Las claves del intento de reconciliación entre Hamás y Al Fatah
Las peleas fratricidas han lastrado la lucha palestina en la última década larga. Ahora, al fin, la unidad se atisba en el horizonte y, con ella, un nuevo escenario para la paz.
Al Fatah -el partido del líder histórico palestino, Yaser Arafat, y del actual presidente, Mahmud Abbas- y Hamás -el Movimiento de Resistencia Islámico al mando en Gaza-, conforman los dos grandes bloques en litigio entre las facciones palestinas, enemistados como quedaron después que los islamistas ganasen las elecciones legislativas de 2006 y, al año siguiente, se hicieran con el poder en la Franja. Desde entonces, sumada a la ocupación israelí de base, la desconexión entre políticos y regiones de un mismo pueblo ha sido casi total: Cisjordania, Gaza, el este de Jerusalén, dos Gobiernos paralelos... Pero parece que el tiempo de la reconciliación ha llegado y que la lucha cainita puede estar a punto de acabar.
El pasado 17 de septiembre y tras unas intensas negociaciones en El Cairo, Hamás mostró su voluntad de disolver el comité administrativo que creó hace un año para gestionar Gaza y que su rival, Fatah, denuncia y rechaza como un gobierno en la sombra. Con ese paso y con la reunión que este lunes presidirá en el enclave costero palestino el primer ministro, Rami Hamdala, para asumir la gestión formal de este territorio, debe quedar oficialmente abierto el camino del reencuentro, tres años después del último intento fallido de confluencia.
Pero ¿por qué están peleados unos con otros? ¿Quiénes son los pesos pesados en la pugna? ¿Qué puede aportar la nueva distensión? Estas son las claves de un acuerdo en ciernes.
LOS ACTORES PRINCIPALES: FATAH Y HAMÁS
Al Fatah ha sido durante décadas "El Partido" palestino, por haber sido creado por el rais, Arafat. Nació como organización político-militar a finales de los años 50 del pasado siglo y ha sido el pilar, la fuerza más organizada y amplia, dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Con la llegada del proceso de paz iniciado en 1991 en Madrid, abandonó por completo la vía armada y se hizo cargo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que nació de los Acuerdos de Oslo. Su bandera amarilla ondeaba con orgullo, pero su poder ha menguado con un nuevo presidente, Abbas, que no tiene el carisma ni el empuje de su predecesor y que, además, se enfrente a décadas de cansancio por el demoledor status quo, el anquilosamiento -de diarias consecuencias- de la ocupación. No sólo a eso: también a divisiones internas, denuncias de abusos y trato de favor, de corrupción o de falta de eficacia. Sólo un hombre sigue haciendo soñar a sus seguidores: es Marwan Barghouti, se le llama el Mandela palestino y está en prisión con cinco cadenas perpetuas por asesinato. Es el líder más influyente entre su pueblo.
Hamás tiene una historia mucho más reciente, iniciada en 1987 como rama de los Hermanos Musulmanes egipcios. La lucha por dos vías: la militar, con las Brigadas al Qassam, y la política, muy social, centrada en dar asistencia allá donde la ANP no llegaba, que eran muchos rincones. El hastío respecto a Fatah -lo de siempre, los de siempre- y las precarias condiciones de vida hicieron que muchos palestinos optasen por votarlos, con la nariz tapada: ¿sería mejor un islamista que un nacionalista? ¿Si nos ayudan en educación, sanidad o alimentos, podrán hacer un gobierno mejor? Así ganó Hamás en Gaza en 2006. La ANP no quiso asumir esa victoria y, al año siguiente, el Movimiento de Resistencia Islámico se hizo con el control por las bravas, tras un cruento año de lucha intestina. Ha gobernado estos años con apoyos exteriores (Irán, Qatar, a veces Egipto) y no más relación con "los otros" que la esencial. Unos en Gaza, otros en Cisjordania. El derrocamiento del hermano musulmán Mohamed Mursi en El Cairo y las sucesivas ofensivas de Israel (2009, 2012, 2014...) les han dejado tocados de gente, de armas y de dinero.
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QUÉ HAN ANUNCIADO LOS ISLAMISTAS
Hamás emitió el 17 de septiembre un comunicado de cuatro puntos en el que anuncia algo muy anhelado en Ramala: la disolución del comité administrativo, su Gobierno de facto en la Franja de Gaza. A la vez, invita al Gobierno palestino del primer ministro Hamdala, a asumir la gestión del territorio costero, lo que implica el desmantelamiento del sistema de poder de los islamistas en la zona.
Otro de los puntos clave del anuncio fue la aceptación de unas elecciones generales en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. Las últimas legislativas son las que se celebraron en 2006 y fueron ellos, los de Hamás, los que vencieron sin duda, algo certificado por observadores internacionales.
