La larga marcha de las mujeres
En los primeros días de 2017, Meryl Streep, en la gala de los Globos de Oro, criticando, sin nombrarlo, a Trump, que todavía no era Presidente, dijo: "La falta de respeto, incita a más faltas de respeto. La violencia, a más violencia". A este acto, siguió la Marcha de las Mujeres, convocada justo al día siguiente de su toma de posesión, "en defensa de la dignidad de las mujeres", "un eslabón más en la genealogía de las luchas feministas por alcanzar derechos civiles y políticos vinculados a la libertad y la igualdad" (Rosa Cobo). La masiva manifestación puso de relieve la fuerza de las mujeres, sirviendo para hacer visible su larga lucha, porque esta no empezó en 2017, ni va a concluir de inmediato; estamos ganando batallas muy importantes, pero todavía no la guerra. La guerra pacifica de la igualdad.
También 2018 empezó con otra intervención en los Globos de Oro en la que, con vestidos negros, otra mujer, Oprah Winfrey, recibió el premio especial, la primera vez que se otorga a una mujer de color, y termina así: "Quiero que todas las niñas que vean esto sepan que tenemos por delante un nuevo día. Y cuando amanezca será mejor gracias a mujeres magníficas y hombres que van a luchar unidos para convertirse en líderes y para llegar a ese momento en que nunca haya que decir: #MeToo". El momento ha llegado. La Marcha de las Mujeres se ha vuelto a repetir este año, en lo que no es una moda pasajera.
Recordar al movimiento sufragista, una de las revoluciones sociales más importantes del siglo XX, protagonizado por muchas mujeres, en todo el mundo, por la consecución del derecho al voto que se nos negó tras la Revolución francesa, es de justicia histórica; así como las luchas por la educación, primero, la coeducación, después, aborto, libertad sexual, paridad en listas electorales, acceso al trabajo remunerado, y, tantas y tantas cosas largas de enumerar; el siglo XX fue denominado "el siglo de las mujeres", el siglo de la igualdad, aclarando que fue el de igualdad legal, sin olvidar que la igualdad o es real o no es igualdad.
Las feministas hemos seguido, día tras días, año tras año, siglo tras siglo, denunciando desigualdades e injusticias sin fin y teniendo que explicar lo evidente: que hombres y mujeres, las dos mitades de la humanidad, somos divers@s, pero iguales, y oyendo, una y otra vez, recriminaciones, desprecios e insultos por parte del poder masculino. Resistir está siendo muy duro para muchas generaciones de mujeres y muchas caen, hasta asesinadas, en el camino. Me ha pasado y, lo que es peor, me sigue pasando: "las cosas de Amparo", dicen los bien intencionados.
Hemos explicado, una y mil veces, en que consiste la cultura del patriarcado en la que vivimos, que todo lo impregna y que empieza a ser atacada en sus entrañas. La larga marcha de las mujeres por la igualdad no va a terminar aún, pero mujeres y hombres le están dando un importante zarpazo. Las denuncias constantes e insistentes contra el acoso sexual están siendo muy eficaces, porque "el abuso sexual es una clara manifestación del poder masculino. El abuso de poder ocurre cuando esté esquiva los mecanismos capaces de disciplinarlo" (M. Martínez Bascuñán).
"El apoyo prácticamente unánime a la campaña #MeToo ("Yo también") contra las agresiones sexuales a las que se han sumado en tromba tantos hombres no podía durar demasiado. El contrapunto lo han puesto algunas opiniones críticas, pero sobretodo, un manifiesto francés suscrito por un centenar de mujeres del mundo de la cultura que está dando la vuelta al mundo". "El debate está servido y, también, llega cargado de trampas", escribe Gabriela Cañas en un artículo admirable, "Ellas, puritanas; ellos, galantes", en el que concluye: "El machismo grosero es más sencillo de rebatir. Las trampas hoy ya no son para elefantes".
La larga marcha empieza a tener fin; el patriarcado, lo percibe. No se trata de un fenómeno norteamericano, aunque las mujeres artistas hayan utilizado su fama para impulsar las denuncias; el movimiento feminista lo viene haciendo desde hace siglos, de diferentes maneras: contra el acoso sexual y laboral, contra la violencia asesina, contra la brecha salarial, contra todas las formas de sometimiento en que hemos vivido las mujeres. Seguirá siendo difícil, seguiremos oyendo y leyendo muchas barbaridades; ahora nos llaman puritanas y aseguran que hemos emprendido una caza de brujas contra los hombres y cosas por el estilo, pero se equivocan. Nuestra larga marcha tiene un objetivo, la libertad y la igualdad de las mujeres, y hasta que no lo logremos nada nos detendrá. Un mundo justo e igualitario es imparable.
Este artículo se publicó originalmente en Diario de Sevilla