La Feria y el Fiera
Con amor inexplicable para Corín Tellado.
¿Viajarán estas gotas por la superficie de tu piel? Será tu traje enrarecido, flotando sobre la cama, naufrago de nosotros dos, testigo mudo de cómo tus manos recorrerán esos centímetros planos a donde llegué asaltándote. Es verdad, nunca te amaré, lo nuestro es puntual, casi burocrático. Dos seres enjaulados responden siempre así, como ese horroroso grupo sevillano, los Siempre Así. La derecha canturreando, poca gracia poseen los afortunados. Fofo y glotón es el mensaje cuando en tu vida nada ha faltado. Marionetas de príncipes despidiendo solterías, músicos imaginados, estudiados como mal ejemplo.
Una luz, intensa luz en medio del barullo de la caseta, calló todo ruido, toda sevillana machacona. Llevabas tres rebujitos entre pecho y olvido. Al atravesarnos con la mirada supe entender esa señal seca que marca el peligro indicando una detención violenta.
La Feria tiene garganta profunda, es una comunión de fiesta circular. Hay que celebrar, aplaudir, encomiar, exaltar. Este año celebramos haber esquivado milagrosamente al paro, toro bravo, lo eludimos con la verónica insensata del “Dios proveerá”. Celebramos que los bancos han quedado cojos y las catenarias del tranvía una vez más nos las han metido sin doblar. Martha aún flota en el miedo, es un río persistente. Se desvanece entre basura, jirafas de peluche y policías implorando confesiones. La impotencia ante tamaña crueldad hace reclamar firmas, en vez de mejorar ciertos corazones antes de lo ocurrido. Nos distraen de aquello más oscuro, la cola enredada de lo siniestro, el plan infinito del eterno poderoso. Debieran condenar perpetuamente a los gestores de la pornográfica pobreza, para eso nadie se atreve a recoger firmas.
Celebramos a un negrito estadounidense dominando un extraño despacho oval lleno de botones y pastillas. Celebramos que los rusos son como los osos: Devoran a su presa viva. Angela Merkel en realidad es una institutriz y Sarkozy defiende su cabeza recordando guillotinas.
Sevilla está plagada de disturbios, la gente pide culpables. Miles de casas están sin estrenar, recién construidas, blindadas por falta de hipotecados y confianza en el porvenir.
Las ferias siempre serán detonantes. Allí se reconocen los miembros de una tribu y cada año los desaparecidos son tragados secretamente por la desdichada mano del azar.
La feria en verdad es una vitrina donde la vanidad usa maquillajes imperfectos.
La rutina del ser perteneciente se diluye con la lucha de ser alguien reconocido.
Este año faltarán los que el destino tragó de un golpe, sin eructos.
Constructores, empleados de El Corte Inglés. Secretarias alucinadas viendo vidas ajenas más brillantes que sus uñas de porcelana falsa. Funcionarios de La Junta separados por el extremo rigor de las jerarquías rancias. Abogados engominados, tiesos en su sonrisa. Señoras inoperantes cargadas de lunares y flores abstractas. Señoritos sobreactuados tirando de fortunas viejas como sus caballos. Itinerantes sociales cargados de artículos fugaces iguales al humo de un cigarro. Señoritas bien que viven mal, mujeres malas viviendo bien. Sevilla se consuela diciendo: “Siempre así”.
Perdido en esa algarabía te encontré. Sonriente y trajeado, zapatos castellanos, tu novia huyendo de la santidad y tus pies cansados de no querer bailar.
Cargamos mucho los que llevamos secretos. Lo secretos son una especie de granito donde se han esculpidos cruces y pecados, deseos y verdades.
Como dos imanes atraídos hacia un abismo inoxidable, cual cauce irremediable del Guadalquivir, como un arzobispo excitado discursando acerca del condón. Como un alcalde fascinado por la Giralda del poder, como dos “canis” abducidos por la magia de una cadena. Como un tatuaje para un niñato decadente, como mi madre escuchando mear a mi padre, como los prestamistas y sus teléfonos torturantes. Así, con esa naturalidad, atraídos silenciosamente, nos acercamos.
Preguntaste si era extranjero. Pregunté si tus ojos coloreaban el aire anochecido.
“Siempre así”, sometidos a la estupidez de las preguntas obvias nos fuimos al estacionamiento del Charco de la Pava. ¡Qué pavos! Llevabas los vasos de novia para tu “rebujita vida”. Entrando al coche, el mundo y la “Calle del Infierno” colmaron compartimientos sellados íntimamente, clandestinamente. Apareados contra natura, sin escalas, nos deslizamos por la montaña rusa del dolor liberado. Nos bebimos como la última gota de una botella antes de pedir otro deseo, nos embarramos como un buzo buscando desaparecidos. Enmudecimos tanto, cualquier palabra hubiera estallado como bomba lapa en nuestra ruta adolorida. Jamás se comprueba el final del dolor dando paso al placer, su rumbo circular y ciego tortura una vez que el amor se cansa de respirar.
″¡Qué te guste quillo, hasta que te cagues! ¡Soporta hasta que no te duela, cabrón!”. Hipnotizados, adheridos, acalambrados, felices y fugaces. Ojalá fuera Siempre así... así...así.
Querido feriante, estudiante de derecho, empadronado, vecino “de toda la vida” en Los Remedios, hijo de líder andalucista y madre persignada, dueño de pezones estrábicos y fimosis mal operada. Me estoy bañando de ti, mi mujer supone que las gambas de la feria me han caído mal. He vomitado la ensaladilla pensando la profundidad de tu boca, la aspereza de tu sexo afeitado. Estoy seguro, tu traje azul escucha el agua corriendo sobre tus nalgas, a lo mejor lloras. ¡No puedo llorar! Olvídate de mí, menos de lo hecho. Trataré de olvidar preparando mis enseres de médico, jefe de planta en el Virgen del Rocío, este abril alergénico del 2009 durante la Feria. Imaginaré alucinado tus pies en otros seres. Te juro no pisar rabiosamente el pedal de la velocidad del olvido, en gentes como yo: Heterosexual disidente, pío, pijo convencido, decente.
“El paro volvió a subir en marzo y ya supera los 3,6 millones”, repite la voz de mi alma. Agradezco haberte raptado, haberme escapado del mundo. El tiempo exacto e infinito de una convulsión feroz...