La "revolución del respeto", de Fernando de los Ríos, debe empezar ya
No nos resignemos a retirar valores colectivos como moderación, interés general o bien común.
Hay una derecha económica, mediática y política que quiere el desprestigio de la política, usando los medios de comunicación con el doble fin de tener tensionado a su electorado y, a su vez, tratar de alejar a las clases medias y trabajadoras que dan las mayorías electorales a opciones políticas de izquierdas.
En el PP siempre han considerado que el poder político en las instituciones es propiedad suya, por este motivo desde 2018 iniciaron una guerra sin cuartel para derrocar al Gobierno de Pedro Sánchez. Por tierra, mar y aire han repetido la “estrategia de la crispación” que siempre llevaron a cabo cuando han sido derrotados en las urnas y no pueden alcanzar el poder.
Así fue como fueron perdiendo elecciones en 2019, hasta que llegó la victoria de Ayuso en Madrid en medio de una situación excepcional, con un montón de errores de la izquierda y buen número de aciertos propios. A eso, de lo que se ha escrito y comentado en demasía, la gran novedad surge cuando ella impuso un estilo complementario y novedoso en España, trasladar las prácticas y formas aprendidas en la política norteamericana con su toque “madrileño”.
Y esa senda iniciada por el brazo escindido de VOX, y que ya imita el PP sin complejo tras el éxito de Ayuso, es realmente peligrosa para el conjunto del sistema democrático español. De la crispación, al ejercicio diario de una oposición basada en captar titulares y atención mediática a través de la confrontación permanente sin respeto a la verdad y los hechos. Todo vale, aunque sea mentira.
El adversario político ha pasado a ser el enemigo. La verdad no existe porque lo importante es destruir al otro.
La izquierda, a la cual deberían sumarse liberales, no podemos callarnos y dejar que esto suceda sin más, si lo hacemos puede que consigan su objetivo; una imitación española de la situación social y política que atraviesa USA en estos momentos. Aprendamos de los errores pasados en España y de los actuales en grandes democracias internacionales.
Tenemos que desterrar del espacio público a quienes crean y usan mentiras porque sirven para atacar al adversario político. Tenemos que reivindicar que el ejercicio de la política no consiste en atacar persistentemente al que no piensa como nosotros. Que mi éxito no es su caída.
No nos resignemos a retirar valores colectivos como moderación, interés general o bien común. Elementos capitales en democracia que han sido siempre premiados por la ciudadanía y que, actualmente, cuesta encontrar en el lenguaje mediático y político porque en este, ahora vencen los insultos y las descalificaciones.
Tampoco nos resignemos a pensar que los medios de comunicación se han convertido en maquinarias sin alma en favor de unos, para machacar al otro. Donde la información muere porque importa más que sea propaganda. Hemos sido, y seguimos siendo, demasiado precavidos en respetar a determinadas televisiones, periódicos, radios y sinfín de webs que promulgan estas actitudes. Todos están en una carrera competitiva por ser la Fox de España pero sin dejar de ser orquestas que tocan la misma sinfonía.
No se puede consentir por más tiempo el daño que están causando a la convivencia social y política en nuestro país. Como sigamos sin ser claros, el día que queramos hablar será, quizás, demasiado tarde. La “revolución del respeto”, de Fernando de los Ríos, debe empezar ya.