La lucha anticorrupción es la mejor baza electoral de los demócratas en 2020
Mandar un mensaje firme contra la corrupción podría unir a las ramas más reivindicativas del Partido Demócrata estadounidense. ¿Lo conseguirán?
Durante el último año, todos los candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, un grupo que unas veces crece exponencialmente y otras baja estrepitosamente, han intentado convencer a un electorado nervioso y poco comprometido de que ellos son los candidatos perfectos para derrotar al presidente Donald Trump.
Cada candidato tiene su propia teoría sobre cómo expulsar al presidente de manera eficaz. El exvicepresidente Joe Biden asegura que sus aptitudes profesionales y sus conocimientos sobre un amplio sector de los votantes le sitúan en la mejor posición para derrotar a Trump. El senador por Vermont Bernie Sanders sostiene que proponer unas políticas liberales atrevidas fomentará una participación sin precedentes y convencerá a los demócratas que apoyaron a Trump en 2016. Antes de retirar su candidatura, Kamala Harris, senadora por California, propuso que la clave para derrotar al presidente era enardecer a los votantes afroamericanos que muestran un menor interés en los estados más indecisos y decisivos, los llamados swing states.
Hace unas semanas, en la universidad St. Anselm College, ubicada en Nuevo Hampshire, Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts, desveló finalmente su teoría: el candidato capaz de derrotar a Trump será el que ponga el foco en la continua corrupción política que le ayudó a convertirse en presidente y cuyo gobierno no ha hecho más que agravar la situación.
Warren opina que “ese es el camino para vencer a Donald Trump en 2020. Los estadounidenses de todas las orientaciones políticas están buscando un candidato que se tome en serio la lucha contra la corrupción en Washington. Saben que mientras no haya alguien que esté dispuesto a hacerlo, nada podrá salir adelante. La mejor herramienta electoral contra un presidente corrupto es demostrar un auténtico compromiso con el cambio. Así es como atraemos a republicanos moderados, independientes y descontentos”.
La opinión de Warren, al igual que la de cualquier otro candidato, es un poco interesada. La promesa de luchar contra la corrupción es su pan de cada día. Y mencionó expresamente que, tras casi un año en la carrera por las primarias demócratas, “ningún otro candidato ha propuesto nada que se acerque a mi plan para erradicar la corrupción en Washington”.
La cobertura mediática de Elizabeth Warren suele centrarse en la ambición de su programa para subir radicalmente los impuestos a los ricos y emplear ese dinero en sanidad, infancia y educación. Estas ideas causan inquietud entre los demócratas moderados, ya que temen alejar a los apoyos económicos del partido y a los votantes independientes. Aunque su campaña nunca ha dado marcha atrás en estos planes (al fin y al cabo, está vendiendo tazas con la inscripción “lágrimas de multimillonarios”), estos no son su pilar central. Desde el principio, su campaña ha puesto énfasis en la lucha contra una corrupción que está impidiendo que los proyectos de ley salgan adelante, desde el uso de las armas hasta el cambio climático o la sanidad.
Para Elizabeth Warren y su equipo, la mejor manera de convencer a los votantes más indecisos es hacer una promesa creíble de lucha contra la corrupción. Tanto la historia política reciente como las encuestas sugieren que pueden estar en lo cierto: una encuesta que se realizó para End Citizens United, el grupo demócrata para la reforma de la financiación de las campañas electorales, reveló que el 89% de los votantes de 26 distritos electorales decisivos cree que tomar medidas contra la corrupción política debe ser una acción “principal” o “prioritaria”. Este porcentaje superó al de cualquier otro asunto, incluso la accesibilidad a la sanidad o la protección de la seguridad social y Medicare.
Para ganar la batalla, según los demócratas, hay que centrarse de lleno en este asunto, especialmente contra un presidente republicano que fue capaz de convencer a muchos votantes en 2016 de que iba a acabar con la corrupción.
Tiffany Muller, presidenta de End Citizens United, que se presenta como grupo neutral en las primarias presidenciales de 2020, ha declarado que “Trump no va a dejar de mentir sobre cómo ha limpiado las alcantarillas del Estado. Depende de los demócratas plantear cómo van a reformar el sistema y cómo impacta este en su día a día”.
