La pandemia titiritera
“Primero la vida y después el cine”, ha citado el ministro, y yo le repito, la cultura es la vida.
El condescendiente encuentro del ministro de Cultura la pasada semana con parte del sector cultural me ha recordado a ese momento en el que tu novio te llama y te dice: tenemos que hablar. Y cuando os encontráis te deja, sí, ha dado la cara y te lo ha dicho, pero al final te deja.
Su posterior anuncio de una nueva reunión, me recuerda a cuando, pocos días después, tu novio te vuelve a llamar y te dice que se ha arrepentido y que te echa de menos. Volvéis, pero es complicado que funcione porque la confianza ya se ha roto.
No voy a repetir las decenas de artículos y crónicas, que inteligentemente han escrito compañeras y compañeros periodistas estos días, yo quiero recordar, a aquellos que todavía no lo tienen claro, que el sector de la cultura es parte de la vida.
Tan imprescindible, tan esencial como la economía o los bancos a los que se salva siempre, como el sector de los grandes medios de comunicación al que se le ofrecen ayudas de rescate en estos tiempos (porque los pequeños siguen teniendo que sobrevivir haciendo continuos recortes) o como determinadas empresas que sí han recibido ese apoyo.
A ellos no se les critica por preocuparse por su ombligo, ni se les trata de insensibles por mirar por su propio pan cuando hay gente que está muriendo cada día. Pero a la cultura sí, “esos desalmados titiriteros que quieren chupar del bote una vez más”.
Sólo voy a poner un pequeño ejemplo como reflejo extensible de lo que posiblemente ocurrirá en todo el tejido cultural. Según un informe del Comité profesional de galerías de arte, hasta un tercio de las galerías francesas podrían cerrar antes de finales de este año por las pérdidas derivadas de la pandemia. Y si esto puede pasar en Francia, trasládenlo al panorama español donde las galerías y su músculo suponen un porcentaje ridículo dentro del mercado europeo.
El Gobierno francés ha destinado 22 millones de euros para apoyar la cultura, la partida de Italia es todavía mayor. Alemania la ha incluido entre los bienes de primera necesidad, lo mismo que en Bélgica. Y en España, solo tras un apagón cultural y duras críticas en los distintos medios, el Gobierno ha decidido repensarse su apoyo.
¿Por qué este sector y los que lo conforman son ciudadanos de segunda en este país? ¿Por qué no se les da el valor que merecen? ¿Por qué siguen siendo los bufones en la corte del capitalismo actual?.
La artista María Cañas dijo hace poco que la creatividad no nace del aburrimiento, sino de la pasión. En estos tiempos de horas muertas, de reinvención de nuestro horario vital y reestructuración de las rutinas, todos pensamos que podemos ser artistas, creadores y creadoras. Que podemos acabar o empezar esa gran obra que siempre ansiamos y que no tuvimos tiempo porque la vida, ya saben, te arrastra y consume. Lo que no nos hemos parado a pensar es que la vida arrastra y consume a todas y todos, y mientras unas la dejan pasar, otras, ganan premios Planeta, hacen documentales o escriben ensayos.
Nos enfrentamos a dos semanas más de confinamiento por delante, ¿cómo llevan esa novela, ese poemario, ese proyecto de vídeo? Ya saben, sólo es cuestión de tiempo y, si algo nos sobra ahora, además de aplausos, es tiempo.
Ahora es momento de poner en valor a nuestras creadoras y creadores, esos que algunos políticos llaman “titiriteros” (denigrando una profesión muy digna como es el teatro de títeres). Yo animo a estos políticos que tienen más tiempo, les animo a ustedes a que rematen esas piezas de arte y esos best sellers, a que comprueben que hacer cultura, de la buena, de la que hace reflexionar, no sólo entretener y decorar, de la que habla de la realidad no es tan fácil. Nina Simone decía: “¿cómo puedes ser artista y no reflejar tu tiempo?”.
La cultura no es solo el mercado, no es Instagram ni se hace a través de las redes, necesita, como todos los pilares básicos de una sociedad, cimientos, apoyo y sobre todo confianza institucional y política. No puede ser sólo es ese amigo guay al que te arrimas porque te da prestigio, valor simbólico y te hace moderno, porque también es ese amigo que siempre te dice la verdad. Como cita Terry Eagleton en su libro Cultura: “La cultura es morder la mano del que te da de comer”.
La cultura es análisis, es autocrítica, es abrir los ojos, es ayudarnos a entender la realidad, es hacernos críticos con lo que nos rodea y con nosotros mismos. “Primero la vida y después el cine”, ha citado el ministro, y yo le repito, la cultura es la vida.
La cultura no son titiriteros, la caza no es un deporte, el aburrimiento no es creatividad, el arte no es entretenimiento ni decoración, buscar apoyos no es vivir de subvenciones, aplazar no es desaparecer.
Amigas y amigos creadores les doy toda mi fuerza, y al resto, les animo de verdad, a comprobar en estos días con más tiempo, si ser “un titiritero” está al alcance de todos los tediosos y tediosas, deseando leer sus best sellers publicados cuando todo esto acabe.