La infamia del silencio
Si hoy ETA matara a 60 personas, como hace el machismo asesinando a 60 mujeres cada año, no habría paz para los asesinos y sus cómplices.
Cuando el silencio suena más que las palabras significa que hay algo que distorsiona el ambiente o que es mentira.
La prensa conservadora ha saltado a la arena de la comunicación para condenar las palabras del párroco de Lemona, que en el documental Bajo el silencio de Iñaki Arteta, compara la violencia terrorista con la respuesta democrática ante ella, y viene a justificar la violencia de ETA en la conducta llevada a cabo por sus víctimas. Un ejemplo de esta crítica la tenemos en el editorial de ABC de 31-10-20, Infamia contra las víctimas de ETA.
Comparto la indignación y las críticas ante las palabras del párroco.
Lo que me sorprende es que esa misma prensa justifique una y otra vez a quienes callan e invisibilizan la violencia de género, y tratan de ponerla en una situación de igualdad entre quienes utilizan y se aprovechan de la construcción cultural machista para llevarla a cabo, los hombres que lo deciden, y quienes la sufren, las mujeres agredidas, a las que hacen creer que se trata de algo “normal” dentro de las relaciones de pareja. Y por si fuera poco esa equiparación que argumenta que tanto hombres como mujeres agreden, luego difuminan la violencia de género presentándola como un problema del contexto doméstico, para llamarla “violencia intrafamiliar”. Todo ello demuestra la falacia que esconde uno de sus argumentos cuando hablan de que “todas las violencias son iguales”; pero mientras que determinadas violencias son abordadas teniendo en cuenta sus elementos y características, la violencia machista se esconde al mezclarla con otras violencias.
Por eso llama la atención que se indignen cuando alguien se refiere al terrorismo como “lucha armada”, y no lo hagan cuando desde la derecha y la ultraderecha hablan de esa “violencia doméstica o intrafamiliar”. O que hablen de degradación ética sobre las justificaciones de la violencia de ETA, y no cuestionen la moral patriarcal que minimiza los 60 homicidios de media por violencia de género, que suman ya 1070 asesinatos en 13 años frente a los 857 de ETA en 51 años, según datos del propio ABC. La diferente actitud ante estas violencias es tal que literalmente escriben, “el grado de complicidad y silencio pusilánime que mantuvieron amplios sectores de la sociedad vasca en defensa de los criminales…”, y, en cambio, no dicen nada sobre el silencio cómplice y la pasividad que mantiene la sociedad ante la violencia dirigida contra las mujeres, y de manera muy especial los hombres, que se sienten atacados y criminalizados por una ley dirigida sólo contra los hombres violentos, pero no se sienten compelidos a actuar contra esa violencia desde su posición, y marcar distancias con los hombres que la ejercen en defensa de lo que consideran que debe ser la masculinidad y la posición del hombre en la relación.
Si hoy ETA matara a 60 personas, como hace el machismo asesinando a 60 mujeres cada año, no habría paz para los asesinos y sus cómplices. En cambio, hoy son cientos de miles los hombres que viven en paz ejerciendo la violencia contra sus mujeres, bajo la tranquilidad y la confianza que da saber que no les pasará nada, porque la mayoría de ellos no va a ser denunciado (se denuncia alrededor del 25% de los casos), y porque si lo son no van a ser condenados (las condenas están alrededor de 23% de las denuncias).
El resultado de la “no denuncia” y la “no condena” se traduce en impunidad, puesto que el 95% de los agresores en violencia de género no sufre consecuencia alguna, algo que nunca tuvo ETA ni ninguna otra violencia, y que hoy sigue teniendo la violencia de género.
La infamia más grave que existe en una sociedad es mantener las referencias de una cultura machista que genera desigualdad, discriminación, abuso, acoso, violencia y homicidios a las mujeres, y que, a pesar de la objetividad de las consecuencias, no sólo permanece impasible ante ella, sino que cuestiona las medidas que se ponen en marcha para corregirla.
La infamia del silencio sólo es comparable a la infamia de la neutralidad.