El equipo de Warren no está solo en su creencia sobre el problema de la corrupción. Aunque sus propuestas de subir los impuestos, aplicar (definitivamente) un “Medicare para todos” e impulsar la prohibición de la fracturación hidráulica no gusten a los demócratas moderados, tanto los nuevos demócratas de la Cámara de Representantes que ganaron en los distritos de Trump como los candidatos al Senado con los que cuentan los demócratas para recuperar la Cámara Alta están proponiendo leyes y programas para luchar contra la corrupción, en algunas ocasiones haciéndose eco de las palabras de Warren.
Otros candidatos demócratas a la presidencia también han hablado del tema de la corrupción al menos en alguna ocasión. Además de Warren, Tiffany Muller destacó que Pete Buttigieg, alcalde de South Bend (Indiana), y algunos candidatos de segunda línea también han prometido hacer del programa anticorrupción su máxima prioridad cuando estén en el cargo. Cualquiera de estos candidatos podría convertirlo en un tema central si terminase enfrentándose cara a cara con Trump. Sin embargo, la candidatura de Elizabeth Warren garantizaría que la lucha contra la corrupción sería el tema protagonista para los demócratas en su acalorada lucha política por la presidencia y el control de ambas cámaras en el Congreso en noviembre de 2020.
Muller sostiene que “los demócratas que se presentan en 2020 deben ser aún más firmes a la hora de erradicar la corrupción. No exageramos cuando decimos que este tema es muy importante para los votantes. Tiene que ser parte de vuestra imagen. Tiene que formar parte de vuestro discurso diario al abordar lo que va mal en este país y lo que van a hacer los demócratas para solucionarlo”.
Bernie Sanders ya habló de Trump como “el presidente más corrupto de la historia de Estados Unidos”. Del mismo modo, tanto Pete Buttigieg como Joe Biden han puesto en marcha un programa para reformar el sistema de financiación de las campañas electorales, que incluye cambiar la financiación pública de campañas.
No obstante, nadie se ha centrado en este tema de una forma tan constante como Warren. Sus famosos planes han pasado ahora a un segundo plano, pero casi todos, desde la agricultura hasta los contratos del Pentágono, cuentan con propuestas destinadas a limitar las formas en las que los grupos de presión y la industria pueden influir en el gobierno. El martes por la mañana comunicó otro plan anticorrupción, esta vez centrado en el blanqueo de capitales y en las empresas fantasma extranjeras. En su discurso de campaña, la senadora suele mencionar la influencia de los multimillonarios hermanos Koch para explicar por qué Washington ha ignorado la cuestión de la crisis climática, o habla del poder de la Asociación Nacional del Rifle para explicar por qué el gobierno federal ha hecho tan poco para evitar los tiroteos masivos.
“Parece que estamos intentando solucionar muchos problemas diferentes, pero en realidad es solo uno”, explicó al HuffPost Jon Donenberg, director de campaña de Elizabeth Warren, el verano pasado. “Se trata de un sistema en el que está todo amañado; una economía y un gobierno corruptos que solo benefician a los que están arriba. Todas las soluciones parten de ahí”.
Su gran plan para acabar con la corrupción, presentado durante su discurso en el Washington Square Park de Nueva York este otoño, contiene más de 100 propuestas, desde prohibir a los funcionarios estatales comerciar con acciones individuales mientras estén en el cargo hasta evitar que los miembros de los grupos de presión de las empresas consigan un trabajo en el gobierno federal al menos hasta seis años después de haber formado parte del grupo de presión, o incluso imponer un impuesto a las empresas que inviertan más de medio millón de dólares (unos 450 000 €) al año en dichos grupos.
Elizabeth Warren todavía tiene que convencer al electorado demócrata en las primarias de que su plan para derrotar a Trump es el mejor. Tras llegar a la cima a principios de otoño, ha caído en las encuestas, aunque se mantiene firme entre los primeros candidatos. Una encuesta de la Universidad Quinnipiac publicada hace unas semanas reveló que el 80% de los demócratas cree que es “probable” que Joe Biden pueda derrotar a Trump, pero solo el 60% opinó lo mismo sobre Elizabeth Warren.
Su foco en la corrupción está ahora en atacar a otros candidatos. Al final de su discurso en Nuevo Hampshire en diciembre, Warren, que dejó de realizar recaudaciones millonarias de fondos cuando comenzó su carrera por la presidencia, sugirió que los amplios esfuerzos de Joe Biden y Pete Buttigieg por atraer a contribuyentes adinerados les perjudicaría como candidatos a las elecciones generales.
