La nadadora Teresa Perales ayuda a traer a España a una rival ucraniana y a sus hijos
Olena Akopyan ya está con sus hijos en Zaragoza. "Lo hice por amistad, nos puede pasar a cualquiera", dice la medallista española sobre una de sus mayores competidoras.
Escapar de la guerra es un trance terrible. Hacerlo con dos hijos a cuestas y en silla de ruedas lo dificulta. Cualquier traslado, cualquier intento de esconderte, se hace casi misión imposible. Complicada era la situación de la ucraniana Olena Akopyan, parapléjica, nadadora profesional, pero la intervención de su amiga y competidora, la española Teresa Perales, ha hecho que ya esté en España. Refugiada pero a salvo.
“Todos los días me despierto y lo primero que pienso es en toda la gente de Ucrania que está sufriendo tanto. Hoy estoy muy contenta porque he conseguido hablar con una nadadora amiga”, decía Perales en su cuenta de Twitter apenas cuatro días después de comenzar la invasión de Rusia en Ucrania. A su tristeza general, propia de cualquiera con corazón, sumaba una particular, porque su amiga Olena estaba intentando huir de las bombas hacia el interior del país. “Tiene dos niños y ella va en silla de ruedas de ruedas. Los búnkers no son accesibles. Su marido se quedó obligatoriamente donde vivían. Me siento impotente”, lamentaba la deportista aragonesa. Todos los hombres en edad de pelear han sido forzosamente reclutados en Ucrania.
Pero las cosas, en este caso, han acabado bien. “Después de días de incertidumbre y de mucho miedo por sus vidas, Olena y sus hijos, ya están conmigo. Agotados, pero a salvo. Este abrazo lo dice todo”, ha publicado la Premio Princesa de Asturias del Deporte en sus redes sociales.
La nadadora aragonesa ha empezado su hilo en Twitter dando las gracias a todas la entidades y personas implicadas en el proceso que ha permitido salvar a Olena y sus hijos (Accem, Fundación Día). Según explica, Olena vivía en Brovary, a apenas 20 kilómetros de distancia de Kiev, la capital ucraniana que hoy está completamente asediada. “Cuando empezó a escuchar las bombas, cogió todo lo que pudo y comenzó una odisea de huida para salvar a sus hijos”. Y recorrió nada menos que 736 kilómetros, 27 horas seguidas conduciendo, con destino a un centro paralímpico de rehabilitación en Lviv Oblast. Teresa Perales apunta que se trata de una persona “parapléjica, con un pie roto, mellizos de 11 años y dos gatos. Un auténtico ejemplo de valentía y de voluntad sobrehumana”.
Según indica, desde el centro paralímpico organizaron cómo podían trasladarlos a España. Antes, permanecieron descansando durante diez días en el centro, donde estaban unas 125 personas más: 40 niños y 3 bebés, 15 personas en silla de ruedas. “Después de tres días de viaje, y solo dos noches en el camino (estás sí, en hotel) y por fin a salvo”.
20 años y una guerra separan este abrazo, pero ahí está.
Teresa Perales ha contado en medios como La Hora de la 1 que su compañera estuvo 27 horas conduciendo para poder escapar. “Es el momento de venir”, le dijo, y comenzó la “odisea” de acompañarla, bonita y dura. La deportistas da consejos además para personas que quieran ayudar, por las limitaciones que hay en cuanto al acceso a cuentas bancarias.
Olena vivía en una ciudad a unos 30 kilómetros de Kiev, con su familia: “No sabía ni dónde ayudarla, porque no sabría cómo podría escapar, con silla de ruedas, dos hijos...” Y con la dificultad añadida de que Olena no puede refugiarse en un búnker porque “no son accesibles, así que la mejor manera para ella era huir. Y cuando oyó la primera bomba en su ciudad, cogió a los dos niños. Por suerte, tiene un buen coche”, añadió la española en la COPE.
Olena Akopyan y Teresa Perales se repartieron muchos de los podios de aquellas pruebas en las que compitieron juntas. Sin embargo, estuvieron mucho tiempo sin saber la una de la otra hasta que coincidieron en los últimos Juegos Olímpicos de Tokio: “Ella es periodista y fue a Tokio como tal. Ahí retomamos el contacto y nos dimos los móviles. Y cuando empezó la invasión, la pregunté qué tal estaba y ahí comenzó todo”, explicó Teresa. “Lo hice por amistad, nos puede pasar a cualquiera”, concluye.
Ahora, con el mundo dado la vuelta, se ven de nuevo. La Fundación Accem de Aragón ha cedido una vivienda para ella, sus hijos y sus gatos. Empieza una nueva vida.