La nueva izquierda en los Balcanes
Artículo escrito en colaboración con Ruth Ferrero Turrión, profesora de ciencia política y estudios europeos en la Universidad Complutense de Madrid.
La Presidencia búlgara de la UE se ha percibido desde los Balcanes Occidentales como una ventana de oportunidad para avanzar en el proceso integración en las instituciones europeas. El propio canciller federal austríaco, Sebastian Kurz, exigió antes del inicio de la cumbre de los Balcanes celebrada este jueves, dar a estos países "una perspectiva europea" para evitar que el incremento de la influencia rusa y turca en lo político, y la china en lo económico. Una de las preocupaciones de los países de la región y que, a buen seguro se mantendrá con la presidencia austriaca de la UE en el segundo semestre de 2018. Sin embargo, no son pocos los gobiernos que se oponen a impulsar este proceso de ampliación al plantear las discontinuidades con el resto de los Estados Miembros, alegando la falta de convergencia de estos países en términos económicos, de libertades y derechos, así como, los altos índices de corrupción.
Tras el fin de las guerras de los Balcanes a mediados de los años 90 y el surgimiento de, al menos, seis estados como consecuencia de la disolución de Yugoslavia, las sociedades de estos países se enfrentaron con un escenario complejo con el que comenzar su reconstrucción. La situación de post-conflicto, post-socialismo, post-yugoslavismo desde luego no facilitaba la tarea y esto condicionó que el proceso de cambio político, económico, social e institucional se desarrollará sobre mimbres esencialmente neoliberales sostenidos sobre procesos de privatización acompañados de desindustrialización y de grandes beneficios para bancos e inversores. Este proceso transformador alcanzó en los años 2014/15 un incremento espectacular del desempleo, especialmente el juvenil, llegando éste a situarse en torno al 40%, y lo que es más llamativo, el aumento de la deuda externa, especialmente en los casos de Eslovenia y Croacia, ya miembros de la UE, con un 80% y Serbia donde se alcanzó el 70%. Si antes era la visión titista de Yugoslavia lo que unía a la región, hoy podemos decir que es el paro y la precariedad.
Paro, precariedad, privatizaciones y corrupción se han convertido en el motor de un ciclo de movilización social que llevamos presenciando en la región desde el inicio de la crisis económica en el año 2008, exactamente el mismo ciclo que llevó a las Primaveras Árabes, al 15M o al movimiento Occupy Wall Street. Una ola de movimientos sociales que también ha tenido su correspondencia balcánica y, en algunos casos, ha recogido algunos logros, lo que ha reforzado la dinámica de interconexión de las protestas en el conjunto de la región durante este ciclo.
Y es en este contexto de movilización popular cuando comienza a surgir una "nueva izquierda" balcánica alejada tanto de los postulados de los ex-comunistas como de la izquierda socialista post-yugoslava que había aceptado, apoyado y puesto en marcha sin pestañear las transformaciones de corte neoliberal y privatizadoras que tuvieron lugar entre 1995 y 2014. Los nuevos vectores de movilización de esta "nueva izquierda" se sostienen sobre tres pilares fundamentales: las protestas por la regeneración democrática, la defensa del "común" y la movilización obrera.
La movilización social de una ciudadanía, anestesiada durante más de una década tras las guerras de los 90, pedía regeneración democrática y peleaba contra la corrupción política en las calles de Zagreb (2011), Maribor y Ljubliana (2012). Pero también en los bastiones obreros de Tuzla y en otras ciudades de Bosnia se pedía "justicia social" (2014), así como en Macedonia entre 2015 y 2017, que terminaron con la salida del gobierno del nacionalista conservador Grevski. Las prioridades de la ciudadanía comenzaron a cambiar, ya no es la adscripción étnico-nacional, sino la lucha contra la pobreza, la corrupción, el desempleo o la desigualdad la que hace salir a las gentes a las calles.
