La izquierda ilusiona en el debate de Telemadrid
Pese a que Ayuso logró salir viva del debate, la izquierda demostró que aún hay partido en la Comunidad de Madrid.
“Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones”; la interpelación de Ángel Gabilondo a Pablo Iglesias fue el cénit de un debate electoral donde la unidad de la izquierda brilló con luz propia. Fuimos testigos de un ejercicio de cooperación política pocas veces visto, con una izquierda actuando como un equipo bien conjuntado. La coordinación entre Gabilondo, García e Iglesias permitió al bloque del cambio marcar la agenda del debate, relegando los temas característicos de la derecha —seguridad, fiscalidad— a los monólogos de Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio.
Los marcos sobre los que los candidatos y las candidatas iban a construir el debate quedaron patentes desde sus intervenciones iniciales. Comenzó Iglesias, recordando de manera acertada el permiso laboral con el que cuentan los trabajadores para preservar su derecho a voto. La sanidad de García, el cambio de Gabilondo, el Madrid, Madrid, Madrid de Ayuso y la seguridad de Monasterio resonaron con fuerza en un inicio vital para el resto del debate.
Solo Edmundo Bal se quedó al margen de este comienzo, reflejando la complicada situación de Ciudadanos durante toda la campaña electoral. Cuando los bloques están tan diferenciados, el impostado centrismo de los naranjas —con una mención a Chaves Nogales que no pasó desapercibida— solo sirvió para recordarnos que el tecnopopulismo (populismo tecnocrático) pudo ser real en nuestro país.
La lluvia de datos y cifras con el que las fuerzas de izquierda acorralaron a Ayuso durante todo el debate pronto hicieron mella en la líder del populismo madrileño. Su gran comienzo, sentando las bases del proyecto con el que lidera las encuestas, se fue desdibujando hasta llegar a la media sonrisa con la que respondió de manera no verbal a las críticas de Iglesias. El “no sonría” del candidato de Unidas Podemos se convirtió el punto de no retorno para Ayuso, comenzando a tratar al resto de candidatos de manera altiva, chulesca y prepotente, recordando al peor Donald Trump. Destacó su agresividad con la candidata de Más Madrid, que pese a afrontar su primer gran debate y recibir los agrios golpes de Ayuso, mantuvo el tipo con brillantez. Si trabaja la comunicación no verbal y las pausas, MM tiene una líder capaz de marcar época en la política madrileña.
En un debate electoral con tantos candidatos, la clave suele estar en quién confronta y con quién lo hace. Cuando la mayoría esperábamos que el debate fuera un cara a cara constante entre Iglesias y Ayuso, vimos como los candidatos de la izquierda —sobre todo García y el propio Iglesias— se alternaban en el combate dialéctico con Ayuso. Tuvo mérito el debate de ambos, ya que la presidenta madrileña pronto perdió las formas y los argumentos, insultando y faltando el respeto de forma continua.
Gabilondo tampoco escapó a los ataques de Ayuso, cuyo mayor fracaso fue tratar de confrontar con el presidente del Gobierno cuando no era capaz de responder a las críticas del resto de candidatos. Pese a no ser el formato que mejor se le adapta, el candidato socialista logró protagonizar uno de los mejores momentos del debate. Su alegato en defensa de la gente humilde frente a la humillación de quienes se refieren a ellos y a ellas como ‘’mantenidos’’ quedará para el recuerdo.
El liderazgo de Ayuso y sus enfrentamientos con la izquierda dejaron poco espacio a Bal y Monasterio. La dirigente ultraderechista trató de hacerse hueco en el debate a base de mentiras, insultos y racismo, pero sus intervenciones no pasaron de ser un monólogo mal ejecutado, recordando a la infame intervención de Ignacio Garriga en su menos infame moción de censura. La apuesta de Vox por el discurso antiinmigración del resto de la ultraderecha europea es peligrosa, pero necesitarán otros portavoces con más capacidad de persuasión que Monasterio.
En cuanto a Bal, lo más recordado será seguramente sus continuas menciones al estado de las encuestas y a un posible nuevo pacto con el Partido Popular, dejando de relieve por qué las encuestas cada vez dan menos opciones a Ciudadanos de entrar en la Asamblea de Madrid.
El debate madrileño tal vez no cambió la intención de voto de los madrileños —más allá de pequeños movimientos dentro de los bloques—, pero puso sobre la mesa que aún queda mucho partido en la Comunidad de Madrid. Si integramos el debate dentro de la campaña de movilización, en positivo, con mensajes constructivos y dejando atrás viejas rencillas, llevada a cabo por el Partido Socialista, Unidas Podemos y Más Madrid, vemos cómo el debate de ayer fue magníficamente aprovechado por las fuerzas progresistas para presentar un programa de cambio tras décadas de corrupción sistémica del PP. La ilusión de los barrios populares, el sur de la Comunidad de Madrid, es la esperanza de que el cambio político del 4 de mayo no sea una utopía. La remontada es posible.