La indignación selectiva
El feminismo hegemónico blanco no puede olvidarse de las mujeres migrantes, racializadas, negras, gitanas, moras o indígenas.
Desde nuestras realidades plurales y diversas como mujeres racializadas que habitamos este territorio, queremos que se defiendan nuestras vidas, no solamente cuando estamos pintadas en un mural feminista.
Veíamos hace un poco más de un mes que el Ayuntamiento de Madrid anunció que remplazaría la imagen del mural feminista ubicado en el polideportivo municipal del barrio de la Concepción, mural donde aparece la imagen de 15 mujeres que representan la diversidad e igualdad. Entre estas mujeres se ven rostros negros, latinoamericanos e indígenas protagonistas de la lucha feminista, antirracista, anticolonial y por los derechos y libertades de las mujeres en sus territorios como Rosa Parks, Nina Simone, Angela Davis, Frida Kahlo, Rigoberta Menchú y la Comandanta Ramona.
La indignación que despertó esta noticia fue tal, que la ciudadanía se organizó para defender este símbolo feminista logrando mantener la imagen de este muro, que actualmente viste el edificio del Ministerio de igualdad como preludio del Día Internacional de la Mujer.
Como bien sabemos, la articulación comunitaria y la movilización es necesaria en la lucha. De cara al 8M, el viernes 5 de marzo las vecinas de la Asamblea 8M Distrito La Latina, convocaron a una manifestación desde la plaza de Lucero para llegar hasta el frente del centro de internamiento de extranjeros de Aluche. Una de esas cárceles a las que son llevadas las personas migrantes en situación administrativa irregular por una falta administrativa y que han sido denunciada por violar sistemáticamente los derechos fundamentales de las personas migrantes.
En esa manifestación, a pesar de ser una de las tres manifestaciones que no fueron prohibidas por la Delegación de Gobierno en torno al 8M, no llegábamos ni a 100 personas. ¿Por qué las demandas de las feministas antirracistas, de las mujeres migrantes, de las mujeres racializadas, negras, gitanas, moras, indígenas no son abrazadas con el mismo ímpetu?
Visibilizar nuestras condiciones como mujeres racializadas, genera picor en las pieles finas porque cuestionamos el privilegio blanco que es funcional a este sistema para continuar con su objetivo. Cuando cuestionamos privilegios y visibilizamos nuestras demandas no buscamos dividir, sino evidenciar que los mecanismos de lucha feminista deben ser amplios y diversos porque nuestras realidades son diversas. Como dice Audre Lorde, “no son nuestras diferencias lo que nos divide sino la incapacidad de aceptar esas diferencias”.
Entender esto es imprescindible para que la etiqueta de feminista no nos quede grande, en nuestra búsqueda por la rebeldía y emancipación de la mujer, tenemos que alargar la mirada e ir más allá de la violencia de género, debemos romper con el estado racista, patriarcal y colonial.
Varias corrientes críticas feministas han cuestionado la lógica universal de la mujer, las mujeres que somos racializadas estamos en una estatus social más bajo ya que nos cruzan varias opresiones, no solo la de género sino también la de raza que va ligada a la clase, la heterosexualidad, etc. Estas opresiones que nos atraviesan nos empujan hacia unas condiciones de mayor precariedad, desigualdad y violencia.
El feminismo hegemónico blanco ha homogenizado el hecho de ser mujer y ha sustentado su lucha principalmente en las cuestiones de género, dejando de la lado nuestra complejidad como mujeres indígenas, negras, gitanas, asiáticas, mujeres con nuestras propias religiones, saberes y cosmovisiones.
Esta realidad se palpa en el ámbito de los cuidados las trabajadoras del hogar un sector feminizado ¿por qué ante una vulneración de derechos tan evidente, la indignación no es la misma? Porque ocho de cada diez trabajadoras del hogar son de origen migrante. Nuestras hermanas no reciben paro, ni pueden acceder a ERTE, ni tienen normativa de prevención de riesgos laborales, ni cobran horas extras. El régimen de internas —análogo a la esclavitud— muchas veces no pueden salir de casa de sus empleadores ni los fines de semana y trabajan más de 12 horas al día.
Esta situación de precariedad se ahonda profundamente en el caso de las empleadas del hogar en situación administrativa irregular que son al menos tres de cada diez. La Ley de Extranjería las empuja a trabajar en la economía sumergida, por lo que tienen que vivir al menos tres años en la irregularidad con todo lo esto implica —no poder volver a tu país, vivir con el miedo constante de ser detenida y deportada, no poder acceder a una vivienda, etc.— para conseguir, si hay suerte, una tarjeta de residencia.
Las trabajadoras del hogar permiten que otras mujeres puedan desarrollarse profesionalmente que perpetua el sistema patriarcal, sin cuestionar el sistema de cuidados a costa de la vida de otras mujeres. Como dice Carolina Elías mujer y migrante, presidenta de Servicio Domestico Activo (SEDOAC ), “las feministas rompen el techo de cristal y las empleadas del hogar recogemos los cristales”.
¿Por qué la marea feminista no nos acompaña en la lucha y en la indignación cuándo se trata de cuerpos racializados? Queremos que tu privilegio como mujer blanca no te nuble la empatía y la sed de justicia. Que nos acompañes cuando salimos a manifestarnos en repudio a las violaciones sufridas a nuestras hermanas jornaleras en Huelva —violaciones realizadas por sus empleadores—.
Queremos que te indignes cuando este Gobierno niega la regularización de 600.000 personas en situación administrativa irregular. Al menos la mitad de esta cifra son mujeres, mujeres que viven situaciones de precariedad y vulnerabilidad absoluta.
Queremos que la rabia te inunde cuando una hermana migrante sin papeles no pueda denunciar un acto de violencia de género por miedo a que se le habrá un expediente de expulsión, queremos que llores con nosotras cuando asesinen a una mujer trans y migrante como Paloma Barreto. Que la rabia te inunde cuando miles de mujeres y niñas de origen migrante y del pueblo gitano has sobrevivido el peor invierno en décadas en la Cañada Real.
Queremos que acalles frases racistas y machistas que exotizan nuestros cuerpos, como cuando dicen que “las mujeres negras y latinas son buenas en la cama y solo vienen a buscar marido”; cuando nos inferiorizan al decir que “las mujeres gitanas solo buscan casarse”, que “las mujeres musulmanas son sumisas por usar hijab”; cuando nos criminalicen diciendo “que solo venimos a vivir de ayudas”, “que saturamos el sistema de salud” “que robamos el trabajo a los y las españolas” y otras tantas frases me he cansado de oír.
El bienestar de todas es el bienestar de una misma, desde nuestras realidades plurales y diversas como mujeres racializadas que habitamos este territorio, queremos que se defiendan nuestras vidas no solo cuando estamos pintadas en un mural feminista.
¡El feminismo será antirracista o no será!