Pero en los Balcanes no sólo se pide regeneración política, sino también la defensa del común, incluidos el derecho a la ciudad, a la naturaleza y a los servicios públicos (educación, salud) contra las privatizaciones de los mismos. Se crea así un movimiento transnacional en toda la región que pelea por la protección de parques, plazas, y contra la gentrificación bajo el lema Pravo na Grad (Derecho a la Ciudad). Zagreb, Belgrado, Montenegro, Dubrovnik o Banka Luka son algunos de los escenarios de esta movilización. En Zagreb por la defensa de plazas y calles; en Banja Luka contra la expropiación el Parque Picin para construir apartamentos.
También hubo protestas en Belgrado, bajo el lema Ne da(vi)mo Belgrade (No hundáis Belgrado), cuyos promotores se levantaron contra el proyecto "Belgrado Frente al Río" que pretende construir apartamentos de lujo frente al río Sava, financiado con fondos de Emiratos Árabes. En este último caso, parte del movimiento está detrás de la plataforma política ciudadana que quiere conquistar el ayuntamiento de Belgrado en las elecciones municipales de este año, inspirándose en experiencias municipalistas como las de Barcelona en Común o Ahora Madrid.
Pero si en algún movimiento ciudadano se puede observar la presencia de esa "nueva izquierda" balcánica es en el ámbito de la lucha contra la privatización de la educación superior. Las ocupaciones de las universidades en Zagreb (2009), Belgrado (2011), Lijbliana (2011) y Macedonia en 2014, junto con las protestas estudiantiles en Bosnia, Montenegro y Kosovo, han servido de plataforma para el fortalecimiento de esa incipiente "nueva izquierda" balcánica.
Sin embargo, lo anterior no tendría las actuales repercusiones dentro del ámbito de la política institucional sin la colaboración esencial del movimiento obrero en la región y su lucha contra las privatizaciones y el modelo económico neoliberal, del que la revuelta de Tuzla es quizá la lucha mas simbolica. La alianza entre estudiantes, movimientos urbanos, grupos de izquierda movilizados e intelectuales y artistas son los que hacen posible que, poco a poco, pero cada vez de forma permanente, nuevas fuerzas políticas de izquierda alcancen resultados electorales que hace apenas cinco años eran impensables.
Así, encontramos fuerzas políticas como Vetëvendosje en Kosovo, la Izquierda Serbia, a cuyo líder Stefanovic es conocido como el Tsipras serbio, la Nueva Izquierda en Croacia, Levica en Macedonia o el partido Montenegro en Positivo. Todas utilizan un discurso político que plantea cuestiones como el anti-colonialismo, la justicia social, los derechos civiles o el derecho a la ciudad de una manera nunca antes vista en los Balcanes y que poco a poco va calando entre las poblaciones. De hecho, es posible que por primera vez esta izquierda alternativa balcánica consiga tener representación en el Parlamento Europeo, tanto por Croacia como por Eslovenia.
Una izquierda balcánica que también está explorando espacios de encuentro y convergencia internacionales e internacionalistas, a nivel regional y con otras fuerzas europeas. Es el caso del festival Subversive celebrado esta semana en Zagreb. Un encuentro concebido inicialmente como festival de cine alternativo y que, 11 ediciones después, ha crecido, mutado y se ha consolidado en un foro político de referencia que reúne cada año a activistas y militantes de distintos grupos de esta nueva izquierda balcánica junto con figuras de la izquierda europea (Terry Eagleton o Eric Toussaint, entre otros, en esta edición).
Así pues, más allá de las grandes declaraciones formales de estos días sobre los criterios de convergencia con las instituciones europeas, que la mayoría de las veces únicamente remiten al cumplimiento de las reformas estructurales neoliberales impuestas por la UE, quizá sea el momento de aprovechar los vectores que están movilizando a las poblaciones, tanto en los Estados Miembros de la UE como en los Balcanes, para establecer alianzas entre todas las fuerzas sociales y políticas del cambio.
Hoy es esa otra Europa que llevan en sus mochilas quienes, en cada rincón del continente, luchan en los centros de trabajo y de estudio, en los parlamentos y en los espacios urbanos, la que genera mejores alianzas y acciones para romper la camisa de fuerza que imponen los tratados europeos a quienes vivimos tanto en Estados Miembros como en países candidatos a serlo. Puentes que se apoyan en reivindicaciones comunes y universales de más democracia, más justicia social y más derechos.