La pesadilla de Theresa May
La primera ministra británica se ha complicado unas elecciones que parecían ganadas
Theresa May pensaba que lo tenía hecho: convocó las elecciones en Reino Unido segura de que haría más mayoría su mayoría absoluta, de que así lideraría el Brexit a su forma, un divorcio duro bajo el auspicio de su firme liderazgo. Pero se ha dado de bruces con la realidad: los laboristas de Jeremy Corbyn le pisan los talones, ha cometido un sinfín de errores en la campaña y el terrorismo ha irrumpido, de nuevo, en su camino. La suma de todos estos factores hacen que este 8 de junio lo que para ella pintaba como un camino de rosas se haya tornado en pesadilla. Si las cosas no cambian, y tiene tres días para conseguirlo, es más que probable que gane, pero May se verá ante una postura aún más débil de la que tenía antes de convocar estas elecciones.
"Pensó que iba a ganar cómoda, fácilmente, y sin mucho esfuerzo. Ahora está evidentemente desilusionada", asegura Iain Begg, profesor de política en la London School of Economics (LSE). "Esperaba que su mayoría se incrementara sustancialmente. Si al final no amplía en 50 escaños su mayoría, será un resultado bastante malo para ella", sentencia. La mayoría absoluta la dan 326 escaños. En la actualidad los conservadores tienen una frágil mayoría absoluta: tienen 331, de ahí que May quiera 50 más. Con ellos, los conservadores confían en que pueda negociar la salida de la Unión Europea con las manos libres y las espaldas cubiertas. Pero la jugada se le está torciendo.
El último sondeo publicado este lunes por YouGov sitúa al Partido Conservador en 308 asientos, a 18 de la mayoría absoluta en el Parlamento de Westminster. Mientras, el Partido Laborista de Jeremy Corbyn continúa su escalada y se sitúa ya en 261 escaños (en la actualidad tiene 232), cuatro más que en el último sondeo publicado el viernes por la encuestadora.
Con estos datos la propia May no puede negar que la principal culpable de estos resultados es la propia May. ¿Y por qué? Para empezar, por una campaña electoral que ha jugado muy mal, desastrosamente.
Sólo un día después de presentar su programa, May tuvo que dar marcha atrás a los recortes sociales anunciados —en concreto al ya bautizado como "impuesto de la demencia"— ante las críticas de sus propios electores. Esto provocó que el Brexit pasara a un segundo plano y todo se centrara en el plan tory de hacer pagar los cuidados sociales a los jubilados que posean casas valoradas en más de 100.000 libras (115.000 aproximadamente). El plan cayó como un jarro de agua fría sobre los votantes mayores de 55 años, donde el dominio de los conservadores ha sido hasta ahora casi absoluto.
Esta reforma de la asistencia social fue el mayor paso en falso de la premier en lo que va de campaña, y preocupó desde el primer momento entre quienes ven cómo su casa podría ser vendida después de su muerte para pagar por la atención recibida, en lugar de pasar a sus descendientes. Algo parecido le sucedió cuando se arriesgó a proponer subidas de impuestos, opción que también desechó. No es de extrañar, por tanto, que su candidatura se perciba como inestable, insegura y hasta opaca. "Todo esto ha afectado a cómo se la percibe", admitía a la agencia AFP Paul Howell, candidato conservador del noreste de Inglaterra. A estas alturas nadie parece entender bien qué es lo que quiere. Porque parece que, en realidad, su única obsesión es la del Brexit, la del nacionalismo.
Prueba de ello es cómo ha pasado al ataque, recurriendo a un lenguaje más propio de la extrema derecha, apelando a aquello de "foreigners go home" ("extranjeros id a vuestras casas"), y amenazando con que la alternativa a ella es una "coalición del caos" liderada por Corbyn y apoyada por la independentista escocesa Sturgeon y el europeísta Farron (liberal).
May ha dicho mucho, ha prometido un sinfín de avances, pero no ha conectado con la gente. No ha sido capaz de ofrecer soluciones a los problemas clave: el descenso de tolerancia hacia los demás, una economía poco productiva, la desigualdad creciente, el populismo, un Parlamento débil, los sueños irreales de grandeza imperial. Y por si todo esto fuera poco, no se presentó al único debate televisado que ha habido entre todos candidatos. Esta decisión le valió que la fustigaran abiertamente, tachándola la de "débil y cobarde".
No sólo la criticaron sus contrincantes, sino que en las redes se podía tomar el pulso a la perfección de lo que sentía la ciudadanía: "Ser un líder significa mostrarse. Theresa May debería haberse dejado ver en el debate"
"Cobarde" o "Los tories han construido toda su campaña alrededor de una persona: Theresa May. No se le podía pedir que acudiera al debate de esta noche", fueron algunas de las frases que se pudieron leer en Twitter. Y paralelamente, la canción "Liar, Liar", del grupo londinense Captain Ska, que llama directamente mentirosa a la líder conservadora y cuestiona sus promesas electorales, se hacía viral. Para pesadilla de May, el tema ha llegado a alcanzar el número uno en iTunes compitiendo con la versión de "Despacito" de Justin Bieber o "One Last Time" de Ariana Grande.
Y la guinda del pastel ha sido que en la campaña también ha irrumpido el terrorismo. Los dos atentados que ha sufrido el país en dos meses han provocado que May haya dicho "basta" y que haya propuesto que reformar la legislación antiterrorista para luchar contra la "malvada ideología" del extremismo islámico. La primera ministra se ha mostrado partidaria de tomar nuevas medidas para evitar la radicalización a través de internet, además de pedir que la Policía cuente con las capacidades necesarias para combatir la amenaza terrorista y establecer penas más duras para algunos delitos. Admitió, por tanto, que las cosas se han hecho mal. Lo que los británicos le recuerdan ahora, tras sus palabras, es que ella fue ministra del Interior, por lo que parte de culpa, aseguran, tienen. De ahí que Corbyn haya dado un paso al frente y haya pedido su dimisión.
Sí, Corbyn, ese candidato que cuando May convocó las elecciones estaba bajo asedio por todas partes, por sus ideas radicales o por su pacifismo, debilitado por sucesivas rebeliones dentro de su partido, de quienes creían que era imposible ganar unas elecciones con él al frente. May no podía soñar con un mejor oponente. Así, concentró su campaña en afirmar que Corbyn "no está a la altura" y en que ella era la única capaz de conducir las negociaciones de salida de la Unión Europea.
Pero Jeremy Corbyn ha frustrado el pronóstico. Hasta los medios, que le han fustigado hasta la sociedad, valoran sus avances. Un columnista del diario conservador The Times, Philip Collins, ha admitido que los laboristas "han hecho una buena campaña" y "el crédito es también de Jeremy Corbyn, que estuvo mucho mejor de lo que esperaba."
May deberá lidiar también con el hartazgo de los británicos, que nunca han destacado por su alto nivel de participación en los comicios, ésta es su tercera votación en tres años tras los comicios de 2015 y el referéndum sobre la permanencia en la UE de junio de 2016. May necesita sí o sí una alta participación.
Pese a todos estos frentes abiertos en su contra, es más que probable que Theresa May gane este jueves. Y, visto lo visto, es para darse con un canto en los dientes.