Las claves de las protestas laborales de Reino Unido que auguran un otoño caliente en Europa
Huelgas en trenes, puertos, correos, bufetes de abogados, limpieza... Todos piden más salarios y seguridad ante una recesión nunca vista en 40 años.
Las protestas laborales se multiplican por Reino Unido. Del paro en el sector ferroviario se ha pasado a huelga de abogados, empleados de la British Telecom, recogedores de basura, trabajadores portuarios y funcionarios de correos. Las reclamaciones, con las particularidades de cada sector, tienen un tronco común: reclaman mejores salarios y más seguridad en sus labores, en un momento de enorme incertidumbre. No es sólo un problema de Reino Unido, pero es allí donde primero están cristalizando las protestas, lideradas por unos sindicatos fuertes y peleones. Suenan como el anticipo del otoño caliente que se teme en toda Europa.
¿Pero por qué protestan estos trabajadores? Porque la economía local está tocada y sus posibilidades de llegar dignamente a fin de mes se resienten. La segunda mayor economía de Europa sufrió una contracción del 11% en 2020 como consecuencia de la pandemia de coronavirus y de las medidas introducidas para contenerla. Son datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONS), que había estimado que la bajada sería del 9,3% la caída del PIB.
Esto es, las cosas fueron peor aún de lo esperado hasta el punto de que el desplome de la actividad en el Reino Unido es el mayor registrado en el país desde 1709. Entonces se produjo lo que se llamó “el Gran Invierno” o “la Gran Helada”, cuando la gente patinaba sobre hielo en los canales de Venecia, las campanas de las iglesias se rompían al tocarlas y los viajeros podían cruzar el Mar Báltico a caballo. Aquel colapso continental provocó una bajada del 13,3% de la economía británica.
Recientemente, el Banco de Inglaterra subió los tipos de interés del 1,25 al 1,75% con el fin de controlar la inflación, y avisó de que puede llegar al 13% antes de que termine el año. También anticipó que la nación puede entrar en recesión en el último trimestre de 2022 y que esta crisis puede continuar en 2023. Ahora ya no es sólo la pandemia ni su salida, sino las consecuencias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, que golpea duro en todos los sectores, del energético al alimentario.
Los sindicatos, cada vez en más número, está presentando y planeando huelgas, especialmente a causa de las cifras de la inflación, situada en el 10,1%, el máximo en 40 años. A diario sube el número de ciudadanos que tratan de lidiar con el precio de los combustibles, el transporte, la cesta de los alimentos y la energía, con salarios que no llegan.
Los empleados ferroviarios iniciaron una serie de huelgas a gran escala que suspendieron los viajes nacionales de tren ya en junio, exigiendo mejores salarios y condiciones de trabajo al tiempo que las autoridades intentaban reformar el sistema ferroviario, que ha perdido gran parte de sus ingresos debido a la pandemia y a cambios en los patrones de viaje. Un sistema antiguo, caro, que lleva años pidiendo a gritos una reforma que no llega, ni para los usuarios ni para los trabajadores. El gobierno y los sindicatos de transporte no llegaron a una solución a pesar de llevar meses de negociaciones y acabaron parando 45.000 trabajadores, lo que dejó prácticamente paralizada la red de trenes del país.
También el transporte público de Londres se vio afectado por un parón que dejó casi sin servicio a todas las líneas de Metro y algunos autobuses de la capital británica.
La última huelga masiva ha sido la de 2.000 trabajadores del puerto inglés de Felixstowe, la mayor instalación de comercio marítimo del Reino Unido y que canaliza casi la mitad del tráfico de contenedores del país, iniciaron una huelga de ocho días para pedir mejores condiciones salariales.
El ministro británico de Empresa, Kwasi Kwarteng, escribió en el dominical Mail on Sunday que hará “todo lo posible” para ayudar este invierno a las familias afectadas por el aumento del coste de la vida. El Gobierno de Londres tiene más presión si cabe porque las familias empiezan a no tener margen para soportar la subida de precios, con la llegada del nuevo curso escolar por delante. Si nos fijamos sólo en la energía, el precio máximo va a subir a 3.549 libras (4.202 euros), un 80% frente al actual límite de 1.971 libras (2.325 euros) al año por hogar. Save the Children ha dicho, por ejemplo, que hay vidas en juego con esta subida, tanto por las condiciones de vida bajo el frío como por la alimentación y la salud mental ante la presión de no llegar a pagar las facturas.
“El nuevo tope del precio de la energía drenará los ingresos disponibles de varios millones de hogares. Y no es sólo un tema que transformará el rumbo de la economía. Estos aumentos son tan grandes y generalizados que también podrían poner a prueba la resiliencia social de la nación”, constata Faisal Islam, analista económico de la BBC.
Kwarteng indicó que entiende la “gran ansiedad” que está causando el repunte de los precios y aceptó que “millones de familias” están preocupadas por su situación “para llegar a fin de mes”, por eso señala que “la ayuda está en camino”, aunque sin dar datos de lo que el Ejecutivo quiere hacer. Un gabinete aún en manos del primer ministro Boris Johnson, que se marcha la semana que viene y que deja el país sumido en la crisis. Se supone que quien llegue en su lugar -Liz Truss o Rishi Sunak- tendrá que buscar soluciones concretas y urgentes.
Más de 750 dueños de restaurantes y cafés han pedido ya apoyo al Gobierno y a los candidatos conservadores para que apliquen recortes de IVA, subvenciones y rebajas de tasas comerciales porque, si no, están “abocados al cierre”. Ponen el ejemplo de las comidas para llevar, a domicilio. “Lo que parecía ser exorbitante ahora parece un robo absoluto”, lamentan. Puede ser el siguiente frente de batalla si el nuevo liderazgo no se pone las pilas en una semana.