La noche más oscura de Andalucía
Todos somos culpables. La permisividad con la que hemos tratado a la ideología franquista en la Andalucía constitucional ha sido la base de la irrupción política de Vox. Desde los gobiernos nacionales no se ha impulsado un conjunto de iniciativas que hicieran romper con el pasado negro para siempre. Acciones como despojar a la familia Franco de la fortuna heredada tras la dictadura, o penalizar legalmente la exhibición de símbolos que puedan asociarse a la exaltación del fascismo.
Nosotros mismos hemos sido muy condescendientes al ver enarbolada la bandera con el Águila de San Juan en la habitación de un amigo, al parar con curiosidad a la altura de Despeñaperros en Casa Pepe, al no intervenir en una conversación donde creíamos que todo caía por su propio peso. De modo inconsciente cavilábamos que se trataba de algo tan friki, anacrónico y sacado de contexto en la Europa democrática, que jamás podría manchar el espíritu de concordia constitucional. Nos hemos equivocado, no son frikis, son fascistas, que además han mostrado una gran organización al colocar apoderados e interventores de Vox con suma facilidad en los colegios electorales. Y ahora tienen la llave de la gobernabilidad del palacio de San Telmo.
Hemos jugado frívolamente con el fuego de la extrema derecha, creyendo que nunca más volvería a prender en estas tierras.
Los doce escaños de Vox en la elecciones andaluzas han sido celebrados en Europa por Marine Le Pen y las otras formaciones de extrema derecha. Incluso ha recibido la felicitación del líder del Ku Klux Klan, David Duke, que estuvo al frente de la organización racista en la década de los 70, y que más recientemente fue uno de los convocantes de la marcha de supremacistas blancos en Charlottesville.
No pueden existir peores presagios.
Aparte de la noche del pasado domingo 2 de diciembre ha habido otros días de funesto recuerdo para la comunidad andaluza. El 4 de diciembre del año 1977 fue asesinado Manuel José García Caparrós, de un disparo efectuado por la policía armada, en una manifestación que reivindicaba la autonomía para Andalucía en Málaga. Dos años después Fuerza Nueva abría fuego contra la multitud que celebraba el día nacional de Andalucía en Córdoba. Ese mismo día también en Sevilla se registraron incidentes vinculados con la misma organización. El Gobierno de Suárez clausuró las sedes de Fuerza Nueva en las dos capitales, pero al igual que Trump en los disturbios de Charlotesville, culpó también a la izquierda de los incidentes ocurridos. Esa falta de contundencia en la condena pública a la ultraderecha nos ha llevado en parte a la tesitura actual.
Los 36 años de gobierno socialista en Andalucía, con luces, pero también plagado de sombras, han terminado por desangrar a un partido al que ya se le advertía los síntomas de una severa hemorragia.
El otro factor de gran calado ha sido la exaltación del nacionalismo español ante el independentismo de Cataluña. Estas elecciones eran las primeras tras aquel octubre catalán, y por eso mismo se ha votado en clave nacional.
En este entorno nos ha sobrevenido una campaña política vergonzante por parte de los partidos tradicionales. La confluencia de izquierdas, Adelante Andalucía no ha sabido trasladar sus buenas ideas, además de rayar el ridículo en medios sociales. Mientras que Ciudadanos ha lanzado un discurso centralista, acentuando la intensidad al hablar sobre Quim Torra y Cataluña.
Tal marco desalentador ha desmotivado a los electores menos politizados, que han preferido abstenerse de manera masiva hasta representar el 41,35% de la población que tenía derecho a voto.
En el caso de Vox ni siquiera ha desarrollado un programa político concreto para Andalucía. Ni una sola propuesta a nivel económico, educativo o social, solamente se ha presentado con su estandarte de medidas urgentes para España, entre la que destaca el punto número 6, la casi supresión del estado autonómico.
De este modo, postulándose a un parlamento en el que no cree, ha conseguido casi 400.000 votos. La mitad de ellos, según el sociólogo Narciso Michavila, provienen de antiguos votantes del Partido Popular, y la otra mitad se reparten entre andaluces que apostaron en las anteriores elecciones por Ciudadanos, pero sorprendentemente también por el PSOE. Asimismo, Michavila destaca que la formación verde "ha conectado con los varones que se sienten atacados por la defensa del feminismo".
Ahora toca la guerra de poderes por constituir la Mesa del Parlamento de Andalucía, que será fundamental para organizar el trabajo interno parlamentario, así como controlar los tiempos. Después, los posibles pactos de gobierno y la investidura. Mientras tanto, ya han empezado las primeras movilizaciones en repulsa a que una organización de extrema derecha conforme parte de la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Aquel partido que pacte gobierno con Vox se quitará la máscara de la mesura política definitivamente.
Qué opinarán en las filas de Merkel, o en las de Macron, respectivos socios europeos de Partido Popular y Ciudadanos, si alguno de estos o ambos pactan con un partido fascista. Una posibilidad que en sus países no se les pasaría ni un segundo por la cabeza a la CDU o LaREM.
En 2019 habrá elecciones municipales, autonómicas, generales y europeas. Todos estamos invitados; el movimiento feminista, la izquierda anquilosada, la derecha moderada, o cualquier ciudadano demócrata y constitucional tiene la responsabilidad de que un partido de ultraderecha no sea la clave de la gobernabilidad en los siguientes comicios.
Es la hora de que las personas que creen en una Europa contemporánea y multicultural construyan un cordón sanitario antifascista, sea por Andalucía libre, España y la humanidad.