La izquierda se perderá como lágrimas en la lluvia
Ayer muchos nos hubiésemos hecho un porro, aunque ni fumemos, para escapar de la realidad que vomitaba el Congreso.
Casi el mismo día se han muerto Rutger Hauer, el replicante Roy Batty de Blade Runner y la esperanza en la izquierda española. Al primero lo ha matado una enfermedad fulminante, a la segunda una igualmente fulminante incapacidad propia. A esta izquierda le queda el extraño honor de haberse suicidado con pertinaz insistencia, como Nicholas Cage en Leaving Las Vegas ante la sorprendida mirada de la derecha más insustancial que ha habido nunca en España. El paso de las horas, el aburrimiento y las sorpresas en forma de propuestas suicidas eran como una versión chunga de El séptimo sello de Ingmar Bergman, en la que en vez de Antonius y la muerte juegan al ajedrez Pajares y Esteso. Todo se volvía cinematográfico de una manera bizarra.
Viendo hoy a Abascal surgía John Wayne en el umbral, en Centauros del desierto pero con la cabra de la legión al lado, aunque el momento álgido era lo de Sánchez e Iglesias cambiando el género que le atribuimos normalmente a La vida de Bryan que después del absurdo ridículo de PSOE y Unidas Podemos parece neorrealismo italiano, si bien es todo más hispano, como de Alfredo Landa. El caso es que esto no tiene maldita la gracia, aunque queramos tomárnoslo medio bien.
En Aprile, Nanni Moretti ve la tele y asiste a la moderación insoportable del antiguamente comunista Massimo D´Alema y le grita “D´Alema, di algo de izquierdas”, y así imaginé yo ayer a los votantes de UP y PSOE, gritándole a sus televisores: ¡Pero di algo de izquierdas! Aquella izquierda italiana de los 90, inoperante como la nuestra, se desplomaba. Entonces Moretti, decía “la tarde del 28 de marzo, cuando venció la derecha, por primera vez en mi vida, me hice un porro”, y se sacaba un escandaloso canuto que fumaba frente a su madre. Ayer muchos nos hubiésemos hecho un porro, aunque ni fumemos, para escapar de la realidad que vomitaba ese Congreso de los Diputados que no tiene ni números clausus ni mínimo de ningún tipo para acceder, solo el filtro más generoso que existe en Occidente después del británico: el electorado español.
No podemos culpar a los directores de cine basura de que se haga cine basura si el público sigue yendo a ver sus productos, y esa es una explicación de lo que está pasando en España. El país va, todo tira hacia delante pero es un misterio que todo vaya tan bien con una clase dirigente que no es capaz ni de gobernar y aún así les seguimos votando. Sintetizando: sabemos que la nueva película de Torrente va a ser peor pero seguimos yendo.
Muchos pensamos, después de haber sobrevivido hasta al PSOE, que Pedro Sánchez era como El Renacido, un tipo capaz de vencer el ataque de un oso, pero nuestro actual presidente, después de vencer en el combate, salió vacilando con sus andares de Toni Manero y no fue capaz ni de abrir el picaporte para entrar al bar a contarlo. Tan listo, tan duro para algunas cosas, tan incapaz, tan imprevisible para otras.
Del drama inicial, conforme avanzaba la sesión, pasábamos a un musical y todos bailaban canciones absurdas ante la mirada indignada de uno de los pocos que parecía, a buenas horas, la personificación de la sensatez: Gabriel Rufián. Vox, viendo que se lo estaban poniendo a huevo, se confundía y escenificaba Alba de América mientras Inés Arrimadas, faca en mano, hacía homenajes al Torete, identificándose de forma mimética con las pelis de quinquis barcelonesas de los 80.
En todo ese tumulto Pablo Casado se quedaba con su gente en los escaños comiendo palomitas y tarareando Cine, cine, cine, más cine por favor porque era el que de verdad iba a disfrutar de la grandeza de un espectáculo en el que no se iba a tragar las interminables sesiones de rodaje, aprenderse guiones, tragar con egos infinitos… él era el espectador, el beneficiario sin esfuerzo de un show que divertía a la derecha, entristecía a la izquierda y abochornaba a todo el que tuviera sentido común, como las películas de Chiquito de la Calzada.
Después de la patética sesión parlamentaria de ayer, los votantes españoles hemos visto cosas que no creeríais, y no fueron naves en llamas más allá de Orión, ni siquiera a Uma Thurman con su mono amarillo y catana en mano dispuesta buscando a Bill: era la tercera parte de El Padrino, era la segunda parte de Cazafantasmas, era la Indiana Jones y la Calavera de Cristal. Era Kurtz diciendo “el horror, el horror”.
Como decía Roy Batty al final de Blade Runner; es hora de morir, porque en septiembre ya no hay estrenos y en noviembre no habrá ni presupuesto ni ganas, así que muchos menos irán a votar.
No creo que vaya ya tanta gente a la enésima entrega de Torrente.