La mujer que siempre quiso ser guardia civil
Si me preguntas si volvería a elegir mi profesión, diría rotundamente que sí.
Me ofrecieron escribir una reflexión desde mi experiencia de lo que supone para una mujer pertenecer a un cuerpo policial como la Guardia Civil. Y aquí me encuentro: ante una hoja en blanco, con muchas ideas desorganizadas en mi cabeza, con tanto que querer decir y sin saber cómo empezar.
No es nuevo para mí el quedarme en blanco cuando, sin esperarlo, me preguntan algo tan sencillo como por qué soy guardia civil. Y es que, pese a lo que pueda parecer desde otra perspectiva, para mí no supone nada extraordinario: siempre he querido ser guardia civil.
Soy consciente de lo extraño que le puede resultar a algunas personas —y de lo extraordinario que le puede parecer a otras— el que una mujer se dedique a una profesión como la mía. La imagen icónica de un guardia civil es la de un hombre con bigote, tricornio y con mala leche. Ese choque lo noto en las miradas cuando digo que soy comandante de la Guardia Civil.
Además, pertenezco a la cuarta promoción de oficiales de la Guardia Civil que contó con mujeres entre una mayoría de hombres y en breve seré la quinta mujer en ascender a Teniente Coronel. Por ello, soy consciente también de las muchas puertas que he ido abriendo a mi paso, siempre pionera junto con otras compañeras de camino, y de la responsabilidad que ha supuesto y supone. Dicho lo anterior, debería estar más que acostumbrada a contestar a este tipo de preguntas que con mucho cariño me han hecho desde que ingresé y a la que voy a tratar de responder.
¿Qué es lo que mueve a una chica que, a sus 18 años, decide encaminar su carrera a una profesión como la mía? Su vocación, pasión y amor por el servicio a los demás. Nada más. ¿He sentido miedo? Mucho. ¿He tenido dudas? Más. ¿Me he topado con dificultades? Con unas cuantas. ¿Hay machismo en la Guardia Civil? De eso también, como en toda la sociedad.
Ahora bien, si me preguntas si, a pesar de todo lo anterior, volvería a elegir mi profesión, diría rotundamente que sí. El amor por lo que hago cada día puede más que cualquier obstáculo o dificultad. Cada vez que una persona me agradece un servicio que he realizado —que es mi trabajo—, me siento más que recompensada ante todo lo que haya podido sufrir.
Tengo que confesar que no siempre ha sido fácil. En muchas ocasiones me he sentido “el bicho raro”, aunque a estas alturas ya he logrado acostumbrarme. Siempre he intentado evitar comportarme como algunos de “ellos” por el mero hecho de sentirme aceptada, no mimetizarme entre “ellos”, no hablar como “ellos”, no hacer ciertas “bromas” o mostrar ciertas actitudes, pero en alguna ocasión la situación me ha superado y me he dejado llevar para no ser señalada. Otras veces, las que más –y cada vez con más fuerza–, he alzado mi voz de mujer, con mis gestos de mujer y mi percepción de mujer para hacerme oír y ser valorada como guardia civil y mujer que soy.
Me quedo con estas ocasiones, y me perdono a mí misma las anteriores. No me considero una heroína y no siempre resulta fácil ser mujer en una institución históricamente masculinizada. La Guardia Civil se fundó en 1844 y las mujeres pudimos ingresar por primera vez en 1988, hace apenas 33 años.
Tampoco me considero en absoluto especial, pero no puedo negar que me siento orgullosa de pertenecer al pequeño grupo de mujeres guardias civiles que actualmente ostentamos los máximos empleos dentro de la institución. Hemos demostrado que somos igual de válidas, hemos roto parte de ese techo de cristal —qué poco me gusta ese nombre, que suena tan bonito cuanto es algo tan deplorable— y lo seguiremos rompiendo. Si algo me ha demostrado mi experiencia como pionera en muchos de los ámbitos de mi carrera profesional, es precisamente que las mujeres somos un valor añadido en la Guardia Civil.
He visto y vivido cómo el paso de mujeres en todos los puestos ha supuesto un cambio en las formas de enfocar las cosas, con nuevos criterios que complementan a los que ya se tenían, modernizándolos y adaptándolos a la nueva sociedad en la que vivimos, más plural, más inclusiva, más igualitaria.
Si hablamos de empleos con niveles de responsabilidad, las mejoras se multiplican exponencialmente, reforzando ese trabajo de nuestras compañeras del primer escalón. Tengo que decir que, pese a lo que pueda parecer, generalmente los cambios son bien aceptados. Aunque algunos de “ellos” puedan mostrar ciertas reticencias, siempre son asumidos y normalmente alabados. Esto sin duda, supone un avance fundamental, no solo para la Guardia Civil, sino para toda la sociedad: integrar la necesaria perspectiva de género en todos los ámbitos.
Quiero terminar mi reflexión agradeciendo. Si algo he echado de menos durante mis años de carrera, ha sido no contar con referentes femeninos. Por eso, cuando tengo la oportunidad de ver frente a mí a niñas, adolescentes, mujeres e incluso compañeras que me transmiten que les gustaría ser como yo, siempre las animo a hacerlo. Las cuento mi experiencia, la de una niña “normal”, tímida y por la que nadie hubiera apostado –desde luego– a que pudiese acabar siendo lo que soy. Por eso puedo gritar alto, que las mujeres podemos hacer lo que nos propongamos, sin límites; sólo hay que querer hacerlo.
Por último, quería decir que si tuviese que elegir las dos cosas con las que estoy más agradecida de mi profesión, serían las personas que he tenido en mis equipos a lo largo de mi vida profesional y mis compañeras. Las primeras porque me han demostrado lealtad absoluta independientemente de mi sexo, viéndome como compañera y diciéndome en cada momento lo bueno —y también lo malo— de mis decisiones. Esa sinceridad siempre la he agradecido porque me ha ayudado a crecer como persona y como profesional. Y las segundas, porque en ellas he encontrado el verdadero significado de la sororidad. Sin mis compañeras, aquellas que comparten conmigo el haber sido pioneras en la Guardia Civil y aquellas otras que me he ido cruzando en mi camino, no sería lo que soy y no haría lo que hago. Me miro cada día en ellas para ser un poco mejor y a ellas quiero dedicarles mi pequeña reflexión y mi homenaje.