En el verano de 2014, justo antes de la última gran ofensiva de Israel que dejó más de 2.300 muertos, se anunció también un Gobierno de unidad y entre las condiciones estaban la convocatoria de elecciones en un plazo de seis meses, pero no sólo legislativas, sino también presidenciales -el mandato de Abbas expiró en 2009-. También se prometía una reconstrucción de las Fuerzas de Seguridad, incluyendo el fin de las milicias armadas de Gaza, y la reunificación administrativa de los territorios.
Abbas insistió entonces en que Hamás debía asumir todos los "compromisos políticos" de la ANP, lo que incluye un reconocimiento explícito del vecino y adversario Israel y un compromiso con la no violencia. Ahora se espera que el acercamiento vuelva a incluir estos alcances, aunque la guerra y el enfriamiento posterior de las negociaciones impidieron que los islamistas se pronunciasen sobre si efectivamente van a ceder con las exigencias de Fatah.
CÓMO FUE LA RUPTURA
Como recuerda la Agencia EFE, en 2005 Hamás no concurrió en las elecciones presidenciales convocadas en los territorios palestinos, en las que Abbas fue elegido presidente de la ANP por primera vez -Arafat había muerto en un hospital de París, aún no se sabe exactamente de qué, en noviembre de 2004-. No obstante, en mayo y junio sí que participó en las primeras elecciones municipales en los territorios palestinos y logra una abrumadora mayoría en los consejos municipales de Cisjordania y Gaza. Por primera vez aparece organizado como partido y, ante el descuido de los gobernantes de entonces y de hoy, logra un importante apoyo popular, apuntalado en los años siguientes.
Así llegamos a enero de 2006, cuando Hamás participa por primera vez en las elecciones legislativas o parlamentarias de los tres territorios palestinos y consigue la mayoría: 44% de los votos y 74 escaños en el Consejo Legislativo Palestino. Fatah logra 46. La enemistad ya llegó del golpe en las urnas. Dos meses más tarde, el líder de Hamás, Ismail Haniyeh, juró su cargo como primer ministro palestino.
Si a Fatah le molestaba la derrota por cuanto supone una pérdida importante de la base popular, a la comunidad internacional le chirriaba porque entendía que Hamás era una "organización terrorista", etiqueta aplicada tanto por Israel como por la Unión Europea y Estados Unidos. Acababan de pasar los años de la Segunda Intifada (2000-2005), en los que los atentados suicidas dirigidos por Hamás y otros grupos como la Yihad Islámica y o las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa minaron notablemente la imagen de los palestinos.
Abbas y Fatah, frente a ellos, eran la voz reconocida, pacífica, el interlocutor válido. Por eso, ante la victoria clara de Hamás, los de casa y los de fuera le exigieran un triple compromiso insoslayable: condenar la violencia, reconocer a Israel y aceptar los acuerdos de paz firmados hasta entonces. Hamás no lo hizo ni lo ha hecho hasta el momento. Su respuesta fue, en mayo de 2006, crear su primera fuerza policial para proteger su ejecutivo, lo que desde el minuto uno ha sido uno de los principales motivos de choque con Ramala.
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EL BUCLE DE ENFRENTAMIENTO Y DIÁLOGO
2007 es en esta pelea. Hamás y Al Fatah llegan a firman a principios de año en La Meca (Arabia Saudí) un pacto para crear un gobierno de reconciliación nacional, con el objetivo de poner fin a los enfrentamientos. En marzo forman ese gabinete ansiado de unidad nacional, pero tres meses dura: es disuelto y Hamás se queda con el mando en Gaza y Al Fatah se mantiene en Cisjordania.
Con el gobierno gazatí en manos de un grupo armado, Israel impone un bloqueo sobre la Franja que este verano ha cumplido 10 años. Territorio arrinconado contra el mar por tierra, con Tel Aviv decidiendo quién entra y quién sale, control marítimo a tres millas y permanente revisión por aire. Una jaula al aire libre, como la ha denominado la ONU. Egipto se sumó al bloqueo, cerrando el paso sur de Rafah, abierto en contadas ocasiones durante esta década. Un castigo colectivo que se ha traducido en escasez de agua, luz, servicios médicos, materiales de obra, alimentos asequibles para una población empobrecida y paro.
La situación durante dos años fue de desencuentro total, dos gobiernos y dos territorios de espaldas. Los controles férreos de Israel impedían a la gente de Gaza salir y entrar en la franja, salvo con contados permisos por motivos de salud, trabajo o estudios, con lo que familias enteras se partieron y llevan años sin contacto físico. Los lazos, pese al sentimiento de pertenencia de los palestinos, se resintieron. Años también de los primeros desengaños: Fatah podría ser corrupto y nepotista, pero Hamás, al mando de Gaza, mostró su cara más radical.
En marzo de 2009, el entonces primer ministro palestino, Salam Fayad, dimitió para allanar el terreno a un gobierno de reconciliación, que era una de las reclamaciones de Hamás, pero su gesto lo sirvió de nada. Un año después Nabil Shaath se atrevió a ser el primer dirigente de Al Fatah en reunirse en Gaza con un líder de Hamás, Haniye, en un nuevo esfuerzo de reconciliación.
