La inviolavilidad de los hombres
El problema del machismo no son sus excesos ni sus errores, sino la injusticia esencial que lo define.
En estos días que tanto se habla de “inviolabilidad” conviene hacer una reflexión más amplia sobre su concepto y aplicación práctica.
La idea que otorga al hombre ser el “rey de la creación” no es una metáfora, sino una referencia literal a la realidad de los hombres en su día a día. Se podría haber buscado otra figura, como que el hombre es “la cúspide de la creación”, o “la perfección de la creación” o, por ejemplo, “el ser más completo de la creación”; pero no, han elegido la idea de que “el hombre es el rey de la creación”, y no lo han hecho por un exceso de imaginación, sino bajo la incapacidad de trascender de lo inmediato.
Veamos las razones.
El concepto de “rey” que utilizan en su referencia a la creación se construye sobre una serie de elementos que, a su vez, forman parte de la idea de ser hombre, por lo que la relación entre los dos conceptos forma parte de la esencia de ambos, no de las circunstancias que puedan compartir. Veremos los principales elementos que definen esa idea del hombre como rey, y de rey como hombre. Concretamente, son cinco:
El problema del machismo no son sus excesos ni sus errores, sino la injusticia esencial que lo define. Una injusticia que parte de la idea de que es la condición de las personas la que define su posición en la sociedad, las funciones que deben desarrollar, y la manera de relacionarse entre sí. Cuanto más elementos se añadan a la condición esencial de “ser hombre” o “ser mujer”, más se asciende en las jerarquías definidas por la propia cultura machista, y más elementos de la cultura se encargan de proteger la posición y las funciones desarrolladas desde ellas. De ese modo, bajo la referencia social y de reconocimiento, un hombre es más que una mujer, un hombre blanco más que un hombre de otro grupo étnico, un hombre heterosexual más que un hombre homosexual o trans, un hombre nacional más que un hombre extranjero… y lo mismo ocurre con las mujeres en sentido contrario. Conforme la combinación de elementos se produce en una misma persona, esa interseccionalidad la asciende o desciende hasta posiciones más altas o más bajas.
Por eso un hombre blanco, heterosexual, nacional, rico… contará para defender lo que haga con una serie de elementos informales, entre ellos la reputación, el reconocimiento, el honor, la credibilidad, las influencias… y con elementos formales, como la mayor capacidad de usar los instrumentos del sistema, desde los elementos jurídicos hasta figuras especialmente definidas para ser aplicadas en determinados espacios, como la inviolabilidad o la inmunidad.
Quien entiende que esos instrumentos formales forman parte de su condición y los hace suyos, no elementos destinados a evitar que las funciones a desarrollar desde lo común y para la sociedad se vean dificultadas de manera inadecuada, tiende al abuso; porque no sólo se siente superior, sino que se sabe por encima del bien y del mal por los privilegios otorgados a su condición.