La triangulación vietnamita
En el espacio de solo unas semanas, el primer ministro vietnamita Nguyen Xuan Phuc ha visitado Washington y Tokio. El balance de ambas visitas incide en el reforzamiento de su papel en la región de Asia-Pacífico y en el estímulo de un complejo equilibrio capaz de atemperar sus no menos complejas relaciones con China.
El primer ministro japonés Shinzo Abe trasladó a Nguyen Xuan Phuc una decidida voluntad de implicarse en mayor medida en el desarrollo de Vietnam en todos los órdenes, desde la industrialización a la infraestructura –de alta calidad, precisó-, pero también con una mayor coordinación en asuntos estratégicos de relevancia como la militarización del Mar de China meridional –rechazando cualquier alteración unilateral del statu quo- o insuflando viva al moribundo TPP.
El poso que dejó esta visita es indisociable de la sensación de que en breve podríamos asistir a una nueva ola de inversiones de Japón, ya el segundo socio comercial de Vietnam por detrás de EEUU. Hanói aceptó impulsar reformas institucionales y legales para eliminar trabas a las inversiones de los empresarios nipones. Cabe señalar que en solo 10 años el comercio comercial se triplicó.
Con anterioridad, a finales de mayo, en la visita a EEUU después de la toma de posesión de Donald Trump –la tercera de un dirigente asiático tras Abe y Xi Jinping-, el primer ministro vietnamita pudo constatar de primera mano la incertidumbre que provoca el actual inquilino de la Casa Blanca. Tras el anuncio del abandono del TPP ya meditaba el anuncio público de la retirada del Acuerdo de París, de gran importancia para Vietnam por las consecuencias derivadas del cambio climático. Vietnam es considerado uno de los cinco países que podrían verse más afectados debido a las características de sus 2.000 kilómetros de costa.
Pero los vínculos EEUU-Vietnam no dejan de crecer. Sin desechar la memoria del conflicto que aún perdura, Hanói gana en significación para la estrategia de EEUU en la región a la par que fortalece las relaciones económicas. Muchas compañías estadounidenses se han asentado en el país aunque su nivel inversor está por detrás de Japón o Corea del Sur y ni siquiera figura entre los cinco primeros. Pero todo apunta a una intensificación de los acuerdos y las transacciones.
En el segundo aspecto, los nexos en defensa crecen en paralelo a la facilitación de las ventas de armas -tras el levantamiento del embargo por Obama- y el interés del Pentágono en fomentar la convergencia en la seguridad marítima. Pronto podríamos ver a algún portaaviones estadounidense en un puerto vietnamita....
Aunque la suya no es reconocida como una economía de mercado, Hanói se alinea, al igual que China, con la defensa del libre comercio y una globalización inclusiva que reduzca los desequilibrios entre países ricos y empobrecidos.
La diplomacia vietnamita parece interesada, en suma, en acercar posiciones con Washington y Tokio sin por ello quebrar sus relaciones no siempre fáciles con Beijing, con quien también ha mejorado el entendimiento a medida que China parece privilegiar la negociación en los encuentros bilaterales.
El activismo de Hanói responde al temor, que comparten otros países de la zona, a un entendimiento de alcance entre EEUU y China a propósito de sus intereses en zonas disputadas –como igualmente en Taiwán- a cambio de contrapartidas económicas o el arbitrio de una solución en la península coreana.
Ganar incidencia en ese triángulo resulta crucial para que sus intereses sean tenidos más en cuenta buscando un equilibrio basado en compromisos fehacientes que, al menos del lado de la administración Trump y hasta ahora no se han producido.
Con el enfriamiento de las relaciones de EEUU con Filipinas y otros países del Sudeste Asiático en los que gana profundidad la diplomacia china, la opción vietnamita parece ganar enteros como pieza clave en las estrategias en juego en la región. Japón es de igual parecer. Por su parte, China intentará, una vez más, cuadrar el triángulo.