La vieja política de Ciudadanos
Aterrizaron en la política española con un falso traje liberal, enarbolando la bandera de la equidistancia y presumiendo de regeneración, pero tan solo cuatro años después se les ha caído la careta. Su irresponsable actitud en el conflicto catalán y el tacticismo partidista que caracteriza su política en el Congreso –y de una manera relevante ante la moción de censura a Rajoy– han puesto de manifiesto el populismo, por una parte, y el oportunismo, por otra, que ya caracteriza a esta joven formación política. Ciudadanos es en estos momentos el partido más alejado del centro. El mismo centro que aspira a representar.
Desde el momento en que protagonizó el salto de Barcelona a Madrid, aprovechando la crisis y la falta de reflejos tanto del PP como del PSOE, Albert Rivera zanjó una clara división entre la vieja política y la, presuntamente, nueva. No ha hecho falta que pasara demasiado tiempo para evidenciar que Ciudadanos representa la peor cara de la vieja política: la que dibuja su estrategia en función de sus estrictos intereses partidistas, la que no duda en lanzar gasolina donde ya haya fuego, y la que se opone a propuestas o iniciativas simplemente porque son de otro y no llevan su sello... Vieja política en estado puro.
El penúltimo episodio de las maneras de Rivera y su partido es la gestión de la moción de censura de Pedro Sánchez. Se oponen a la moción simplemente porque no sale de sus filas. Pero, en cambio, para evitar aparecer en las faldas de Rajoy se inclinan por pedir su dimisión y reclamar el avance electoral, renunciando a los mecanismos parlamentarios que facilitarían un cambio inminente en la Moncloa. Rivera prefiere que Rajoy –al que considera inhabilitado moral y políticamente tras la sentencia de Gürtel– continúe en la Presidencia antes que apoyar la propuesta de Pedro Sánchez, que resultaría letal para el PP, pero que aportaría aire a un PSOE desorientado desde hace años. No se trata de equidistancia, sino de puro interés partidista.
El tacticismo oportunista que marca el camino de Ciudadanos permite comprender con mayor precisión su trayectoria en Cataluña. Lejos de buscar soluciones al conflicto catalán –tanto en el fondo como en las formas–, la formación de Albert Rivera e Inés Arrimadas ha adoptado una postura extremista basada precisamente en la división. Como sucede a los sectores más extremistas e hiperventilados del independentismo, Ciutadans necesita la confrontación y la agitación para mantener vivo su discurso y alimentar su estrategia del choque.
Se trata de la retroalimentación que impide la búsqueda de soluciones. Es lo mismo que sucede con las formaciones extremistas de toda Europa, como el Front National en Francia o la Lega en Italia, que echan más madera para mantener la máquina a pleno rendimiento.
Albert Rivera entró en política en 2006 impulsado por el odio que sentía hacia el catalanismo. Y en estos doce años, su formación ha abanderado la combinación del lerrouxismo más irracional con el ultranacionalismo más visceral en todo lo relacionado con Cataluña. Sin buscar soluciones, sin propiciar aproximaciones y, lo peor de todo, fomentando la contaminación discursiva a base de mentiras recurrentes, Ciutadans es, probablemente, el principal obstáculo en la búsqueda de una salida posible en el laberinto catalán.
El pulso entre Ciudadanos y el Partido Popular para ver quién es más radical ha conducido a una judicialización extrema del conflicto y al abandono de la política para abordar lo que es un conflicto político. Y en todo ello, se han llevado de coche escoba a un PSOE que ha renunciado a un papel propio e intermedio.
Ciudadanos no es un partido liberal ni de centro, a pesar que en su seno se haya dotado de figurantes relevantes en materia económica, como Luis Garicano, que les ha permitido construir discursos sólidos en este ámbito. No hay ningún partido liberal ni de centro de ámbito estatal en Europa que sea nacionalista, que se envuelva permanentemente en la bandera para tejer su política y que dibuje sus estrategias con fines estrictamente partidistas y no de interés general. Lo que hace Ciudadanos es lo que nunca harían los LibDem británicos, ni el FDP alemán o el VVD holandés. Tampoco es el camino del napoleónico Macron. La irresponsable política de Rivera en territorialidad y gobernanza parlamentaria se asemejan, en cambio, a las de Marine le Pen, Matteo Salvini o el desaparecido Jörg Haider. Así es como se ve Rivera en el espejo cuando se quita la careta.