La "república bananera" de Donald Trump
No termino de entender es cómo el Partido Republicano, con todas las personas que lo forman, pudo elegir como candidato a una persona como el magnate.
La idea de una república bananera ha quedado representada en nuestro pensamiento por la imagen de las “bananas” y el ambiente tropical donde crecen, como si fueran el clima y sus consecuencias los responsables de los problemas que justifican la respuesta autoritaria que define la política del país.
Donald Trump nos ha dado una nueva lección política al demostrar que quien define una “república bananera” no es el clima ni su gente, sino el líder autoritario que utiliza el poder y el sistema para beneficio propio.
Donald Trump ha utilizado la estrategia de presentar las críticas a la situación social que vive EEUU (desigualdades, racismo, movimientos violentos de ultraderecha, inmigración, sistema sanitario, relaciones internacionales, crisis de la pandemia…) como si no formaran parte de la realidad y sólo fueran quejas de sus oponentes. De ese modo, se presenta como salvador bajo la amenaza de que si no es él el presidente todo será caos y violencia. Una estrategia que no resulta muy lejana a la del militar bananero que justifica los problemas en su país para dar el golpe que lo sitúa en el poder, y desde allí tratar al pueblo como el niño incapaz de alcanzar la trascendencia de los acontecimientos, diciéndole que los votos “los carga el diablo”.
El mensaje que ha lanzado Trump en su tuit, sin esperar siquiera al resultado del recuento de votos, alertando del “fraude de las elecciones y el robo de papeletas durante el escrutinio”, al margen de mostrar sus escasas dotes democráticas, resulta algo más que imprudente, porque es él quien tiene todo el mando institucional para impedirlo y detener a los responsables de cualquier deriva en ese sentido. Su propia pasividad ante los hechos que denuncia lo hace responsable y demuestra su falacia e intención de perpetuarse en el poder por encima de las reglas democráticas.
Conozco Estados Unidos y a una parte de su institucionalidad porque he desarrollado gran parte de mi actividad investigadora en la academia del FBI en Quantico, Virginia; y lo que siempre me ha costado entender no es que Trump ganara las elecciones en 2016, al final era el candidato de un partido que representa prácticamente a la mitad de la población, por lo que la posibilidad de ser elegido era alta. Lo que me sorprende y no termino de entender es cómo el Partido Republicano, con todas las personas que lo forman y con los grandes líderes y lideresas que lo integran, pudo elegir como candidato a una persona como Donald Trump, capaz de ejercer la presidencia del mismo modo que actúa como empresario y como showman.
Pero si analizamos el contexto social vemos que tiene algo de sentido. El problema que tienen las posiciones conservadoras en cualquier lugar del planeta es que su modelo se ha agotado y que la mentira sobre la que se alza ha sido descubierta y contrarrestada.
Toda su construcción se basa en dos hechos esenciales, uno de carácter estructural sobre los elementos identitarios, y otro de naturaleza funcional para alimentar al sistema.
- El primero de ellos es la falacia que presenta que la condición de determinados grupos de la población es superior a la de otros, los cuales no solo son diferentes, sino que además son considerados inferiores. Así, por ejemplo, desde la debilidad mental y la incapacidad física de las mujeres, hasta la inhumanidad de la población negra a la que le negaban el alma y la inteligencia, han sido elementos básicos de su estructura social identitaria.
- El segundo de ellos es su economía, el elemento que ha permitido mantener el impulso de la sociedad bajo este esquema sin cuestionar en exceso los elementos que lo configuran. Y esta economía viene definida por un capitalismo explotador que ha agotado todos los recursos, desde los naturales a los humanos, pero ya sin lograr un rendimiento capaz de contentar a la sociedad en general. Por eso ahora da un paso más con el “capitalismo digital” en el plano tecnológico, para seguir incorporando beneficios a los grupos más poderosos, y al mismo tiempo se acompaña de un repliegue autárquico para satisfacer las necesidades de los grupos de población que les dan el poder a través de sus votos.
La transformación social y los planteamientos progresistas no solo aportan alternativas a su modelo, sino que demuestran la falacia de su fundamento.
Ya nadie repara en que el argumento utilizado para que las mujeres no fueran a la escuela, no estudiaran en la universidad, no votaran… fue que no eran capaces ni tenían las condiciones para poder hacerlo. El mismo razonamiento que se utilizó para las personas negras y otros grupos discriminados.
Todo era mentira, como es mentira toda su posverdad y su “fake-realidad”. El descubrimiento de esa falacia como estrategia es lo que da pie a la reacción conservadora y el repliegue sobre las posiciones tradicionales androcéntricas.
Trump es un buen presidente para toda esta gente, como lo puede ser Bolsonaro en Brasil o la ultraderecha en España o en otro país, el problema es que las sociedades democráticas se caracterizan por el progreso, y el progreso siempre supone soltar el lastre del machismo y su injusticia, no fundar nuevas “repúblicas bananeras”.