Las claves para entender la crisis de los submarinos que enfada a Francia y apunta a China
La alianza histórica entre EEUU Australia y Reino Unido en el Indo-Pacífico muestra la apuesta de Biden por contrarrestar a Pekín como sea, incluso chocando con aliados.
Estados Unidos, Australia y Reino Unido han firmado un insólito acuerdo militar con el que buscan, sin citarlo expresamente, contrarrestar el poderío creciente de China en la zona del Indo-Pacífico. Pekín está en la diana y, obviamente, ha acogido el pacto con el ceño fruncido, pero también ha enfadado a Francia, porque tenía negocios armamentísticos con Canberra que ahora han quedado anulados. Una crisis entre aliados que demuestra que la geopolítica no deja de dar giros.
El pacto, llamado Aukus por las iniciales en inglés de los tres países anglosajones, tiene como objetivo reforzar la cooperación en tecnologías avanzadas de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de larga distancia, ciberseguridad o misiles, además de proveer de submarinos de propulsión nuclear a la flota australiana, que hasta ahora sólo tenía submarinos convencionales. “Es un paso histórico (...), todos reconocemos el imperativo de asegurar la paz y la estabilidad en la zona”, dijo el presidente de EEUU, Joe Biden, en la presentación formal del pacto, en videoconferencia con sus homólogos Scott Morrison, de Australia, y Boris Johnson, de Reino Unido.
El anuncio se produce después de las polémicas acciones del gobierno chino en los mares de Asia Pacífico -donde ha construido desde instalaciones turísticas o de uso militar en terreno en disputa con otras naciones, que reclama como propio-; sus inversiones en países del Pacífico sur o el deterioro de la relación entre Pekín y Canberra, hasta hace poco aliados económicos.
¿Pero por qué es tan importante esta alianza? ¿Y por qué genera tanta polémica? Estas son las claves de la llamada crisis de los submarinos, una pugna diplomática y militar interoceánica que ni viene de ayer ni tiene pinta de acabar mañana.
En qué consiste el acuerdo
El Aukus es una alianza que potenciará el intercambio de información entre los tres países firmantes y mejorará los equipamientos de los australianos. Este último flanco es el más espinosos, porque se permitirá que Australia tenga submarinos de propulsión nuclear por primera vez.
Hasta ahora, EEUU sólo había compartido su tecnología para desarrollar submarinos con propulsión nuclear con un país, Reino Unido, y fue en 1958, según ha confirmado el Pentágono estos días a la prensa de EEUU. Este dato pone en perspectiva la importancia de abrirse a una cesión de este calado con otro país, de ahí que el pacto se catalogue, sin exageraciones, como “histórico”. La Marina Real Australiana podrá tener lo que pocos tienen.
No obstante, los tres líderes de los países unidos en el pacto enfatizan que Australia no dispondrá de armas nucleares, sino que esos submarinos estarán “convencionalmente armados”, pero “potenciados por reactores nucleares”. Una tecnología “probada y segura”, garantizó el presidente estadounidense Canberra dice que seguirá “cumpliendo todas las obligaciones de la no proliferación nuclear”.
Lo que se ha pactado es que una comisión de británicos y norteamericanos visitarán Australia para ver cómo avanzar en esa adquisición de las naves en los próximos 18 meses. Naves que tienen varias bondades: se sumergen muy rápido, pueden estar mucho tiempo bajo el agua (hasta cuatro meses sin subir a la superficie), no tienen que reabastecerse de energía en los 25 años de vida útil que se les calcula y son un arma con la que cuentan sólo seis países del mundo.
Fuentes oficiales estadounidenses reconocieron a la CNN que entregar a Australia una tecnología tan valiosa era un verdadero hito. “Esta tecnología es extremadamente sensible. Esta es, francamente, una excepción a nuestras políticas en muchos sentidos”. Da la medida de lo que preocupa en Washington la ascensión de China.
Por qué creen que era necesario
“Se trata de invertir en nuestra mayor fortaleza, nuestras alianzas, y actualizarlas para que enfrenten los desafíos de hoy y de mañana”, justifica Biden. “Tenemos que ser capaces de abordar el actual entorno estratégico de la región y su evolución, porque el futuro de cada una de nuestras naciones y, de hecho, del mundo, depende de que el Indo-Pacífico sea libre y abierto”, añadió, en una velada referencia a Pekín, que a su vez acusa a EEUU de militarizar la zona.
Aunque no aparezca expresamente su adversario en sus palabras, este paso se enmarca en su política de control de riesgos respecto a China, una de las principales preocupaciones en política internacional de Washington. Desde la llegada de Biden a la Casa Blanca, se ha apostado por mantener y reforzar la posición dura que encabezó su predecesor, Donald Trump, que va más allá de la guerra comercial y se ha trasladado, ya sin medias tintas, a lo estratégico y defensivo. Y con este nuevo pacto quiere implicar más en esa misión a sus aliados. Cosa de todos.
