La primera, pero no la única ni la última
María Gámez, a la que conozco y valoro mucho, hizo un magnífico discurso el día de su toma de posesión, en la plaza de armas de la Dirección General de la Guardia Civil.
A María Gámez
El pasado 22 de enero, en un frío y lluvioso día del invierno madrileño, con toda la solemnidad debida, tomó posesión como primera mujer directora de la Guardia Civil, en 175 años de historia de esta institución, la malagueña María Gámez. Un acto realmente emocionante, como sabe organizar la Guardia Civil. Quienes hemos tenido la fortuna de trabajar con ellos, sabemos bien los valores de lealtad que guardan a las legítimas autoridades de quienes dependen, sean mujeres u hombres; yo tuve la suerte de comprobarlo cuando fui delegada del Gobierno en Andalucía, también la primera mujer, pero no la única ni la última. Volviendo de Madrid a Sevilla, le comenté a un sevillano con el que me encontré que me sentía muy satisfecha, no sólo por el nombramiento de una mujer como directora, sino por el comportamiento democrático de esta institución, “la Benemérita”. No os preocupéis, le dije, mientras exista una Guardia Civil como la de ahora, “España no se rompe”; no se va a romper ni por ella ni por los que hoy, legítimamente, nos gobiernan.
María Gámez, a la que conozco y valoro mucho, hizo un magnífico discurso el día de su toma de posesión, en la plaza de armas de la Dirección General de la Guardia Civil, y ante una amplia formación de guardias civiles, entre los que sólo había dos mujeres, en su discurso, afirmó, con absoluta naturalidad: “Soy feminista. Creo en la igualdad de hombres y mujeres; la igualdad será uno de los objetivos de un cuerpo que cuenta con 5.800 mujeres, el 7,62%, un porcentaje claramente insuficiente que debe crecer también en los puestos de mando”.
El ministro del Interior, Grande-Marlaska, que presidía el acto, le contestó: “Lo importante no es ser la primera, sino no ser la única ni la última”, y utilizó la metáfora de un faro, el lugar en el que creció María, hija de un farero: “Vas a ser el faro de todas las mujeres que ya te acompañan dentro del cuerpo y de las que vendrán”, y terminó citando a Simone de Beauvoir: “El problema de las mujeres siempre ha sido un problema de hombres”. Una gran emoción me invadió al oír este nombre, como luego me dijo que le pasó a María. Estábamos organizando, antes de que ni se nos ocurriera pensar que la iban a nombrar directora, la presentación del libro de Sami Naïr, Acompañando a Simone de Beauvoir, de la que las dos somos fervientes admiradoras, en el Ateneo de Málaga, lo que haremos el 12 de marzo próximo. ¡Hermosas casualidades tiene la vida!
Y ahora que se cumplen 40 años de nuestro 28 de febrero, día de Andalucía, del que fue protagonista indiscutible el pueblo andaluz, que con su voto hizo posible nuestra autonomía, capitaneado por Rafael Escuredo -al que, injustamente, intentan preterir- recuerdo que, después de las primeras elecciones andaluzas de 1982, pasé a ser también consejera de Presidencia del Gobierno andaluz, también la primera y única, pero no la última; por razones de edad he sido la primera en muchas cosas, pero nunca más, la única ni la última, lo que recuerdo como homenaje a tantas mujeres que lo han hecho posible.
Las feministas hemos peleado, hasta la extenuación, para conseguir que las mujeres tuvieran poder en todos los ámbitos de la sociedad; nuestro esfuerzo y el acceso a la educación -el único ascensor social posible- nos ha permitido ir consiguiendo presencia en puestos de responsabilidad; por eso siempre dije que prefería ser “mujer cuota a mujer excepción”, no me gustaba ser la excepción que confirmaba la regla de que el poder es masculino por naturaleza. Con los años y mucho esfuerzo hemos conseguido que haya muchas mujeres consejeras; en Andalucía, sólo durante los siete años del Gobierno de Rodríguez de la Borbolla, no hubo mujeres consejeras, pero esa anomalía acabó con Chaves, que llegó a tener el primer Gobierno paritario de Andalucía y después hubo una mujer presidenta, también la primera, pero no será tampoco la única, ni la última.
El objetivo es poder codirigir la sociedad junto a los hombres, y aunque el patriarcado haya organizado la vida sometiéndonos al poder masculino, hace más de tres siglos que reivindicamos tener poder. Cuando preguntan qué más queremos las mujeres, decimos que “la mitad de todo”, porque somos la mitad de la población y nos corresponde. Dejaremos de ser noticia cuando lo consigamos.