Las claves de la semana: La gran apuesta
Siempre que a Inés Arrimadas se le recuerda que Ciudadanos suele perder en las urnas lo que gana en las encuestas, ella se apresura a aclarar que no fue así en el caso de Cataluña, donde los sondeos le pronosticaron en las anteriores autonómicas un resultado muy por debajo del que luego obtuvo (25 escaños). Sólo faltan cinco días para comprobar si la demoscopia vuelve o no a equivocarse con el partido naranja, el más beneficiado entre los constitucionalistas del procés, de la aplicación del 155 y de esta surrealista y atípica campaña en la que unos amagan con volver del "exilio" para ser detenidos y otros, con celebrar un mitin a las puertas de la cárcel de Estremera.
Arrimadas es sin duda la favorita en las encuestas, además de la "gran apuesta" -se escucha en los mentideros madrileños- de los poderes fácticos que, dicho sea de paso, ya erraron en 2015 con Albert Rivera. El "elegido" por las élites económicas y financieras tuvo que conformarse entonces con un discreto cuarto puesto, muy por detrás de Podemos, el otro partido de la "nueva política" que aterrizó en el Parlamento español tras una crisis de credibilidad institucional como hasta entonces no había vivido España.
Errejón y Díaz, anteriores envites de las élites
No ha sido Rivera, sin embargo, la única apuesta fallida de quienes desde fuera de la política ya se creen ungidos de un poder divino para señalar el camino por el que debe transitar la vida pública. Recientes son también las envidadas por Iñigo Errejón frente a Pablo Iglesias en Vistalegre II o de Susana Díaz frente a Pedro Sánchez en las últimas primarias socialistas. Ambos son hoy invisibles para los mismos que les auparon, promocionaron y protegieron para que desbancaran a sus competidores internos.
El envite hoy es en favor de Arrimadas. Artículos, programas, entrevistas, editoriales, sondeos y todo tipo de panegíricos se han visto y escuchado sobre la jerezana. Todos han remado en favor de Ciudadanos porque el establishment no termina de fiarse del candidato socialista ni del papel que el socialismo catalán pueda jugar en una escena donde la extrema polarización facilita la captura de votos desde los extremos pero dificulta la posibilidad de alcanzar acuerdos para la gobernabilidad tras el 21-D.
Iceta, una incógnita para el constitucionalismo
Arrimadas es una garantía de cambio para que nada cambie en nuestro marco de convivencia y la actual planta territorial del Estado e Iceta, una incógnita de la que el mal llamado constitucionalismo no se fía, incluidos algunos de sus compañeros de partido. Las declaraciones del candidato del PSC esta semana sobre la petición de indulto para los independentistas procesados por el 1-O no han hecho más que aumentar la desconfianza en el socialismo y el papel que pueda desempeñar en las próximas semanas. De nada sirve que el propio Iceta haya jurado hasta en hebreo que no investirá a un independentista, que no reeditará tripartito alguno y que no quiere saber nada de ERC ni de Junqueras.
Todos prefieren a Ciudadanos aunque los números no salgan y la política de vetos cruzados haga prácticamente inviable su investidura aún en el caso de que el bloque constitucionalista tuviera un voto más que el secesionista. La gran apuesta por Arrimadas es estratégica y, como suele ocurrir cuando se inflan las expectativas, no hay plan B para un escenario en el que el resultado de los naranjas no sea tan incontestable como pintan los sondeos. De confirmarse, eso sí, los más favorables augurios y Ciudadanos quedara incluso por delante de ERC, Rivera no sólo consolidaría su posición hegemónica como primer partido del bloque constitucionalista, sino que provocaría un tsunami en la derecha tradicional española que celebrarían los críticos de Mariano Rajoy. Aznar, el primero.
El PP, de camino a la marginalidad
Si hay algo seguro el 21-D es la marginalidad en la que quedará el partido en el Gobierno. De hecho, en Génova se dan con un canto en los dientes si mantienen 6 de los actuales 11 diputados. El batacazo en las urnas puede ser antológico y el problema para un partido que tiene la responsabilidad de liderar una solución para el encaje definitivo de Cataluña en España, mayúsculo.
De momento, Rajoy ha decidido volcarse los últimos días de campaña en Cataluña para intentar desmentir los sondeos y evitar en la medida de los posible que, con el nuevo año y un Rivera crecido por el resultado en Cataluña, vuelvan a temblar los cimientos de la calle Génova. Para el PP, lo que está en juego no es sólo la unidad de España, sino la de todo el espectro ideológico de la derecha que ha aglutinado bajo sus siglas en los últimos 30 años.
Renovar la derecha española
De todo esto se ha hablado mucho esta semana en la que Puigdemonty Junqueras siguieron en su gresca particular a cuenta de quien sí y quien no podrá ser investido en el caso de sumar mayoría y de quién dará el mayor golpe de efecto en la recta final de campaña; los republicanos no aclararon si mantienen la vía unilateral o se pasaran a la legalidad y el diálogo y el PSOE evitó hacer suya la petición de Iceta de pedir el indulto para los independentistas procesados por el 1-O.
En Ferraz están más pendientes de ese 25 por ciento de electores que, según las empresas de demoscopia, tienen decidido su voto pero no lo declaran por miedo que de cualquier declaración en el marco de una campaña. Mucho más si se trata de pescar en caladero ajeno y en condiciones muy adversas.
Lo dicho: Hay un guión, hay reparto y hay una gran apuesta para renovar la derecha, y no sólo en Cataluña. Esto también está en juego, y en la calle Génova están muy inquietos con los movimientos y el auge de los de Rivera, pese a que la versión oficial sea que Ciudadanos vuelve a estar sobrevalorado en las encuestas.
Queda poco ya para saberlo.