“Es una reacción al terreno que China ha ganado en los últimos años. Sería complicado pensar en algo similar hace unos cinco años. No sólo tiene que ver con una mayor agresividad de EEUU sino, obviamente, con los pasos que China ha dado y que han preocupado a Occidente”, señala el investigador José Manuel Galindo. “La agresividad china de los últimos años ha continuado aumentando recientemente, más aún con la pandemia. Y con Australia se ha visto clara. Durante el último año, los dos países han estado inmersos en una guerra comercial que ha llevado a la imposición mutua de aranceles. El origen de este grave deterioro en las relaciones diplomáticas fue la reclamación del primer ministro australiano de una investigación independiente sobre los orígenes del virus, del origen de la pandemia de coronavirus”, explica.
Lo curioso es que, hasta ese momento, las relaciones entre Pekín y Canberra no fueron malas, sino que hubo intereses comerciales comunes, como la explotación de minas australianas o la venta a millones de ciudadanos chinos, respectivamente. Las sospechas sobre la Covid-19 lo cambiaron todo. “Ha impuesto aranceles a las exportaciones australianas, de las que la economía australiana es muy dependiente, y también ha reducido su inversión en el país y ha suspendido los foros económicos mutuos”, enumera. Recientemente, apunta, China ha anunciado la suspensión de “todo diálogo económico” con Australia, mientras que Australia 2ha roto varios contratos a iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda”.
¿Era de esperar, entonces, un blindaje así? “Sí, aunque este es especialmente robusto”, concluye Galindo. Se había producido, dice un “deterioro de relaciones” que tenía que concluir “en un escudo, antes que en una agresión”, y el gesto que supone el Aukus “es clarísimo”. De ahí, recuerda, que la prensa local y los mandatarios australianos hayan vendido este pacto como “la victoria en una guerra mundial”. “Era necesario reforzar la disuasión”. Lo importante era que la balanza “no se inclinase más a favor de China” en el lado australiano, más allá de otras tensiones regionales que mantiene con Taiwán, Japón, India o Filipinas.
China ha sido acusada en los últimos años de aumentar la presión en torno a territorios en disputa en el Indo-Pacífico: reclama como propia casi la totalidad del mar de China Meridional y ha construido en la zona infraestructuras complejas, desde ciudades a pistas aéreas o instalaciones turísticas y de uso militar, en islas artificiales. Pese a ello, se trata de aguas que también son reclamadas por países como Filipinas, Vietnam, Taiwán, Malasia y Brunéi, lo que ha creado una disputa sobre numerosas islas, arrecifes y sus respectivas aguas colindantes que lleva décadas sin resolverse. Cada día cobra más calado por la extensión del problema y lo delicado de la ubicación de estos enclaves.
“El Indo-Pacífico es clave para la economía del planeta, la libertad de navegación es esencial en una zona estratégica por la que circula el 30% del comercio mundial”, concluye, además, el analista. La región indopacífica alberga las dos naciones más pobladas del mundo: China e India, y sumando a otros países como Indonesia, acoge a más de la mitad de la población mundial. Representa cerca de la mitad de la producción económica del planeta, albergando la segunda y la tercera economía mundial (esto es, China y Japón), además de India, que crece rápidamente, y Corea del Sur, que continúa en el top ten de las economías más grandes del mundo.
La compra de los nuevos submarinos de propulsión nuclear hace que ya no sea necesaria la compra de los convencionales que Australia había pactado en 2016 con Francia. Así que Canberra ha dado por roto ese acuerdo comercial, perdiendo 2.400 millones de dólares australianos (1.487 millones de euros, al cambio). En su momento lo llamaron “el acuerdo del siglo”, pero ha quedado en nada.
Francia se impuso frente a las ofertas de Alemania y Japón, con un acuerdo que establecía que Naval Group, -una empresa estatal especializada en la construcción de barcos militares que tiene sus orígenes en el cardenal Richelieu, debía entregar 12 submarinos a lo largo de 50 años. Ahora, sostiene París que el pacto se ha alcanzado a sus espaldas, que nadie les avisó de que se iba a romper el contrato y que estamos ante un gesto de deslealtad por parte de países hasta ahora amigos y aliados.
La fabricación de estos submarinos galos ya traía polémica a sus espaldas, también. Australia se había quejado numerosas veces de retrasos y sobrecostes, aunque eso es el día a día en la compra y venta de material militar a lo largo del mundo entero. Tampoco han gastado mucha saliva, ahora, en justificar su paso: las necesidades han cambiado y la clave ahora está en fortalecer las defensas militares frente a una China en ascenso.
“Creo que tenían todas las razones para saber que nos preocupaba profundamente que la capacidad que ofrecía el submarino de clase Attack no iba a satisfacer nuestros intereses estratégicos y dejamos muy claro que tomaríamos una decisión basada en nuestros intereses nacionales estratégicos”, declaró el pasado domingo el primer ministro australiano, Scott Morrison, al ser preguntado en una rueda de prensa.