“Los votantes no van a confiar en un candidato que no sea capaz de tomar una sola decisión difícil que pueda reducir el acceso y la influencia de las personas ricas que hacen donaciones. Y estarán en lo cierto”, comentó Warren.
Puede que los demócratas crean que insistir en el argumento de la corrupción contra Trump va a ser algo fácil: las sesiones de su impeachment se basaron en que presionó a un gobierno extranjero para que lo ayudara en las elecciones del 2020. Un motivo importante por el que cualquiera podría pagar el alquiler de su hotel en Washington D.C. es la cantidad de gobiernos extranjeros que celebran costosos eventos allí. Las noticias del canal CBS pillaron al Comité Nacional Republicano pidiendo donaciones al candidato de Trump para ser embajador de Bahamas. La reducción de impuestos de Trump que pretendía ayudar a los pobres en realidad está ayudando a la construcción de unos apartamentos en un puerto deportivo propiedad de un donante republicano. La semana pasada, un juez obligó al presidente a pagar una multa de dos millones de dólares (alrededor de 1,8 millones de euros) por hacer un uso indebido de las donaciones que recibe la Fundación Trump.
Sin embargo, el Partido Demócrata se ha encontrado con que resulta muy frustrante y difícil convencer a los votantes de que Trump es mucho más corrupto que un político normal. Aunque los demócratas convencieron a los votantes más indecisos de que ellos podían sanear Washington mejor que los representantes republicanos de la Cámara durante las elecciones de mitad de mandato en 2018, utilizar este mismo argumento en relación con el presidente no ha sido tan fácil. Según las encuestas, los grupos de debate y las entrevistas con los representantes políticos, la imagen de Trump como un hombre de negocios ajeno a la política que quiere limpiar las alcantarillas del Estado ha resultado ser sorprendentemente resistente.
Aunque los demócratas han hecho algunos avances, muchos votantes siguen viendo a Trump como alguien que no se dedica ni más ni menos que el resto de los políticos a acabar con la corrupción. Otra encuesta de End Citizens United, realizada este verano, reveló que el 31% de los votantes de los estados indecisos y decisivos confiaba en Trump para acabar con la corrupción política, mientras que el 30% confiaba en los candidatos demócratas a la presidencia en 2020. Una mayoría simple de un 39% no estaba segura.
Asimismo, en octubre una encuesta de The New York Times llevada a cabo en seis estados indecisos reveló que una mayoría simple de un 46% de los votantes creía que el comportamiento de Trump en relación con Ucrania es algo típico en los políticos. Solo el 42% declaró que era mucho peor que el resto.
Parte de la lucha de los demócratas surge de un simple partidismo: es poco probable que los republicanos llamen corrupto al líder de su partido, pero algunos también se remontan a la retórica de Trump y a cómo sus ataques sobre el “sistema amañado” le dan margen para permitirse un comportamiento que hundiría a una presidencia normal.
Como apuntó el estratega republicano Liam Donovan en Medium: “Desde una diplomacia transaccional sin rodeos hasta una ruda excursión internacional de pesca, nada de lo que el presidente hace o ha hecho excede los límites porque es simplemente una confirmación de cómo funcionan las cosas. Todo el mundo miente, engaña y roba. Trump directamente es más honesto y ya está”.
Jeff Hauser, un estratega demócrata que dirige Revolving Door Project, sostiene que el problema se agrava con el fracaso de los demócratas a la hora de celebrar audiencias de control efectivas sobre la corrupción en la Administración Trump.
“Los medios de comunicación han hecho un trabajo relativamente bueno y los demócratas han hecho un trabajo espantoso”, critica Hauser citando como ejemplo el fracaso de Bobby Scott (demócrata de Virginia), presidente del Comité de Educación y Trabajo de la Cámara, al examinar las relaciones de la Administración Trump con universidades privadas con fines de lucro. “No ha habido un esfuerzo integral para conectar las extralimitaciones empresariales, la corrupción de Trump y los resultados del estadounidense de a pie”.
Con todo, hay algunos signos alentadores: Priorities USA, el comité de acción política demócrata más grande que existe, reveló en una encuesta reciente que el 53% de los votantes de cuatro de los estados indecisos y decisivos más importantes (Florida, Michigan, Wisconsin y Pensilvania) ven la corrupción política como un motivo para sacar a Trump del gobierno, mientras que solo el 30% declaró que era la razón para volver a elegirle.
