaron al mundo hace un año ahora, pero ahí siguen, los descontentos y los fieles, convocando casi cada día.
Estas son algunas claves para entender los comicios en un país castigado, desunido y orgulloso, una cita esencial para su política doméstica y para la de América Latina.
Qué se juega Maduro
Según explica Carlos Malamud, investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano, lo que el presidente Maduro está poniendo en juego, desde hace tiempo, "es su propia continuación en el poder, una especie de mantenida carrera hacia delante para ver hasta dónde puede llegar, sorteando un obstáculo tras otro y poniendo de relieve el empeño que tienen él y el entorno dirigente chavista en mantenerse en el poder. Eso es lo que se juega".
Estas elecciones, recuerda, se producen después de un intento frustrado por parte de la oposición de convocar un referéndum revocatorio, después de la derrota legislativa del chavismo en 2015 y también después de la convocatoria de la Asamblea Constituyente y de las formidables movilizaciones callejeras. Muchos acontecimientos, muy importantes, que han desgastado al poder. "Por eso ahora intentan dotar de legitimidad al régimen, con esta idea de que el chavismo, salvo excepciones muy puntuales y según el relato oficialista, siempre ha ganado las elecciones. Eso ha servido para, de alguna manera, ir relegitimando permanentemente al Gobierno con el aval que dan la elecciones, pero que luego se desvanece en el ejercicio del poder", lamenta.
Quién se presenta
Este 20 de mayo serán cuatro los candidatos esenciales que medirán sus fuerzas en Venezuela. El que parte con ventaja es el presidente Nicolás Maduro, candidato por el Frente Amplio de la Patria, que tiene el apoyo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el Partido Comunista de Venezuela (PCV), Patria Para Todos (PPT), la Unidad Popular Venezolana (UPV), Somos, ORA, entre otros. El sucesor de Hugo Chávez, fallecido en 2013, su vicepresidente durante años, ha sido fuertemente criticado por conducir a los habitantes del país sudamericano a la peor crisis de su historia contemporánea, pese a su riqueza petrolera. Venezuela arrastra, en su mandato, un centenar de sanciones de distintos países del mundo.
Su oponente más peligroso será Henri Falcón, de Avanzada Progresista (AP). Se trata de un chavista disidente que se encontraba bajo el paraguas de la llamada MUD (Mesa de Unidad Democrática) que aglutina a los principales opositores; esta coalición había llamado a la abstención pero Falcón se salió de la directriz y presentó su candidatura. Por eso nadie sabe muy bien dónde se posiciona, si con sus antiguos correligionarios o con los anti-Maduro. Abogado, dos veces gobernador del estado de Lara, "progresista" según su perfil de Twitter, no se le conoce una ideología clara ni propuestas concretas, pero puede a traer a los chavistas descontentos con Maduro. Opositores carismáticos como Leopoldo López y Henrique Capriles (del que fue asesor) lo denostan porque dicen que se "entiende" con el actual presidente y está "contaminado" por el oficialismo.
Como reconoce Malamud, "la figura de Falcón le resulta muy funcional al Gobierno, toda vez que le permite presentar esas elecciones como competitivas, que hay espacio para la disidencia", pero también es verdad que el candidato "intenta aprovechar un fuerte descontento social con el gobierno -cuando el apoyo que recibe Maduro es muy minoritario e incluso es superior el que tiene un muerto como Chávez- y construir una salida propia que intente incluir de alguna manera a la oposición, a algunos sectores".
El segundo aspirante mejor situado para hacer (algo) de sombra a Maduro es el pastor evangélico Javier Bertucci. "Vota abajo y al centro" es el lema de su formación, Esperanza por el Cambio. Lidera la iglesia cristiana Maranatha, que tiene miles de seguidores en Venezuela y con la que ha rescatado a numerosas personas con adicciones o en la indigencia, y se apoya en la red de pentecostales de todo el continente, de las que ha logrado importantes apoyos económicos. En medio de la apatía de muchos votantes que no creen en una elección limpia, es alguien que genera confianza, por lo que es la gran incógnita de estas elecciones. Falcón, que sabe que le hace mella, le ofreció ir de la mano, pero Bertucci lo rechazó.
El cuarto en discordia, muy lejos de esta terna, es el ingeniero Reinaldo Quijada, del partido Unidad Política Popular 89 (UPP89). Fue el primero en inscribirse para las elecciones. Dice de sí mismo que es "quien escucha al pueblo" y que su deseo es "derrotar a Maduro". Ideológicamente, se ha proclamado "defensor del proceso revolucionario", pero no de la gestión del actual presidente.