Naval Group ha expresado en un comunicado su “decepción” por la decisión al considerar que ofrecía a Australia “un submarino convencional superior a nivel regional”, además de “capacidad submarina soberana con compromisos inigualables en términos de transferencia de tecnología, puestos de trabajo y contenido local”.
Y por encima de eso, el choque diplomático. Francia ha decidido llamar a consultas a sus embajadores en Washington y Canberra tras conocer el movimiento, que ha calificado como una “puñalada en la espalda” entre los aliados. Ha anulado eventos con mandatarios de Defensa de ambos países y el presidente galo, Emmanuel Macron, ha tenido que esperar más de una semana para recibir una prometida llamada de Biden para hablar del asunto. Al final llegó el miércoles y en ella acordaron el inicio de un proceso de “consultas en profundidad” para restablecer la confianza mutua, que deberá consolidarse con un encuentro de ambos el mes que viene. El norteamericano acabó reconociendo el error de no haber informado a tiempo a París, asumió horas más tarde su portavoz.
“Descubrimos a través de la prensa que la persona más importante de este Gobierno australiano nos ocultó intencionalmente (la suspensión del contrato) hasta el último minuto. Hemos sido engañados. Esa no es una actitud propia de Australia hacia Francia. A lo mejor no somos amigos”, ha llegado a decir el embajador francés en Australia, Jean-Pierre Thebault.
Es una cuestión de dinero y de confianza. El ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, echa más leña al fuego y denuncia que el pacto alternativo tripartito se ha sellado con “doblez, desprecio y mentira”, porque se negoció en secreto y a Macron se lo contaron una hora antes del evento a tres con sede en Washington. El titular de Finanzas australiano, Simon Birmingham, empezó diciendo que su país había informado a París del acuerdo con EEUU y Reino Unido... pero ha acabado admitiendo que, efectivamente, las negociaciones habían sido secretas dadas las “enormes sensibilidades” de la materia.
El titular de Exteriores francés no ha dudado en señalar al propio Biden en su descarga contra el pacto Aukus, sentenciando que “esta decisión unilateral, brutal e imprevisible se parece mucho a lo que hacía Trump” el anterior presidente norteamericano. París se ha tomado el Aukus como un insulto y un acto de ninguneo, en algo tan importante como la Defensa y en una zona que, por lejos que esté geográficamente, está también entre los interese patrios, ya que aún tiene influencia en el Índico y el Pacífico, gracias a territorios como Nueva Caledonia y la Polinesia.
Ahora está por ver si el enfado llega al Consejo de Seguridad de la ONU, donde Francia es miembro permanente, al igual que Reino Unido y EEUU, porque se pueden complicar consensos hasta ahora asegurados entre socios históricos, si va a más. De momento, la Unión Europea ya ha salido en respaldo de Francia, dice Bruselas que ha recibido un trato “inaceptable” y el caso requiere un profundo análisis, en palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Queremos saber qué sucedió y por qué”, dijo Von der Leyen, en referencia a la cancelación del contrato, del que la CE tampoco tenía noticia.
“No es un asunto bilateral francés, sino que afecta al conjunto de la Unión”, añadió Josep Borrell, Alto Representante de la política exterior europea, quien reconoció que esta crisis “puede afectar a nuestra relación con Estados Unidos y Australia”, aunque no quiso precisar de qué modo.
La respuesta de China
Y, al fin, está China, a quien todo apunta y nadie nombra. Tras conocer el contenido del acuerdo, ha acusado a los tres países firmantes de “socavar la estabilidad y la paz regional”. “Este tipo de cooperación socava gravemente la paz y la estabilidad regionales, así como los esfuerzos internacionales por la no proliferación nuclear”, afirmó el portavoz del Ministerio de Exteriores Zhao Lijian.
“El pacto muestra igualmente cómo estos países utilizan las exportaciones nucleares como herramienta geopolítica. Es extremadamente irresponsable. Deberían abandonar su mentalidad de guerra fría y hacer más para contribuir a la paz y la estabilidad. De lo contrario, acabarán haciéndose daño a sí mismos”, aseguró.
También ha generado malestar en otros países del entorno: Crea del Norte acusa al trío, pero principalmente a Washington, de “alterar el equilibro estratégico en la región de Asia-Pacífico” y desencadenar una carrera de armamento nuclear con un pacto al que tildó de “extremadamente indeseable y peligroso”.
Por su parte, Malasia e Indonesia se lamentan de que el acuerdo provocará que otras potencias actúen de manera más agresiva en la región, especialmente en el conflictivo mar de China Meridional.
Nadie espera una crisis de hoy para mañana, pero unos y otros están ya poniendo los cimientos de las nuevas relaciones de poder en la zona para las próximas décadas, y lo que queda claro es que no prima la diplomacia.