La melena masculina, en peligro de extinción
Psicopolítica del pelo largo: de la desafección política a la desafección capilar.
La desaparición de los melenudos
El feminismo no deja de insistir en que hay que feminizar la sociedad y no puedo estar más de acuerdo. Eso sí, las grandes cuestiones han eclipsado los pequeños detalles. Me refiero al pelo. El pelo largo se asocia a la mujer, un absurdo mandato de género que se debe cambiar o al menos abordar. Muchas mujeres llevan el pelo corto, pero ¿qué pasa con los hombres de pelo largo? La melena era algo frecuente en mi adolescencia y la media melena no era infrecuente en la generación de mis padres. Últimamente me fijo en el pelo del alumnado y apenas he tenido chicos con melenas en mis últimos años como docente. Cada curso puedo tener alrededor de doscientos estudiantes, de los cuales aproximadamente la mitad son varones. He contado cero alumnos (a veces uno, casi nunca dos) de cien con el pelo largo. A mí me parece anómalo. Peor aún, me parece profundamente reaccionario.
Hace un tiempo, el pelo largo se vivía como una forma rudimentaria de lucha identitaria. En los institutos privados no permitían las melenas y había alumnos que se revolvían contra la autoridad. La subversión podía ser un tanto infantil, pero no era más infantil que las fuerzas represivas que exigían un pelo corto y masculinizado. ¿Por qué la melena parece en peligro de extinción? Le pregunto a mis alumnos y me dicen que hay mucho temor a las críticas, que te fulminan con comentarios crueles cuando alguien se sale de la norma. Nada nuevo bajo el sol. ¿Acaso no ha sido así desde tiempos inmemoriales? ¿Es que antes no había “normalizadores” y mediocres que te freían a burlas cuando hacías algo distinto de lo convencional? ¿De verdad pretendemos que las personas salgan del armario sin miedo y a un adolescente aún le aterra lo que le puedan decir por tener el pelo largo? Algo se me está escapando, pues esa censura no parece aplicarse a los tatuajes o a los piercings… oh, tengo la sensación de que los pendientes y aros también han ido desapareciendo, pero eso lo dejo para otro artículo.
Quizás la regeneración política haya causado estragos en la juventud. Unidas Podemos nos trajo a políticos con pelos rastas y a un líder con melenas. Puede que la desafección política se haya convertido en una desafección capilar. La lucha por el vello axilar femenino ha concentrado toda la atención mediática y no hemos sabido ver que el Partido Popular, Ciudadanos y Vox (o Alberto Garzón, dirán algunos) han conseguido una hipsterización de la barba. Hay que revertir esas políticas del pelo y decirle al futuro vicepresidente que no solo hay que rescatar las instituciones: también hay que recuperar la confianza y la admiración por el pelo largo.
Una ciudadanía que no juega con las posibilidades de su pelo (de la cabeza, el bigote, la barba o de los órganos sexuales) carece de la creatividad necesaria para prosperar como una sociedad verdaderamente abierta y plural. No dejemos que la melena se extinga, tanto si se trata de una melena masculina como si es femenina, fluida o neutra. Ah, y aprovecho para proclamar:
¡Muerte al pragmatismo aznariano donde el bigote solo sirve para ocultar un filtrum superlativo!