La ocasión no la pintan Calvo
Las claves de la semana.
Decía Johann Cruyff que el fútbol debía ser siempre un espectáculo. Y ahora que este Gobierno ha decido echar mano del argot futbolístico para justificar sus errores, seguro que si el holandés levantara la cabeza diría que donde cada semana se interpreta una gran función no es en el terreno de juego, sino en la política. Otra cosa es que el respetable disfrute de ella, que a menudo suele ser lo contrario cuando los intérpretes no conocen siquiera la letra de su propio libreto.
Al Ministerio de Trabajo le han metido "un gol por toda la escuadra", según palabras de su responsable, Magdalena Valerio. Y el tanto se lo ha anotado La Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS) al conseguir inscribirse como sindicato en el Departamento que dirige la socialista quien, como todo su partido, es firme defensora del abolicionismo.
Con la inscripción lo que ha hecho el PSOE es legalizar de facto la prostitución, la esclavitud sexual y la trata, lo que ha provocado una crisis interna en el Gobierno además de un profundo malestar en el feminismo. Y todo por un despiste, dicen, de vaya usted a saber quién, que ha obligado a Pedro Sánchez a apagar un nuevo incendio, esta vez en una materia especialmente sensible y de la que el socialismo siempre ha hecho bandera.
Que fallaran los instrumentos de control en el Ministerio de Trabajo no tiene un pase, pero que Carmen Calvo, responsable del Ministerio de Igualdad, no haya dicho una palabra al respecto de un asunto de la que es máxima responsable, es un baldón que arrastrará para los restos. Ya puede explicar que nadie le consultó, que no fue informada, que la culpa fue de una directora general o que ya se han iniciado los trámites para ser subsanado el dislate... Pero no escapará del desgaste.
Mucho menos cuando la polémica llega en un momento en el que desde distintos frentes del PSOE y del Gobierno ha cuajado la crítica por la ausencia de coordinación entre los ministerios y entre La Moncloa y el Parlamento, atribuciones ambas que corresponden a la vicepresidenta Calvo.
Las votaciones fallidas en el Congreso sobre RVTVE el pasado julio, los cambios de fecha y procedimiento sobre la exhumación de Franco y el destino del Valle de los Caídos, la defensa del juez Llarena ante la justicia belga, las negociaciones políticas sobre el techo de gasto y, esta semana, el sindicato de prostitutas son sólo algunos de los incendios atribuidos a la vicepresidenta por sus compañeros y que Sánchez se ha visto obligado a apagar casi siempre desde fuera de España. Esto por no hablar de las quejas de los distintos grupos parlamentarios que apoyaron al Gobierno en la moción de censura y que ha tenido que aplacar el presidente en varias ocasiones personalmente.
Tanto es el poder y tanto el trabajo que acumula la vicepresidenta en razón de su cargo que le faltan horas para la coordinación y, dicen también, que algo de mano izquierda para el trato con sus colegas del Consejo de Ministros. Sus errores y su conocida tendencia a monologar más que a dialogar o escuchar, le han valido ya más de un enfrentamiento con los responsables de Interior, de Trabajo y del Gabinete de la Presidencia, concretamente con Iván Redondo, a quien el presidente ha dado más atribuciones políticas de las que nunca tuvo ninguno de sus antecesores en La Moncloa.
Ya antes de llegar al Gobierno, el exasesor del popular Monago aterrizó como consultor en Ferraz y su opinión empezó a pesar más en Sánchez que la de los miembros de su dirección. Calvo se posicionó entonces del lado de la alianza tejida entre Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, Juanma Serrano, ex jefe de Gabinete de Sánchez y hoy presidente de Correos, y Maritxa Ruíz, directora de comunicación del partido, contra Redondo. Y de aquellos polvos, estos lodos.
El gol, como diría la ministra de Fomento, no habría sido por toda la escuadra, sino en propia meta pues respondería más bien a la ausencia de acoplamiento de un equipo en el que, como en todos, empieza a haber fobias y filias. La ocasión, a diferencia de lo que dice el refrán sobre las oportunidades que se deben aprovechar, no la pintan Calvo, ya que lejos de usar la solicitud del sindicato de prostitutas para reabrir el debate sobre la prostitución y situar en el centro del reproche al prostituidor o la necesaria tipificación de delitos, el PSOE vuelve a demostrar que una cosa es decir y otra hacer, también para los Gobiernos feministas.
Hasta aquí la sección de incendios monclovitas. Sobre la guerra de lazos y la política bronca, que también ha ocupado mucho espacio en la agenda semanal, ya hablaremos en otra ocasión porque seguirá por expreso deseo de Albert Rivera. El otoño promete nuevas entregas. O alguien impone por decreto la mesura o no será posible frenar esta escalada, en la que ya sólo vale militar sin ambages en la radicalización o en la crispación.