Los frutos de esa mano tendida por vez primera se vieron en mayo de 2011, cuando el entonces jefe político de Hamás, Haled Meshal y el presidente palestino Mahmud Abbas firmaron en El Cairo un acuerdo de reconciliación para formar un gobierno de unidad en seis meses y convocar elecciones generales. Siempre se ha tomado este pacto como el de referencia en futuras negociaciones, porque aportaba un marco que a los dos convenía y convencía, pero lo cierto es que aquello no sirvió de nada, nuevamente: ambas partes fracasaron al implementar el pacto por graves diferencias sobre el control de la seguridad de Gaza.
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Otro intento, otro acuerdo, se produjo en febrero de 2012; esta vez se firmó en Doha, la capital de Qatar. Establecía otro Gobierno de unidad nacional de tecnócratas independientes. Pero no cuaja, tampoco, y en octubre se celebran elecciones locales en Cisjordania por primera vez desde 2006. Sólo en Cisjordania. En Gaza, Hamás las boicoteó.
Nuevo salto de dos años hasta que en 2014 se firma otro acuerdo de reconciliación. Y van tres. Esta vez se rubrica en Shati, Gaza, y también incluye para crear un gabinete de consenso de tecnócratas que gobierne Gaza y Cisjordania, los dos territorios bajo dominio palestino (Jerusalén Este sigue estando ocupada y administrada por Israel). "Hoy declaramos el fin de la división que ha causado un daño catastrófico a nuestra causa", dijo entonces el presidente palestino.
"Abbas ha elegido el terror por encima de la paz", fue la réplica entonces del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que dio por "roto" el proceso de paz si Hamás gobierna con Fatah. Pese a que facciones como el FPLP (Frente Popular para la Liberación de Palestina) y el FDLP (Frente Democrático para la Liberación de Palestina) no las tenían todas consigo, ese anuncio sí generó importantes ilusiones entre la ciudadanía, que salió a la calle festejando el acercamiento, tanto en Gaza como en Cisjordania.
Se hizo la lista de nuevos ministros, pero el Gobierno nunca funcionó como tal. Aún estaban viendo cómo hacer las reuniones del gabinete y cómo lograr que los ministros viajasen entre un territorio y otro -separados físicamente por una hora de viaje, en suelo israelí- cuando el lanzamiento de cohetes por parte de milicias palestinas contra Israel tuvo la demoledora respuesta de la Operación Margen Protector. La guerra, con su calendario estratégico, lo volvió a dejar todo sin hacer.
¿Habría podido ser, de veras, en aquella ocasión? Quizá sí, quizá no, porque quedaba mucha tela por cortar, como se ha visto en los tres últimos años, con las principales disputas (seguridad, sobre todo) sin resolverse y con peleas por el pago de servicios públicos, sobre todo del salario de 42.000 funcionarios sobre 1,8 millones de habitantes, la suma de los de la ANP y los de los islamistas.
En marzo de 2016 Hamás, enfurecido con Hamdala, lo acusa formalmente de de dar la espalda a Gaza y crea un comité administrativo temporal para los asuntos del enclave. Fue el mayor enfado en años recientes con Fatah y por eso ahora su disolución ha sido el primer paso que se ha negociado en las reuniones mantenidas en El Cairo. Sin eso, no hay salida.
El impulso final al deshielo se ha dado desde primavera, cuando Hamás renovó su liderazgo, con Ismail Haniye como jefe político y Yehya al Sinwar como dirigente principal en Gaza. Después, los islamistas anunciaron que aceptarán el establecimiento de un Estado palestino independiente sobre las fronteras de 1967 con Jerusalén Este como capital. Es un hecho insólito: hasta ese momento, siempre habían reclamado "toda" la Palestina previa a la declaración de independencia de Israel en 1948. Ergo esto se entiende como un reconocimiento implícito del vecino.
Aún así, en abril Abbas amenaza con implementar "medidas excepcionales" contra Hamás si no cede el control de Gaza, como recortar un 30% los salarios de los funcionarios, suspender el pago de servicios médicos y la compra de combustible, agravándose la crisis energética y económica de la Franja, que ha pasado de tener de 8 a 12 horas diarias de suministro eléctrico a no más de tres o cuatro.
En junio, una delegación de Hamás y el que fuera hombre fuerte de Al Fatah en Gaza y ahora principal rival político de Abbas, Mohamed Dahlan, suscriben en El Cairo una serie de pactos para aliviar la situación de Gaza. Ya este septiembre, Haniya y Sinwar encabezan una delegación a El Cairo que busca con ayuda egipcia vías para conseguir la reconciliación. De ahí viene el anuncio de Hamás de que está dispuesto a dar un paso definitivo.
La esperanza ha vuelto a prender entre los cansados palestinos, aunque los pasos en falso de los últimos 12 años y el descreimiento generalizado de un pueblo harto de esperar hace que sean muy prudentes ante el nuevo escenario. ¿Será el del hermanamiento definitivo?