La ultraderecha y la "masculinidad criminal"
Las mismas voces que hoy acuden a ETA recordando los terribles atentados y sus 864 muertes, niegan la violencia de género.
El razonamiento es sencillo, si la misma ultraderecha que niega la violencia de género y habla de violencia intrafamiliar, llama al Gobierno de la nación “Gobierno criminal” bajo el argumento de no haber hecho lo suficiente para evitar las muertes por la pandemia, la pasividad e inacción de tantos hombres ante la realidad social de la violencia de género, incluso intentando encerrarla en espacios definidos, como la familia o lo doméstico para que no se pueda ver con sus características propias, debe llevar a concluir que es consecuencia de una “masculinidad criminal”.
Las mismas voces que hoy acuden a ETA y sus “herederos” recordando los terribles atentados y sus 864 muertes a lo largo de 40 años, niegan la violencia de género que sólo en las relaciones de pareja y en 17 años ha asesinado a 1065 mujeres. Y mientras que la violencia terrorista se percibe con la gravedad que corresponde y el rechazo social es generalizado, ante la violencia de género la sociedad se muestra distante y pasiva, hasta el punto de que sólo un 1-3% de su población considera que se trata de un problema grave (Barómetros del CIS).
Siempre hemos hablado de la “complicidad” de quienes han callado y mirado hacia otro lado ante la violencia de género, pero la responsabilidad de los hombres que se protegen en la distancia y en la invisibilidad para no hacer nada es mayor en el momento actual, y lo es por tres razones esenciales: Por un lado, porque mantienen la pasividad necesaria para que otros sigan actuando de forma violenta; por otro, porque se está produciendo una reacción contra las iniciativas a favor de la igualdad y la erradicación de la violencia de género que se beneficia de esa inacción; y en tercer lugar, porque los ataques contra esas iniciativas se hace en nombre de los hombres, es decir, presentándolas como un ataque a “todos los hombres” y mandando el mensaje de que con ellas se criminaliza a los hombres.
Ante estas circunstancias la responsabilidad de los hombres es mayor, no sólo porque la neutralidad no existe, sino porque, como hemos indicado, desde las posiciones machistas utilizan a todos los hombres para defender y proponer sus medidas particulares, que perpetúan el modelo de injusticia que otorga “privilegios criminales” a los hombres, puesto que esos privilegios están construidos sobre un modelo de sociedad levantado sobre una desigualdad que limita los derechos de las mujeres, y se sustenta sobre una violencia contra ellas que actúa como realidad o como amenaza.
Los hombres no podemos quedarnos al margen de esta situación que nos convoca doblemente: por coherencia ciudadana y democrática, y por alusiones directas, puesto que el machismo utiliza el argumento falaz de que la igualdad y las medidas contra la violencia de género van contra todos los hombres.
Si no nos desmarcamos de esos planteamientos estaremos dándole validez con nuestra asunción, y es algo que no sólo no debemos permitir, sino que debemos evitar de manera activa.
El conocimiento que hoy tenemos sobre la violencia de género, sus características, raíces, sus terribles consecuencias… y la constatación de que se trata de una conducta defendida y amparada por el machismo y los machistas, hasta el punto de intentar impedir cualquier iniciativa directa dirigida a su erradicación, como vemos en el discurso de la ultraderecha, exige el compromiso de los hombres, de todos, y su responsabilidad en cualquier circunstancia.
Porque hoy la responsabilidad exigible a los hombres es doble: lo es por acción, cuando las conductas actúen contra las normas de convivencia que nos hemos dado; y lo es por omisión, cuando no se actúe contra esa “masculinidad criminal” que deja que la realidad siga caracterizada por la injusticia social de la desigualdad y su violencia de género.