Aranga, el ejemplo de cómo se abren las fosas del franquismo sin ayudas y a puro tesón
Las exhumaciones del cementerio de Vilarraso revelan uno de los episodios más cruentos de la represión en Galicia.
La tierra, que tiene memoria, ya daba pistas de dónde estaban los cuerpos: distintos colores, distintas texturas, distintos niveles. Pero fue este jueves 12 de julio cuando, al fin, el hueso quedó al aire en la fosa común del cementerio de Vilarraso, en el concello de Aranga (A Coruña). Guarda 37 cuerpos de represaliados durante la Guerra Civil, una cifra pequeña si se compara con los 600 fusilados en un sólo enterramiento de Coruña capital, pero que cobra proporciones de horror puro si se pone en contexto: ni 2.000 personas había en Vilarraso cuando se produjeron estas muertes, o sea, las balas se llevaron aproximadamente al 2% de la población. Posiblemente, estamos ante el episodio más cruento de la represión en Galicia.
Justo en la semana en la que el Gobierno central ha anunciado que va a asumir la búsqueda y exhumación de desaparecidos de la contienda (1936-1939) y la persecución posterior, esta fosa supone un ejemplo de cómo las asociaciones y las familias están tratando de dar digna sepultura a los suyos sin la ayuda de nadie. Como explica la directora arqueóloga de los trabajos, Begoña Hermida, el impulso a la localización y apertura de la fosa viene de la Asociación para la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo (ARDF).
"Desde 2012 ya se habían puesto en contacto con nosotros los familiares y teníamos hecha la investigación y en 2016 estaban todos los permisos administrativos concedidos, seis años de pelea, pero hasta ahora no hemos podido empezar los trabajos por lo básico, dinero", explica. Se han ido encontrando "con un muro detrás de otro" en todas las administraciones -de la Diputación a la Xunta- y han tenido que aguardar hasta que han reunido el fondo suficiente a partir de donaciones privadas y una campaña de micromecenazgo.
Así hasta llegar a los 7.665 euros con los que cubren la manutención de la expedición de voluntarios que están gastando sus vacaciones en el proyecto. "De las familias no queremos dinero, nos negamos, ya han sufrido bastante", puntualiza. La precariedad y el tesón con que trabajan queda claro hasta con lo más sencillo: los mensajes que Santiago Carcas, el presidente de la ARDF, cuelga en Facebook, que dependen de dónde encuentre un wifi para poder cargar las fotos y los vídeos.
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El 2 de julio ya comenzaron a trabajar. Que allí había fosa estaba claro: había numerosos testimonios orales -entre otros, del párroco, Alfonso Blanco, cómplice en la tarea de recobrar la memoria- y también notas en el registro civil que constataban el enterramiento de vecinos asesinados entre el 36 y el 38. A los fusilados los mataban en un lugar cercano y los trasladaban luego en carros a un terrenito entre los primeros nichos del cementerio y el muro de la iglesia. Por el momento, abunda Hermida, tienen ya 12 nombres de posibles víctimas, pero el resto siguen siendo "desconocidos".
Por ahora tienen documentada sólo una mujer, una maestra, y el resto son hombres, con todo tipo de oficios: un alcalde de la provincia de Lugo, un vendedor de la Espasa Calpe... En una tierra en la que no hubo frente de guerra, sino retaguardia, lo que tenemos son represaliados, a los que se perseguía, por ejemplo, por ser apoderados del Frente Popular en las elecciones. Simpatizar con las izquierdas era motivo más que suficiente para fusilar a alguien", argumenta la arqueóloga.
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Un deseo por cumplir
Helena Villar Janeiro es una de las familiares que aguarda "con ilusión" respuestas de la tierra. Esta escritora, miembro de la Real Academia Gallega, busca a su tío, Ovidio Villar Fernández, el hermano más pequeño de su padre, "su ahijado, el niño de sus ojos", que fue fusilado a los 19 años. Había vuelto a su tierra tras vivir en Barcelona, "es posible que tuviera relación con la CNT", pero en Becerreá, su pueblo y lugar donde fue apresado, no había tenido otra significación política. "Era un hombre muy joven, muy inteligente, muy guapo... Había trabajado de extra para el cine y era un chico fino y preparado, dentro de la humildad de su familia", explica.
Cuando se lo llevaron, en septiembre del 36, estaba en la casa del alcalde de la localidad, que era su cuñado y primo carnal, muy cercano. "Pensamos que lo cogieron por estar con él, su familiar y amigo". Se cree que fueron asesinados conjuntamente y llevados a la misma fosa de Aranga. Según la tradición de la familia, se cree que los llevaron a un concello próximo, el de Láncara, donde los mataron, y luego los trasladaron a Vilarraso. Helena empezó a sospechar que su tío podía estar ahí a principios de este siglo, cuando un amigo historiador le dio la pista.
