La violencia en los platós de TV
Estamos en la gran semana del 8-M y la cultura del espectáculo no deja de emitir programas cargados de una violencia salvaje. Tenemos por ley que en ciertos horarios no se pueden emitir contenidos o frases obscenas para la infancia. Y consumimos otros en las franjas nocturnas cuyas formas son crueles y denigrantes para las mujeres.
Puros eufemismos para los infantiles e incongruencias en el resto.
Por casualidad vi uno de estos programas horribles, pero de gran audiencia en las noches que ven las criaturas y las personas adultas. Se entrevistaba, es un decir, a una expareja cuyos dos miembros se dedicaban los insultos más tabernarios y salvajes que nos podamos imaginar, a doble pantalla. El machirulo exmarido dedicaba a su exesposa palabrotas gruesas, improperios propios de alguien acostumbrado a decir lo mismo pero en el seno del hogar conyugal. Aunque lo que llamó mi atención es que, en aras de la audiencia, la cadena y la dirección del programa no hicieron nada para detener la sarta de violencias que contenían sus palabras. Y, lo peor, ninguna de las contertulias, ni el mismo presentador detuvieron esa lluvia de pedradas verbales. Todo lo contrario, con una música de fondo muy tenue y la realización de las cámaras enfocando en silencio al contrincante y a la ya no esposa... dejaron seguir el ritmo apabullante de tanta carga violenta. Ni una de las mujeres periodistas se levantó en señal de protesta. Nadie dijo que aquello debía finalizar. La dirección y el conductor disfrutaban frotándose las meninges con el morbo servido a una audiencia ávida de banquetes festivos que devoran con truculento apetito. Un escándalo.
Un 'maltratador' en estado puro y una maltratada aguantando estoica los envites de esa sarta de despropósitos.
Me fui corriendo a mirar en Twitter qué comentarios hacían las personas que desde sus casas asistían a semejante bochorno. Por fortuna la gente mostraba su indignación. Muchas mujeres feministas escribieron su desacuerdo a la totalidad. Por lo visto fuera, era evidente que el cúmulo de violencia explotaba, y causaba impotencia ante lo que los espectadores estaban viendo en el plató.
Las mujeres periodistas, 7.000 en concreto, que el año pasado para el 8-M sacamos un manifiesto condenando estos hechos y postulando un lenguaje inclusivo y no sexista, vemos con gran pena que no ha servido de nada. La audiencia es una reina medieval que todo lo consiente para ganar puntos.
La hipocresía de las cadenas es tan grande que han inventado un lenguaje paralelo a fin de evitar las sanciones. Por ejemplo, para explicar que alguien visita un prostíbulo dicen que va a una "casa de lucecitas"; al consumo de alcohol en proporciones de ebriedad lo apelan "agua con misterio"; a la infidelidad le dicen "deslealtad"... y así. Como si los telespectadores menores fueran entes sin criterio y no supieran la verdad de lo que se está hablando. Personitas que a edades tempranas ya entran en las páginas de pornografía. Su educación más primaria está basada en los roles que el porno y sus dueños, los proxenetas, explotan para su lucro.
Las tres patas sobre las que debe sostenerse la educación sexual en la adolescencia (la familia, la escuela y la sociedad) no existen, están ausentes de nuestro sistema educativo. Y de ahí salen LAS MANADAS, que cada día se reproducen más y están bien vistas socialmente.
Nuestro 8-M de este año debe fijarse más en la educación para que no terminemos devoradas por los esquemas que la propia sociedad y su ciudadanía impone en los patios de las escuelas, los platós de televisión y las conversaciones familiares que nuestras criaturas absorben como esponjas. En definitiva, la enfermedad social persiste y se autoreproduce con programas como el que denuncio.