Mentiras, promesas y errores: así (de mal) utilizan la sanidad los políticos británicos en campaña
El NHS (Sistema Nacional de Salud) en Reino Unido se ha convertido en el mejor arma para tratar de captar el voto.
Pretendía ser la gran promesa de la campaña ‘Vote Leave’ del Brexit, durante el año 2016 en Reino Unido: “Destinemos los 350 millones de libras semanales del presupuesto al Sistema Nacional de Salud (NHS), no a la UE”; y en vez de eso, se convirtió en la gran farsa. Aquel eslogan que perseguía captar el voto, pasó a ser la prueba inequívoca de que, en realidad, no había un plan real para hacer efectivo el divorcio con Europa. Lo irónico del asunto es que los mismos que auparon entonces la falacia –plasmada en un autobús rojo que recorría las calles británicas– son los que ahora piden apoyos de nuevo para las elecciones anticipadas del próximo 12 de diciembre.
El actual primer ministro británico, Boris Johnson y Dominic Cummings –su asesor y mano derecha– siguen liderando la lucha por culminar el Brexit pese a que la Tesorería del Estado no solo desmontó del todo el dato base de aquella falsa consigna –la cifra real que el país destina a Europa podría estar en torno a los 136 millones, no 350–, sino que les dejó en evidencia con un supuesto plan de financiación que nunca llegó a materializarse.
Han pasado tres años y como si de un ‘flashback’ se tratara, Reino Unido sigue en la UE, vuelven a repetirse los comicios y el NHS continúa siendo el medio –inclusive por parte del invitado sorpresa de este año, Donald Trump– para tratar de engatusar al votante.
El NHS como arma electoralista (y populista)
No es casualidad que todos los candidatos se centren en el Sistema Nacional de Salud. Es el activo público más valorado por los británicos y los políticos lo saben. Por ello, al menos en campaña, parece que todo vale con tal de traer la cuestión a la primera línea del debate.
Los conservadores llevan tiempo haciéndolo, no obstante, en esta ocasión el equipo de Johnson teme que el asunto desvíe la atención del Brexit. De hecho, una encuesta publicada recientemente en Reino Unido señala que ante la pregunta: “Qué temas serán los más importantes para decidir su voto”, los ciudadanos sitúan a la cabeza de la lista el ‘NO a Europa’ con un 55% y tan solo un punto por debajo el NHS, con un 54%.
Los laboristas, en cambio, aprovechan la ventaja que les están dando los últimos acontecimientos, después de que el pasado jueves se desvelara que los tiempos de espera en las urgencias del país están en los peores niveles registrados. Según informaba ‘The Guardian’, menos de tres cuartas partes de los pacientes que acudieron a los centros hospitalarios de A&E –Accidentes y Emergencias– en Inglaterra, durante el mes de octubre, fueron atendidos en menos de cuatro horas, mientras que los equipos médicos se muestran cada vez más preocupados por la escasez de recursos y critican la falta de camas en los hospitales.
La situación inquieta a una sociedad en la que nueve de cada diez personas respaldan los principios fundacionales del NHS: gratuidad universal en función de la necesidad, y no de la capacidad de pago.
Sin embargo, los recortes en el gasto público impulsados por los ‘tories’ y que han mermado el Sistema Nacional de Salud, vienen de lejos. Durante la última década, el programa de financiación llevado a cabo ha sido considerado como el más estricto desde que el NHS se creara en 1948. El presupuesto no ha seguido el ritmo de la demanda ciudadana –el creciente envejecimiento de la población y los avances en la tecnología médica–, y como consecuencia, el invierno pasado se produjo una situación sin precedentes: cancelación de todas las cirugías no urgentes –lo que derivó en un claro aumento de las listas de espera–, faltas de personal, y carencias que impidieron garantizar una atención sanitaria de forma segura.
Donald Trump entra en juego
“Usted va a vender nuestro NHS a los americanos”, le reprochaba Corbyn insistentemente al primer ministro durante el debate cara a cara de candidatos este martes.
Los laboristas no paran de repetirlo: la privatización ya ha empezado, pero el riesgo de colapsar el sistema de salud público si los conservadores ganan las elecciones es máximo, y Donald Trump tiene gran parte de culpa.
Durante la última visita oficial del mandatario estadounidense a Reino Unido el pasado mes de junio, Trump aseguraba en relación a un –más que probable– pacto comercial, que era posible suscribir un “acuerdo fenomenal” y sugería posteriormente que este metería mano en el NHS. Desde entonces, los laboristas no han dejado de recriminarle el asunto a Johnson.
Corbyn aprovechaba el debate del martes para mostrar transcripciones de supuestas conversaciones de representantes del Gobierno británico con sus homólogos estadounidenses en las que se habla de “acceso completo al mercado sanitario” del país. Algo que los ‘tories’ se empeñan en negar pese a haber reconocido reuniones bilaterales entre funcionarios del sector y farmacéuticas de EEUU.
“Ni vamos a privatizar el NHS, ni va a estar a la venta en ninguna negociación”, zanjaba el primer ministro, quien ha prometido destinar 850 millones de libras a mejoras concretas en una veintena de hospitales, así como construir 40 centros más.
El candidato laborista lo pone en duda y opta por mostrarse como la única alternativa viable para “rescatar la sanidad” en Reino Unido con un programa “radical, transformador, ambicioso y social”, según él mismo, y que pretende aumentar el presupuesto y cubrir todos los servicios de atención médica.
“Si a día de hoy propusiera la creación de nuestro NHS actual, los conservadores lo llamarían comunismo sanitario”, bromeaba en redes.
Y los británicos ¿a quién creen? Según el ‘Financial Times’, consideran que los laboristas están más comprometidos con el Sistema que los conservadores, sin embargo, ven más competente a Johnson a la hora de resolver problemas relativos a este asunto.
“Apenas tres años después de que se fundara el NHS, el nuevo Gobierno conservador de Churchill hizo frente a una elección: volver a los viejos argumentos del debate o aceptar la legitimidad de lo que se había creado y seguir mejorándolo. Eligieron lo segundo. Y hoy, gracias a esa voluntad de consenso, sentimos satisfacción por un sistema que ha servido para unir a nuestro país”, decía Theresa May durante su último discurso como primera ministra.
Lo cierto es que todos los líderes, vengan de donde vengan, conocen de sobra la sensibilidad que la institución más venerada de Reino Unido despierta entre la ciudadanía y no dudan en sacar rédito.
Una cosa queda clara, a falta de tres semanas para las elecciones, al país –dividido y paralizado– todavía le une un mismo sentimiento: el orgullo por su Sistema Nacional de Salud y el temor a dejarlo morir de éxito.