"Yo tengo ya 78 años pero estaba muy concienciada por mi padre. Él me contó todo y no tuve que estar averiguando, como en otras familias. No me ocultaron estas cosas. Mi padre murió en el 79 y nunca pensamos que lo podríamos recuperar en vida. Esa ilusión es que ni había nacido. Pero esto es como una especie de fruta madura que se cae por su peso: los nietos, los sobrinos o los hijos mayores somos los que estamos intentando recuperarlos. Todo se daba por zanjado, como que no había ocurrido, pero están surgiendo asociaciones como la Asociación para la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo, gente buena, que entienden que lo esencial es que encontremos a nuestras familias y las podamos enterrar. Yo quiero cumplir el deseo que mi padre no pudo y hacer que su hermano descanse con él", concluye.
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Los primeros restos
Las primeras imágenes facilitadas por la asociación muestran que ya se han encontrado esqueletos completos. Hay cráneos con agujeros de entrada y salida que coinciden con munición usada por los fascistas y otros que tienen, además, cortes "contundentes" ejercidos por mano humana, quizá de una sierra o un machetazo.
Aunque las huellas estaban claras, aunque sabían lo que buscaban, el momento de localizar los primeros restos ha sido "muy emotivo", según Hermida. Ha habido voluntarios que, en el momento del descanso de la jornada, se han echado a llorar, porque "esto afecta al más profesional".
Helena Villar -que aún no espera dar con los huesos de su tío porque deben estar en la zona más honda-, resume sus sentimientos de forma sencilla: "Me agradó verlos". "El horror fue lo que fue; ahora lo que estamos viendo es la posible recuperación de esos restos y eso genera una ilusión enorme. Yo quiero que aparezca mi tío, pero si no apareciese, porque no todo se puede recuperar, cada persona que salga de allí será mía también", explica conmovida. "He visto un cráneo tiroteado, pero toda esta emoción me está haciendo mejor, más solidaria, me alegro mucho de cada avance, porque todos los que están en las cunetas son algo nuestro", defiende.
Los trabajos en la fosa de Aranga pueden durar una semana, tres, cinco... Los restos se encuentran en distintos niveles -huesos apilados sobre huesos, de una tanda de fusilamientos, de otra más- y hay que ir poco a poco. Hermida explica que ya se han extraído algunas piezas molares y de fémur para las pruebas de ADN, para ir catalogando lo que sale. Lo primero será hacer las pruebas genéticas para saber de quién es cada esqueleto y, cuando no se pueda cotejar con familiares vivos, se documentará y guardará todo, se le dará "un entierro digno" y "con las fichas perfectamente claras" por si dentro de unos años se logra dar con sus allegados. Por ahora están dando con familias hasta en Argentina.
También en la fase final hará falta dinero, "mucho más", teniendo en cuenta que cada análisis de ADN cuesta entre 700 y 1.000 euros. "Por eso necesitamos con urgencia que el Gobierno empiece a ayudar con estas cosas, porque no podemos siempre depender de la buena voluntad de la gente. Ya es hora de que se implique y podamos cerrar esta situación de una vez", reclama.
Justicia
¿Qué les dicen esta arqueóloga y esta familiar a la gente que aún sostiene que hay que dejarlo estar, que mejor no excavar? "Pues hay que insistir en que estamos abre una cuestión humanitaria. A estas familias se les ha negado la oportunidad del duelo desde hace 80 años. A muchos hasta se les negaba que los suyos estuvieran muertos, decían que si no había rastro a lo mejor se habían ido a Francia o a América. El duelo que no se hace se enquista y estamos tratando con personas mayores que quieren que sus familiares vuelvan a casa, que descansen, y descansar ellos también. Eso es justicia", dice tajante Hermida.
Villar recuerda que "el avestruz entierra la cabeza para no ver la verdad, pero la realidad está ahí, no cambia. "Mientras la herida no se abra y no supure, no puede sanar", abunda. La poeta recuerda que una tarde fue a Santa Mariña de Lagostelle, donde hay otra fosa, vio cómo un sol "que llamamos de justicia" proyectaba la sombra de las cruces sobre la pared donde estaban enterrados los muertos de la guerra. "Y me pareció maravilloso que el sol hiciese la justicia de repartir las cruces. Incluso para los que no son cristianos, la cruz es un símbolo acogedor. El sol hizo el milagro de enterrarlos a todos con dignidad. Eso es lo que la gente no es capaz de ver, pero tienen que hacerlo, tener esa generosidad. No podemos dejar huesos que después de 100 años son fósiles y no se reconocen, no hay manera de buscar su identidad. Frente a quienes no lo entienden, está la masa de gente buena que veo crecer, que entiende y ayuda, sin hacer daño a nadie, sin pretender otra cosa, pacífico. Es tan sencillo como buscar a tu gente, enterrarla con tus antepasados y quedar en paz", zanja.
Como recuerda Santiago Carcas, "es un problema gravísimo, hay más de 225.000 desaparecidos en España entre soldados y represaliados, en cunetas, montes, cementerios, cementerios abandonados, campos de labor... gente que hay que exhumar, por lo que esperamos ayuda del Gobierno. Se tiene que acabar ya esta mala expresión que tenemos de: "El abuelo murió en la guerra". Puede que sí, puede que no, pero hay que saberlo y hacer pruebas de ADN a vivos y muertos".