La ensaimada que unió a Picasso y Miró y otras curiosidades sobre la amistad entre los dos pintores
Los dos artistas se conocieron en 1920 cuando tenían 26 y 38 años.
Corría el mes de marzo de 1920. Por aquel entonces Joan Miró era un joven de 26 años al que le faltaba poco para arrancar su carrera y que había preparado las maletas para marcharse a París. Pablo Picasso había cumplido ya los 38 y su carrera había despegado ya. Dos décadas antes había visitado París por primera vez y llevaba 16 años instalado definitivamente en la capital francesa. En aquella época era un pintor consolidado con obras tan famosas como Las señoritas de Avignon (1907), Arlequín (1917) o El viejo guitarrista (1904).
Fue entonces cuando surgió una amistad para la que no fueron óbice los 12 años de diferencia entre ambos artistas. Tampoco fueron problema sus diferencias de estilo, que aumentaron con el paso de los años y que muchos consideraban un motivo de rivalidad. Sin embargo, el tiempo no hizo otra cosa que consolidar esa relación, que ahora explora la exposición Pablo Picasso y Joan Miró. Historia de una amistad, en el museo modernista Can Prunera de Sóller (Mallorca) y que cuenta con 52 obras, seis de ellas inéditas, así como otros elementos —cartas, cerámicas...— que reflejan la amistad entre los dos genios.
"Lo que ha ocurrido es que hay gente que quiere crear una especie de enemistad entre los dos, pero eso no es verdad", asegura Joan Punyet Miró, comisario de la exposición a El HuffPost. El nieto del barcelonés revela que Picasso fue el artista español con el que su abuelo tuvo mayor relación y asegura que esa amistad nació de una ensaimada.
UNA ENSAIMADA PARA PABLO
Todo empezó con este bollo típico de las islas Baleares. Las madres de los artistas, María Picasso y Dolores Ferrà se habían hecho muy amigas en la ciudad condal. Por eso, cuando la segunda le dijo que su hijo Joan se iba a París en dos semanas, María sólo pudo pedirle que le llevase a Pablo una ensaimada, cuenta Punyet Miró. Al parecer Miró no le pudo hacer la entrega nada más llegar porque nunca pillaba a Picasso en el 21 de la Rue de la Boétie y, pese a que se estaba estropeando, no se la comió. El malagueño quedó muy sorprendido el día que el bollo llegó a sus manos. "¿Pero hombre, por qué no se ha comido usted la ensaimada?", cuentan que le preguntó.
MIS AMIGOS SON TUS AMIGOS
"Picasso lo trató como si fuera un hermano pequeño. Le enseñó su taller, le presentó a los críticos de arte, a artistas...", continúa contando Joan Punyet. En otras palabras, le abrió las puertas del que era en ese momento el epicentro del mundo del arte. En un año el pequeño estudio de Miró en la calle Blomet había recibido visitas de sus nuevos amigos: el poeta Paul Éluard, el dramaturgo Antonin Artaud y el artista Tristan Tzara.
Aunque para que llegase ese momento, hubo que esperar un poco. "Al principio Picasso era por naturaleza reservado conmigo, ahora, después de haber visto mi trabajo, muy efusivo, pasamos muchas horas de conversación en su estudio, con mucha frecuencia", contó el propio Miró en unas declaraciones que recoge el libro Miró de Janis Mink (Taschen).
EL PRIMER PICASSO PARA MIRÓ
Picasso le señaló el camino, pero Miró no se dejó envolver por el cubismo. Sólo algunas de sus primeras obras como Autorretrato o Mujer sentada, ambas de 1920, bebieron de esta corriente. Sin embargo, no fue ninguno de esos dos cuadros el primero que vendió Miró. En 1921, Picasso adquirió la obra Portrait d'une danseuse espagnole, hoy expuesta en el Museo Picasso de París.
Si bien el cubismo de Picasso se notaba en la estructura y ordenación de muchas obras de Miró, el catalán también influyó sobre el malagueño. En torno a los años 1926 y 1934, Picasso atravesó un periodo surrealista, corriente en la que despuntó Miró.
DIFERENCIAS RECONCILIABLES
Picasso y Miró no tenían nada que ver. Ni compartían generación, ni compartían corrientes artísticas, ni tampoco forma de ser. La historiadora del arte Victoria Combalía lo explica con otras palabras en su libro Picasso - Miró, miradas cruzadas: el malagueño era intenso, extrovertido y polígamo; el catalán estaba apegado a sus raíces y muy fiel. "Fíjate, Picasso recibió en el sur de Francia a mi abuelo y cuando llegó con mi abuela le soltó: 'Pero bueno ¿tú siempre vienes con la misma?'. Mi abuela se puso nerviosa y dijo: 'Qué mal educado es este Picasso", contaba Punyet Miró a Vanitatis en mayo de 2016.
Esas diferencias, que no supusieron problema para que entre ambos se construyese una sólida amistad, se manifiestan en una filmación inédita que se muestra en Can Prunera. Son cinco minutos filmados con una Super-8 durante una visita que Miró hizo a Picasso a su casa del sur de Francia en 1958. Picasso tenía entonces 77 años y Miró 65. El malagueño se muestra mucho más jovial y divertido al disfrazar a Miró con una gorra de capitán, una nariz y un bigote. "Se refleja su sencillez, su alegría, su sentido del humor... y la gran persona que era Picasso", continúa Punyet Miró.
PARÍS, 1937
El Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional del París de 1937 supuso el encuentro del trabajo de ambos pintores. El Guernica se expuso arropado por la obra de otros conocidos artistas españoles y entre ellas estabaEl campesino catalán en rebeldía de Joan Miró, un mural hoy desaparecido.
Miró y Picasso, a los que unía "el compromiso político, social y cultural que les acompañó siempre", como señala Punyet Miró, posaron juntos en la inauguración del pabellón el 12 de julio de 1937.
1.000 CARTAS Y ALGÚN DIBUJO
Picasso encontró en Francia su segundo hogar, aunque para Miró fue más bien un lugar de paso. Hasta 1936 su vida transcurrió entre España y París. Ese año se instalaría allí con su mujer Pilar y su hija María Dolores. "Picasso les recibió en el exilio", añade Punyet Miró. En esa etapa, que se prolongaría hasta 1940, sus encuentros fueron más frecuentes. "Le dedicaba libros y le hacía dibujos a mi madre", cuenta el nieto del artista.
La vuelta de Miró a España no terminó con la amistad que continuó por carta hasta 1973, año del fallecimiento de Picasso. En ese tiempo se escribieron más de 1.000 cartas y Miró visitó a Picasso en Francia en múltiples ocasiones. Además, en 1947 Miró le regaló un grabado a Picasso, que el nieto del malagueño, Bernard Ruiz-Picasso, le devolvió recientemente.
AMIGOS Y ADMIRADORES
Además de una buena relación, les unía una admiración mutua. El editor Pedro Serra cuenta que, con motivo de la exposición en la Lonja de Palma en 1978, Miró tuvo que relevar cuáles habían sido los tres pintores más importantes del siglo XX. "Primero Picasso, segundo Picasso, tercero Picasso" fue lo que respondió. Su último homenaje a este amigo y mentor, al que se sentía muy agradecido por toda su ayuda, fue el logotipo del centenario del nacimiento de Picasso en 1980.
Picasso, por su parte, siempre estuvo pendiente de descubrir las últimas imágenes de la obra de Miró y le le solía decir que sus trabajos tenían cosas en común porque habitaban el mismo mundo.