La ‘porra’ llegó tarde: el delito lo es desde el primer plazo

La ‘porra’ llegó tarde: el delito lo es desde el primer plazo

EFE

Pues resulta que Carles Puigdemont 'declamó' la independencia a plazos; pero la secesión y la subversión a plazos es delito desde el primer plazo. Lo mismo que una estafa, que casi todas son a plazos; o lo mismo que cualquier asesinato. Un muerto es un muerto tanto si lo es con uno como con dos disparos. El plazo, en todo caso, demuestra intencionalidad y preparación. ¿Bondadosa oferta de diálogo a la otra parte, que es la agredida? 'Charlie Hebdo' le ha regalado a los catalanes un brillante y profundo editorial con una sola viñeta y una frase: Se ven tres encapuchados, al modo de las ruedas de prensa de ETA, diciendo "Exigimos un debate". Y los humoristas de la gran revista satírica francesa, que son de los editorialistas más serios y heroicos del mundo, en la diana del fanatismo y el yihadismo internacional, sentencian. "Los catalanes, más tontos que los corsos".

Ante el desafío de la Generalitat, Mariano Rajoy por fin ha dado el paso que se le demandaba: ha activado el artículo 155 (¿y concordantes?) de la Constitución para intervenir la Generalitat y encarrilar a la región catalana de vuelta a la legalidad constitucional.

Al margen de las reacciones de la 'corte de los milagros' separatista, aún aturdida por el imprevisto zig-zag de su asimismo imprevisto pequeño timonel, es insufrible el cinismo de la galaxia podemita cuando se pone beatífica, angélica e inocente. Da igual que sea el núcleo que se agrupa alrededor de Pablo Manuel Iglesias, o esa sinuosa, ambigua y verborreíca Ada Colau, que cansada de tanto poner una vela a Dios y otra al diablo ha acabado por ponérsela a sí misma. Vayamos primero con el caudillo de 'Podemos', el hombre orquesta del populismo que se ha apoderado de aquel movimiento espontáneo, transversal, bienintencionado aunque cabreado, que fueron las mareas de indignados.

Aquella operación de trasvase de la indignación de los de abajo hacia una organización al estilo bolchevique fue como un ensayo del estraperlismo de Convergencia, que logró convertir, con los más tradicionales instrumentos de la retórica y la mentira, un estado de malestar ciudadano contra ellos en un sentimiento 'nacional' de humillación. La carta escondida en la manga de Artur Mas era la independencia como elixir milagroso...y oportuna cortina de humo antes de que en 2018 desaparezca el secreto bancario en Andorra.

Cuando un grupo sedicioso da, o intenta dar un golpe de Estado, sea cual sea el ámbito de la sublevación, y romper la unidad nacional consagrada en las leyes que rigen a ese Estado, unas leyes democráticas, una Constitución sometida a referéndum y votada masivamente, hay que dar por supuesto la reacción represiva y de autodefensa del Estado. El 'alzamiento' marca el punto de ruptura unilateral del diálogo, tal como se concibe el diálogo en las democracias: dentro de las instituciones y con sometimiento a las normas. ¿Alguien se imagina que en vez de que el Rey Juan Carlos pusiera en posición de firmes y a la orden a los Capitanes Generales y altos mandos de las FAS y el gobierno se subsecretarios, presidido por Francisco Laína, mandara entrar en el Congreso a liberar a los diputados secuestrados el 23-F el Estado hubiera negociado con Tejero una reforma de la Constitución para asemejarla al Fuero franquista?

La democracia es algo más prosaico y reglado: consiste en que se respeten las normas que caen en cascada, desde la Constitución hasta las leyes de la circulación.

Hay que acudir a los maestros de la ciencia política, por ejemplo, a los consejos de Maquiavelo: "El que tolera el desorden para evitar la guerra (o la revolución, apunto yo), tiene primero el desorden y después la guerra (o la revolución, insisto)".

Ante la hábil campaña de intoxicación y propaganda de los nuevos golpistas, apoyados por el habitual pirateo informático ruso de la era digital, procede dejar clara una cosa principal: Es falso que el voto sea la única exigencia democrática, la palomita de la paz constituyente. El espíritu santo democrático. Y que cualquier salida para atajar la rebeldía tiene que pasar por un consenso con los rebeldes para cambiar a su gusto las reglas del juego. Decía De Gaulle que lo importante en política es sentar un precedente. Y si en la política española se sienta este precedente, el país sería absolutamente ingobernable e imprevisible. Los actuales niveles de excentricidad se convertirían en simple subnormalidad. Según Paracelso, "el veneno es la dosis", y aumentar el porcentaje de estupidez más allá de los límites del postureo esnobista nos llevaría al caos irremediable. Pedro Sánchez debería reflexionar sobre ello.

La democracia es algo más prosaico y reglado: consiste en que se respeten las normas que caen en cascada, desde la Constitución hasta las leyes de la circulación.