Como bonus track, hay un quinto aspirante en el que pocos reparan: se llama Luis Ratti, es empresario y se proclama independiente, aunque apoyó al chavismo hasta 2016. Los opositores sostienen que es un candidato "de relleno".
El ganador tiene como fecha formal de toma de posesión el 5 de enero del año que viene.
¿Son o no son elecciones?
Para el grueso de la oposición venezolana, estas elecciones son "fraudulentas" y, por eso, llaman a la abstención, aunque los sondeos apuntan a que la participación podría rondar el 67%. No participan, entre otros, los partidos Primero Justicia, el tradicional Acción Democrática, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo. Los rostros más conocidos entre los opositores, como Capriles y López, tampoco podrían participar, inhabilitado el primero, en arresto domiciliario el segundo. La MUD, que ganó en las legislativas de 2015, también está inhabilitada. La mitad de los posibles candidatos a la presidencia están, de hecho, inhabilitados. "El Gobierno ha ido eligiendo a la oposición (...), yo la llamo Oposición Vichy", resume a la BBC Delsa Solórzano, diputada y vicepresidenta del partido Un Nuevo Tiempo, haciendo referencia a los colaboracionistas franceses con los nazis, en la Segunda Guerra Mundial.
Los críticos con estas elecciones critican, entre otras cosas, que los comicios fueron convocados por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), un órgano extraordinario elegido en 2017 en una elección también cuestionada a nivel internacional, y que debe elaborar una nueva Carta Magna. También se quejan de que se ha cambiado de fecha: estaban programadas para el 22 de abril pero quedaron pospuestas al 20 de mayo, un aplazamiento se dio tras un acuerdo entre el gobierno y algunos partidos de la oposición que decidieron participar en los comicios, no la Mesa de la Unidad Democrática, y que hace que esta cita con las urnas se celebre con la consulta de los consejos legislativos estatales y municipales. Además, sostienen que el voto no va a ser secreto, pues para emitirlo habrá que llevar el carnet de la patria, "por el que te dan la bolsa de comida", que es como una tarjeta de racionamiento electrónica que, dicen, dejará huella de a quién se ha votado.
El Parlamento venezolano, de contundente mayoría opositora, también ha reiterado en un comunicado que las elecciones presidenciales de este domingo son un "simulacro" y por eso pide a los ciudadanos que no vayan a "convalidar el fraude". Es "un espurio acto con la única intención de aparentar legitimidad del régimen opresor, mientras el pueblo sufre la peor crisis en su historia", señala el texto.
Varios países han anunciado ya que no reconocerán las elecciones de Venezuela. A los 14 países del llamado Grupo de Lima (Argentina, Brasil, México, Colombia, Chile, Perú, Paraguay, Panamá, Honduras, Costa Rica, Guatemala, Canadá, Guyana y Santa Lucía) se han sumado Estados Unidos y la Unión Europea.
Carlos Malamud reconoce que "en líneas generales, sí es correcto hablar de elecciones, porque está claro que estamos ante un proceso electoral, pero viene muy condicionado por maniobras de distinto tipo, ejercidas desde el poder para garantizarse un resultado favorable". Así como en otro procesos la incertidumbre sobre quién va a ser el ganador es "omnipresente", en este caso "prácticamente no hay ninguna duda de que, con independencia de si la oposición se presenta o no se presenta, Maduro va a ganar la elección". Quizá la única duda, abunda, es si el hoy presidente va a lograr los 10 millones de votos que estima necesarios "para presentarse ante la sociedad venezolana y la comunidad internacional como una persona que goza del apoyo popular pleno" o si, "en un ejercicio de realismo" que entiende complicado, "intenta blanquear un poco el resultado, con un balance de 60%-40% con Falcón, o algo similar".
Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas en el Amherst College de Massachusetts (EEUU), ha escrito en el New York Times que entiende la postura de estos opositores, pero que no es acertada. "Es comprensible, pero resulta un desperdicio. Al no votar, la oposición desperdiciará la única oportunidad en años de poner fin a esta dictadura", sostiene. "(...) los venezolanos que esperan que la economía, las sanciones en contra del gobierno, las protestas civiles o un golpe militar restauren la democracia podrían estar esperanzados contra toda esperanza. La pregunta adecuada que hay que hacerse no es si votar es lo ideal, pues realmente no lo es. Deberíamos preguntarnos más bien si votar es mejor que no hacer nada", abunda. "Para mí, la respuesta es sí. Al no hacer nada, es decir, optar por la abstención, los venezolanos votarán por Maduro, ya que le darán una victoria fácil", concluye finalmente. Ese es el meollo del debate que hoy tiene la oposición venezolana: retar a Maduro en las urnas o no acudir para castigarle.
