La renuncia de Meghan y Harry ha tardado mucho en llegar
El continuo escrutinio, las crueles acusaciones y el innegable racismo iban a pasar factura a la discreta pareja.
Tener una relación tumultuosa con tu familia política no es algo tan raro en las parejas casadas. Vamos, que las películas de Bollywood no tendrían el éxito que tienen si no fuera por la pendenciera historia de la nuera rebelde, y quizás por eso la decisión de Meghan y Harry de dar un paso atrás en sus funciones reales no me ha pillado tanto por sorpresa después de una vida expuesta a las películas con las que me crié. No se sabe si habrá un final feliz en el que todo el mundo acabará cantado después una reconciliación a moco tendido, pero apostaría a que no.
Si echas la vista atrás, te das cuenta de que había indicios de lo que podía ocurrir. El continuo escrutinio, las crueles acusaciones y el innegable racismo estaban haciendo claramente mella en la discreta pareja, hasta el punto de que Harry rompió el protocolo real al emitir un comunicado oficial en el que confrontaba sin ambages la forma en que estaban tratando a su mujer. Fue un movimiento valiente e inesperado, la primera alerta con la que está directamente relacionada la noticia de su renuncia. La pareja intentó en repetidas ocasiones establecer fronteras al tiempo que mantenía sus obligaciones reales, pero les desafiaron una y otra vez la prensa y su calculada agenda, devorada al instante por el público, lo cual daba a los medios un incentivo económico para seguir con las salaces difamaciones a Markle.
La inglesa Kate Middleton y la mestiza actriz de Hollywood Meghan Markle han sido enfrentadas una y otra vez, siendo considerada Kate, la mayoría de las veces, la cumbre del supuesto estándar al que Meghan no conseguía llegar. Desde cruzar mal las piernas hasta pintarse las uñas, pasando por negarse a mostrar a su bebé inmediatamente después de dar a luz o por las ridículas especulaciones de que su embarazo era falso. Sin duda, Kate también se ha llevado una buena dosis de crítica que ella ha sobrellevado con clase, pero también hay que tener en cuenta que es un poco más fácil cuando no tienes que acallar los insultos racistas por tu color de piel, cosa que está fuera de tu control. Una publicación internacional y respetada llegó a escribir artículos en los que trataban de dilucidar cómo de negro sería Archie, como si ese fuese un discurso apropiado y no una forma burda y racista de hacer picar a los lectores.
Meghan Markle, como mujer negra mestiza, ha sido una fuente de contención desde que se confirmaron los rumores de que estaba saliendo con el príncipe Harry. Una mujer de éxito por cuenta propia con una pujante carrera de actriz se consideraba por debajo de la realeza pese a su apasionado carácter humanitario, parte de lo que atrajo primero a Harry. Se podría pensar que una mujer tan exitosa y solidaria sería acogida con los brazos abiertos, pero la evolución, por desgracia, es algo de lo que carece desesperadamente una institución tan obsoleta como la familia real.
Los periódicos lanzaron la pregunta: “¿Estamos preparados para una ‘royal’ mestiza?”. Como si fuera una especie exótica en el mundo. Preparados para qué, me pregunto. ¿Para los comentarios negativos hacia su origen? ¿Para las calumnias de su nombre? ¿Para ver los trapos sucios de su familia en titulares en primera plana de todo el mundo? ¿Cómo se prepara alguien para eso, teniendo en cuenta que lo que diga en su defensa está completamente restringido por su poderosa familia política? ¿Cómo empiezas a luchar contra la represión de la Corona cuando la abuela de tu marido es, literalmente, la reina de Inglaterra?
Y lo que es más importante: ¿por qué asumimos que el racismo es un motivo aceptable para situar un matrimonio bajo los focos? ¿Por qué se considera algo que hay que “aceptar” en silencio? La ofensiva conducta de algunos monárquicos debería servir para ilustrar hasta qué punto deberíamos pedir una profunda reforma de los sectores más tóxicos de la cultura británica. Muchas personas justifican que simplemente no les cae bien Meghan y eso es respetable. A nadie se le debería obligar a tener simpatía por otra persona, pero ignorar la intolerancia racial es permanecer voluntariamente en la ignorancia.
Un argumento frecuente para defenderla es recurrir a su padre blanco para argumentar que “no es del todo negra”, un razonamiento que no entiendo, además de que tener una raza mixta no la ha salvado de la ira de la gente cuando es indudablemente su color de piel el motivo de los ataques. Lanzan estereotipos sobre negros y calumnias contra ella como si tuviera que hacer lo posible por tapar otro agujero en la teoría que dice que ser un modelo de una minoría te permite “trascender” a tu raza y ser vista como una “igual”.
Decir que la ira que sufre se debe a que es una persona de color es un análisis vago y reduccionista. La falta de concreción a la hora de reconocer la creciente corriente racista contra los negros es elocuente y un argumento más contra quienes siguen agrupando todas las etnias bajo un mismo paraguas. Es un flaco favor contra las dificultades —muy reales y subestimadas— que afrontan las personas negras. El hecho de negar su trasfondo étnico muestra lo mucho que tiene que progresar el Reino Unido para presumir de ser realmente progresista. Puede que seamos “el país menos racista”, pero eso no me tranquiliza tanto como me preocupa, ya que establece lo bajo que hemos puesto el listón para estar satisfechos y hasta agradecidos. Buen intento, pero no, gracias.
Harry ha reiterado sus fuertes sentimientos hacia su lugar en la familia real. Nunca ha negado su enfado por el trato que recibió su madre, que murió a causa de una prensa feroz sin un sentido de los límites. ¿Por qué no iba a asustarle que se repitiera la historia con su propia esposa? ¿Qué clase de padre sería si permitiera que los abusos no recibieran respuesta? ¿Qué clase de marido sería si no defendiera y apoyara a su esposa? Los votos matrimoniales que aceptaron decían “en las buenas y en las malas”, al fin y al cabo. La parte de “en la riqueza y en la pobreza” es otro tema completamente distinto. Tengo que admitir que la idea de que esta pareja de treintaymuchos años se vaya a aventurar en el mundo de la independencia financiera me resulta menos admirable y más entretenida. Esto, de nuevo, demuestra lo absurda e inútil que resulta la institución de la realeza.
Claro que no son una pareja corriente, pero ninguno de los dos pidió todo esto. Harry nació en la realeza y Meghan se enamoró y decidió cambiar de religión para satisfacer a una familia política que no le ha devuelto el mismo apoyo. Están entre la espada y la pared, entre la obligación de cumplir con sus supuestos deberes y su deseo de vivir alejados del incesante circo mediático.
Si se me permite, me gustaría señalar que el príncipe Andrés es el único beneficiado de esta situación. Debe de estar encantado viendo cómo esta noticia de Meghan y Harry desvía la atención de las graves acusaciones que pesan sobre él y mantiene a la gente distraída. Meghan Markle ha sido un foco fortuito de atención negativa que ha ayudado a ocultar lo peor de la Corona y sus miembros. En todo caso, su familia política debería darle las gracias.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco y Marina Velasco Serrano