“La mascarilla en exteriores no ha tenido sentido en ningún momento”
Los epidemiólogos piden la relajación de esta medida al aire libre: “No hay evidencia científica que lo sustente”.
Poca gente lo entendió el 22 de diciembre de 2021, y menos pueden justificarlo en febrero de 2022. A las puertas de las pasadas navidades, y en medio de la vorágine de contagios provocada por ómicron, el Gobierno anunció la vuelta a la obligatoriedad de mascarillas en exteriores, independientemente de la distancia. Este martes, más de un mes después de aquel anuncio y con el ritmo de casos covid en descenso, el Congreso convalidó –no sin polémica– el decreto sobre el uso obligatorio de cubrebocas al aire libre, y este miércoles, con el Consejo Interterritorial de fondo, varias comunidades han alzado la voz para pedir que se retire precisamente esta medida.
Al menos Castilla y León, Castilla-La Mancha, Galicia, Cataluña y Madrid han abogado por acabar con la obligatoriedad en exteriores, pero han pedido que se haga de forma unánime. No ha habido acuerdo sobre ello, sin embargo, en el seno del Interterritorial, como ya daba a entender la propia ministra de Sanidad, Carolina Darias, este martes. “Es una medida estrictamente temporal” que ya está “más cerca de volver a modularse”, dijo Darias sobre el uso de mascarillas en exteriores. Ya este miércoles, ha recordado que “la Comisión de Salud Pública se reúne todas las semanas”, dando a entender que la flexibilización podría llegar pronto, aunque sin marcar una fecha.
Algunas comunidades como Cantabria, Andalucía y La Rioja han seguido pronunciándose estos días a favor de mantener todavía esta medida, que, sin embargo, a estas alturas cuenta con poco –o ningún– respaldo por parte de los epidemiólogos.
“No ha tenido sentido en ningún momento”
“La mascarilla en exteriores no ha tenido sentido en ningún momento”, sostiene convencido Salvador Macip, doctor en Medicina e investigador de la Universidad de Leicester, que añade: “Tiene muy, muy poca utilidad”. Macip explica a El HuffPost que “la gran mayoría de contagios se dan en sitios cerrados” y que la mascarilla en exteriores puede ser útil “de forma puntual” en lugares donde se produzcan aglomeraciones, algo que ya estaba reglado en España con la normativa anterior, que sí establecía la obligatoriedad de llevar cubrebocas en espacios abiertos en caso de no poder mantenerse la distancia interpersonal de metro y medio.
Fue concretamente el 26 de junio de 2021 cuando el Gobierno flexibilizó el uso de mascarilla en exteriores, anunciando la vuelta de “las sonrisas a nuestras calles”. Entonces, la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) –entre otros muchos organismos y expertos– celebró la decisión. Por eso mismo ahora deploran la marcha atrás.
“Parece el Día de la Marmota”, lamenta José Jonay Ojeda, epidemiólogo y portavoz de SESPAS. “Aun siendo una medida legítima, no creemos que haya evidencia científica que sustente esta decisión. Y tampoco se han hecho explícitos los argumentos científicos, técnicos o sociales que puedan justificarla”, señala.
Como experto en Salud Pública y miembro de SESPAS, Ojeda piensa que, al decretar esta obligatoriedad, “se está poniendo el foco en un entorno donde el riesgo es mucho menor, y probablemente se desorienta y se da un mensaje contradictorio a la población”.
Entonces, ¿por qué mantienen como obligatoria la mascarilla al aire libre?
La respuesta no es del todo evidente. La ministra de Sanidad lo achacó en Navidad a la contagiosidad de ómicron y a la mayor probabilidad de masificaciones debido a las fechas. Por su parte, Pedro Gullón, experto en Medicina Preventiva y Salud Pública, opina que el Gobierno nunca se planteó esta decisión desde un punto de vista “técnico”. Es cierto que Darias citó entonces el riesgo por las aglomeraciones, pero en diciembre la norma ya fijaba el uso de mascarilla en esas situaciones. “Seguramente fue más la voluntad [del Gobierno] de dar la sensación de que se hacía algo y de que la situación era grave”, sostiene Gullón.
Pedro Gullón lamenta, principalmente, que la población tenga la sensación de “haber dado un paso atrás”, lo cual es “horrible en el contexto de esta pandemia”, cuando ya tenemos dos años de experiencia y al 90% de la población del país vacunada. “Genera mucha frustración y, sobre todo, puede generar falta de confianza en las instituciones, con la idea de que no saben qué hacer y utilizan la primera herramienta que tienen a mano”, apunta el epidemiólogo.
Esta semana, además, “se ha desperdiciado la oportunidad” de modificar la norma, al convalidarse en el Congreso (sin cambios) este martes. “Imagino que [el Gobierno] ahora esperará un poco a que la incidencia esté más baja, pero acabarán retirando las mascarillas en el exterior”, avanza Gullón.
“Pocos científicos han apoyado la mascarilla en exteriores”
También a esto se aferra la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que este miércoles ha pedido al Ministerio de Sanidad poner fin a la obligatoriedad de cubrebocas al aire libre, por considerarla una medida “desacertada, poco científica e ineficaz” que genera “un enorme cansancio entre los ciudadanos” de forma innecesaria.
“Pocos científicos han apoyado la mascarilla en exteriores como algo que pudiera ser útil”, coincide Salvador Macip. “Es la primera medida que se puede quitar, no tiene ningún tipo de impacto real”, insiste el experto, que apuesta por reservar esta herramienta para contextos en los que realmente sea útil: en interiores y en contextos de aglomeraciones.
José Jonay Ojeda piensa, además, que imponer un uso distinto al lógico –como ocurre ahora– puede resultar contraproducente de cara al medio o largo plazo. “Esta generalización [en el uso de mascarillas] puede haber sido desproporcionada y trasladar un mensaje erróneo, desincentivando su uso correcto, especialmente en interiores, donde sabemos que la utilidad es mayor”, sostiene el epidemiólogo.
“La mascarilla, cuya utilidad se ha demostrado durante toda la pandemia, y que puede sernos muy útil en el futuro, debería reservarse como una herramienta para contextos y situaciones concretos, no sólo para lo que nos pueda quedar de pandemia, sino también para las pandemias que puedan venir en el futuro”, recomienda Ojeda.