Hacer oposición en Venezuela, añade por su parte investigador de Elcano, "es un milagro y un esfuerzo titánico", porque "aquel que se distingue como opositor es perseguido, apresado, torturado, tiene que exiliarse, hay intentos de comprar por parte del gobierno, no tienen acceso a medios de comunicación...". Por eso entiende que haya división entre el grueso de contrarios a Maduro a la hora de abordar los comicios. "No voy a dar lecciones a nadie sobre qué es lo correcto o lo incorrecto en ese sentido, pero en algún momento es cierto que algún tipo de solución habrá que buscar y necesariamente pasa por la incorporación de unos y otros en la salida que se busque, de una u otra manera tendrán que estar todos presentes. Es complicado y más en un momento como este y más cuando el Gobierno venezolano insiste en el trágala para sus rivales y opositores", denuncia.
Sospechas de fraude
Las críticas opositoras también se centran en el sistema electoral, hace años celebrado por su eficiencia, y ahora en la diana por supuestas irregularidades. La antigua empresa a cargo del software electoral en la elección de la ANC en julio de 2017, Smartmartic, denunció entonces una manipulación de "al menos un millón de votos" y dejó luego de participar en procesos venezolanos.
Esa denuncia cambió la percepción internacional que se tenía del sistema. Pese a todas las críticas por tendencias autoritarias a los Gobiernos del fallecido Hugo Chávez, el ex presidente estadounidense y reconocido observador internacional Jimmy Carter aún había calificado en 2012 el proceso electoral venezolano como "el mejor del mundo" por sus mecanismos electrónicos de transparencia.
El Consejo Nacional Electoral ha garantizado la limpieza del recuento y destacan que en el país se hacen procesos "transparentes y cívicos", contra lo afirmado por parte de los opositores. Es más: denuncian que lo que existe es una "injerencia grosera" de otros países en su política interna. El fiscal general, Tarek William Saab (que sustituyó a Luisa Ortega, crítica con Maduro), ha llamado a votar pese a las "atroces presiones" para "deslegitimar" la convocatoria.
La losa de la crisis
Venezuela sufre la inflación más alta del mundo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó el pasado abril que la hiperinflación alcanzará un 13.000% este año, una de las cifras más altas de la historia moderna, y que el PIB nacional se contraerá en un 15% este año.
Debido a la falta de divisas y el desplome de los ingresos del petróleo, el país con las mayores reservas de crudo del mundo casi no puede importar alimentos ni otros bienes básicos. La empresa petrolera estatal, PDVESA, está de hecho en bancarrota.
Cientos de miles de venezolanos dejaron el país en los últimos meses en un éxodo rumbo a países vecinos. Especialmente complicada es la situación en la frontera con Colombia, hasta donde se desplazan ciudadanos en busca de lo más básico. Caracas sufre además una grave ola de criminalidad.
Maduro ha prometido en campaña "mantener en macha la gran revolución económica para vencer el asedio internacional", pero no ha concretado qué pasos daría en sus reformas.
¿Y el lunes 21?
Hay quien defiende que, pase lo que pase este domingo, será obligado abrir un proceso de debate, nuevamente, que lleve la estabilidad a Venezuela. Malamud sostiene que "para que una negociación de ese tipo se produzca -y es más que necesario que se dé, si queremos evitar una salida violenta y negativa para todos-, el primero que tiene que estar convenido de que va a participar lealmente en esas conversaciones es el propio gobierno". Hasta ahora las conversaciones en que ha participado, las impulsadas primero por Unasur y luego por el Gobierno dominicano, "lo que mostraban era un Maduro totalmente enrocado en sus posiciones, incapaz de adquirir ningún compromiso con la oposición. Con esas premisas es muy complicado que una mesa de negociación funcione. Muy probablemente los únicos que tienen la llave para llevar al Gobierno de Maduro a unas negociaciones serias y francas sean los cubanos, y me temo que de momento no quieren usarla".
Por eso teme que el lunes 21 de mayo poco va a cambiar, se vote lo que se vote. "Lo que sí que va a seguir cambiando es la crisis, el deterioro que sufre el país, que va a seguir aumentando. El éxodo de venezolanos al exterior va a proseguir, el aumento de la inflación va a continuar, los mecanismos de control por parte del gobierno, tanto a sus seguidores como a la oposición, se van a mantener...", enumera.
Hace suyas las palabras del periodista de la Folha de Sao PauloClovis Rossi, quien dice que en Vanezuela se han probado todas las soluciones imaginadas pero con ninguna se ha logrado llegar a algo concreto, así que lo único que queda es una solución inimaginada, "pero la inimaginada de momento nadie sabe en qué consistirá". "Las cosas más normales, como la solución electoral o la movilización social se han ensayado en Venezuela y todas han fracasado", concluye.