Llegados al punto de la insurrección, el Estado actúa siempre de la misma forma: advirtiendo primero, y empleando después la fuerza que el Gobierno de la nación está legitimado para utilizar, de manera proporcional a la amenaza. Nunca la fuerza puede ser inferior al riesgo, porque en ese caso, el riesgo crece en proporción directa, corregida al alza, a la incapacidad de disuasión y neutralización de la amenaza. Y ante una declaración unilateral de independencia por parte de los golpistas, sea a plazos o en diferido, que nadie se rasgue las vestiduras: es jurídicamente inevitable la detención de los cabecillas y sus colaboradores. Y, ver los tanques en la calle si la situación lo requiriera.

¿Dónde está el cinismo insufrible de Pablo Manuel Iglesias y los suyos? En que actúan igual que los curas que le dicen a los feligreses que someten a controversia su comportamiento, "no hagas lo que yo hago, sino lo que yo digo".

Gracias a YouTube y al invento mágico de los 'smartphones' no se ha podido ocultar por los conspiradores la realidad de las provocaciones, los insultos, la desobediencia, las agresiones tumultuarias de la masa convertida en populacho a los agentes de la Autoridad, el desacato abierto y desvergonzado a los tribunales, las leyes tomadas a pitorreo callejero, las amenazas y agresiones a policías y guardias civiles, los piquetes que empezaron a dividir en dos a la ciudadanía catalana, creando las condiciones objetivas para una guerra civil 'blanda'....

Ahora el desafío es imponer la Ley y el orden y revisar lo que se ha hecho mal para hacerlo bien, empezando por el principio: ajustar las tuercas del sistema autonómico.

¡Hay que dialogar!, claman aún, pese a las evidencias, las almas puras y bondadosas. La policía, en todos los países, no está para dialogar. No es esa su función, sino la de los políticos. El diálogo tiene sus cauces, que al agotarse abren la puerta a la disuasión, primero, y a la represión, después. El operativo del Estado cumplió todos los trámites: el presidente del Gobierno –con independencia del análisis sobre la gestión de la crisis, que se remonta a hace más de una década- advirtió repetidamente de que el Estado actuaría en defensa de la unidad de España y de la Constitución y del Estatuto de Autonomía de Cataluña, con todos los medios a su alcance. Si no le creyeron ese es el problema de los incrédulos, o los hipócritas; lo mismo advirtió el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General; luego, el gobierno envió cuatro mil agentes antidisturbios de refuerzo, a bordo de dos buques de crucero utilizados como 'casas cuartel' flotantes. Los heridos o contusionados por las porras lo fueron porque se encontraban en franca rebeldía haciendo frente a las fuerzas de la ley y el orden.

No hay duda a estas alturas del enredo de que la progresión de la desestabilización era la estrategia diseñada por los 'autores intelectuales' de la subversión, que consumaron el primer acto de la enésima parte del golpe en el preciso momento en que el Parlament aprobó las leyes que derogaban de facto la Constitución y el Estatuto, y encajonaron la democracia entre paréntesis.

Todos los países europeos han tenido, en algún momento, que recurrir a la porra, a la formación policial cerrada, inventada por las legiones romanas, para defender el orden constitucional y la seguridad de todos sus ciudadanos. Lo tuvieron que hacer en la Europa crispada por las tácticas desestabilizadoras y expansionistas de Moscú en la 'guerra fría. El Kremlin movió como peleles a los bondadosos y altruistas pacifistas durante la 'crisis de los misiles' desatada por... la URSS al romper el 'statu quo'. Aquellas algaradas – como las de Mayo del 68 en París- fueron reprimidas según métodos estrictamente profesionales, que, lógicamente, ocasionaron más lesiones y tropezones que el método bondadoso de isopos con agua bendita. La disolución de grupos neonazis en Alemania, siempre acaba con contusionados. Lo mismo que las protestas por los recortes en Atenas sin que Podemos, o los restos de IU, pidiera beato espíritu misionero. Cada reunión del G-20 es una nueva ocasión de comprobar cómo actúan las unidades especiales de la policía de los diferentes países sedes hasta conseguir el control absoluto de la situación. Ahí tiene Rufián un buen álbum de fotos para ilustrarse, aunque lo que "natura non dat, Salamanca non prestat".

La verdad es que la porra al servicio de la democracia ha contribuido decisivamente a proteger las libertades de las sociedades europeas. El problema es que todo tiene que hacerse en su momento, y sin complejos. Y aquí se ha dejado pasar irresponsablemente el tiempo. Ahora el desafío es imponer la Ley y el orden y revisar lo que se ha hecho mal para hacerlo bien, empezando por el principio: ajustar las tuercas del sistema autonómico para que la descentralización no desemboque en reinos de taifa y en anarquía. Porque la subversión comenzó, como un calabobos, cuando por simples cuentas de equilibrio electoral se toleró el primer chantaje nacionalista y cuando se miró para otro lado mientras se sembraba el odio y la mentira.

Ahora, a ajustar el Sistema, con 'seny'.

Síguenos también en el Facebook de HuffPost Blog

MOSTRAR BIOGRAFíA

Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.

Comentar:
comentar / ver comentarios