Guy Cecil, presidente de Priorities USA, comenta que la propaganda del grupo contra Trump empezará a centrarse más en la corrupción. Por ejemplo, se harán anuncios que destaquen las relaciones de la Administración Trump con universidades privadas con ánimo de lucro que presionaron para debilitar la protección de los estudiantes, y también con los organismos más contaminantes que instaron a la Agencia de Protección del Medioambiente a que complicara más la promulgación de una nueva normativa para un agua y un aire más limpios.
Guy asegura que “harán más en materia de corrupción” y añadió que era poco probable que el grupo pagase por publicidad sobre la destitución o el comportamiento de Trump en relación con Ucrania. “La clave está en explicar cómo afecta la corrupción a las personas a las que nos dirigimos”.
No se espera que el representante Max Rose (demócrata de Nueva York), que obtuvo un escaño por Staten Island en 2018, apoye a Elizabeth Warren en las primarias. Es un moderado comprometido que juró en una entrevista el mes pasado que no estaba prestando atención a la carrera presidencial.
Sin embargo, una parte importante de su mensaje de reelección se parece mucho al de Warren. Solo unas horas después de aprobar una ley con otro representante, Josh Harder (demócrata de California), para prohibir en su totalidad los comités empresariales de acción política, Max Rose comentó: “Está claro que no conseguiremos sacar nada adelante hasta que nos deshagamos de la influencia dominante y corrupta del dinero en la política”.
Rose también ha aprobado una ley con la representante Katie Porter (demócrata de California), una nueva demócrata más liberal, que es protegida y partidaria política de Elizabeth Warren, con el fin de exigir más transparencia económica a los familiares directos del presidente y a los cargos políticos.
La postura de Rose es indicativa de la comodidad que los demócratas moderados, tanto trabajadores como candidatos, sienten con el impulso de Warren de acabar con la influencia de los grupos de presión, las empresas y el dinero en política. De los 40 demócratas (la mayoría moderados) que se hicieron con los escaños de los republicanos en la Cámara en 2018, 27 habían renunciado a recibir dinero de comités empresariales de acción política, algo que todos ellos destacaron en anuncios televisivos. Al igual que dos importantes demócratas, aspirantes a conseguir los escaños de los republicanos en el Senado en 2020, Mark Kelly (Arizona) y Cal Cunningham (Carolina del Norte), quienes han puesto en marcha programas para combatir la corrupción.
Meredith Kelly, una estratega demócrata que fue directora de comunicaciones del Comité de Campaña Demócrata en el Congreso durante el ciclo de 2018, señala que la preocupación de los votantes por la influencia de las donaciones en las campañas y por cómo esta ha evitado avances en temas como el uso de las armas repuntó tras la elección de Trump.
Coincidiendo con la aparición de End Citizens United como parte primordial dentro del Partido Demócrata, dijo que “los votantes empezaron a ver la relación directa entre el dinero en la política y la ausencia de avances en los temas que les preocupan. Antes era un concepto poco conocido. Se convirtió más en una especie de aliciente para los votantes después de que Trump fuera elegido”.
Hay signos de que los republicanos están viendo una amenaza: los grupos republicanos han trabajado reiteradamente en los últimos meses para minimizar el efecto de retirar los comités empresariales de acción política, puesto que se han dado cuenta de que hay otras formas en las que las corporaciones y los grupos de presión pueden influir en los políticos.
Max Rose, veterano de guerra en Afganistán, sostiene que en la lucha anticorrupción hay que escoger un bando entre “las personas que no se pueden permitir contar con un grupo de presión” y los intereses poderosos como las compañías farmacéuticas.
“Los estadounidenses son listos, pueden oler a un farsante desde un kilómetro. No vamos a parar hasta que se elija a los políticos por la convicción de sus ideas y la voluntad del equipo que tienen detrás, y no por el tamaño de su cartera”, afirma.
La capacidad del mensaje de Elizabeth Warren de unir al partido también puede observarse en la campaña. Cuando el representante Steven Horsford (demócrata de Nevada), miembro del Congressional Progressive Caucus y de la Nueva Coalición Demócrata moderada, presentó a Warren en un evento en el norte de Las Vegas el mes pasado, señaló que estaba más de acuerdo con ella en la lucha anticorrupción que en ningún otro asunto.
″¿Estamos listos para decir basta a la corrupción?”, preguntó ante el clamor del público. ”¿Estamos listos para Elizabeth Warren?”.
Este artículo se publicó originalmente en la edición estadounidense del ‘HuffPost’ y ha sido traducido del inglés.