La economía no entiende de sentimientos
En un escenario donde la recesión es una posible amenaza, conviene más atender a diagnósticos que a sentimientos.
Como cabía de esperar, el BBVA Research no ha tardado en hacerse eco de todas las noticias relativas al escenario económico que atraviesa España, así como el que le espera en los próximos meses. Al hilo con lo sucedido, ante el mayor deterioro que experimenta la economía española en un escenario donde los principales organismos ya revisan a la baja las previsiones futuras del PIB en el país, el servicio de estudios dirigido por Jorge Sicilia y responsabilizado por Rafael Domenech han acometido sus consecuentes rebajas.
Unas rebajas que sitúan las previsiones de crecimiento en el mismo nivel que las situaba recientemente el think tank FUNCAS, en el que pronosticaba un mayor deterioro del crecimiento de la economía española, lo que le llevaría a crecer a un ritmo más moderado de lo que, a priori, se esperaba. Un ritmo de crecimiento cercano al 1’9% y que rompe con esa barrera del 2% a la que muchos, incluyendo al PSOE, se le resiste. Como digo, unas revisiones que no sorprenden a nadie; al menos en un escenario donde estamos siendo testigos de la clara desaceleración que vive la economía mundial.
Una desaceleración que, desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), califican como sincronizada, pues el 90% de los territorios que integran el planeta ya sufren los efectos de esta desaceleración en sus economías. Sin embargo, mientras algunos acusábamos al Gobierno en funciones de no caer en errores de autocomplacencia con la situación económica, otros alardeaban de un crecimiento más robusto que el de otros países homólogos de la Unión Europea. Alardes que prontamente se vieron lastrados ante los datos presentados por la OCDE en sus indicadores sintéticos, donde mostraba una mayor fatiga de la economía española.
De acuerdo con el indicador compuesto CLI, presentado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la economía española sufre uno de los mayores lastres en contraste con la Unión Europea. De acuerdo con el indicador, confeccionado para medir, con el agregado de diversas variables, el diagnóstico real de la economía española, el comportamiento para la misma será peor de lo esperado. De acuerdo con el indicador, nuestra economía crecerá muy por debajo de sus capacidades, pues de acuerdo con los niveles presentados, nos sitúan en mínimos de 2013.
Y es que, mientras algunos tachan de catastrofismo la opinión de algunos economistas, negar la realidad puede situarnos en peor situación de lo que ya estamos. Estamos viendo a unos partidos políticos que, en plena campaña, prometen sustanciosos incrementos en materia de gasto público, los cuales, por muy justificados que se encuentren, no atienden a razonamientos económicos por ningún frente. Y con razonamiento económico no hablo de que pueda o no ser beneficioso para el estado de bienestar, sino que con unos niveles de deuda cercanos al 100%, endeudarnos no es una opción viable.
Siempre he tratado de respetar a aquellas personas que no han creído en las políticas de liberalización para agilizar la actividad económica y utilizar la para crecer; sin embargo, hay otra serie de economistas que tratan de imponer la aplicación de políticas expansivas como si ello fuese la panacea. Políticas expansivas cargadas de aumentos en el gasto público que solo están derivando en un incremento masivo de la deuda y el déficit. Sin embargo, seguimos sin tocar aspectos fundamentales de la economía española como el sistema de las pensiones, o los elevados índices de desempleo en el país; unos grandes y robustos lastres para el crecimiento económico.
Las pensiones en el país siguen siendo un problema de gran envergadura. Podemos seguir endeudándonos para hacerles frente, pero el problema recae en que si la situación se posterga en el largo plazo, conforme está evolucionando la pirámide poblacional, así como el volumen de pensionistas y su peso en el PIB, pagar las pensiones en el futuro requerirá de reformas integrales que, por supuesto, desafiarán determinados puntos pactados durante el Pacto de Toledo. Sin embargo, el gran calado y la fuerza electoral que representan los pensionistas en un escenario de campaña electoral, hace que tocar las pensiones sea un riesgo que ningún partido desea asumir.
De igual forma ocurre con la dificultad de los jóvenes para emanciparse, así como sus elevados niveles de desempleo. Podemos seguir creyendo que subiendo el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) subirá el poder adquisitivo de esos jóvenes, permitiéndoles una mayor calidad de vida. Sin embargo, si observamos la revalorización que han experimentado los salarios, esta ha sido del 2,5%; incremento que contrastado con el incremento de los costes laborales para las empresas, el cual se sitúa en el 2,4%, nos muestra una clara visión de quién es el encargado de afrontar este incremento.
Hasta aquí todo puede parecer coherente. Sin embargo, nos estamos dejando puntos muy relevantes por el camino como lo son la productividad y la competitividad en el país. En el largo plazo, si las empresas no consiguen incrementar su productividad y, con ello, poder generar más; tarde o temprano se verán abocados a tener que despedir gente, por la sencilla razón de que no podrán costear el mayor valor de los salarios en un entorno donde los beneficios empresariales no crecen de forma simétrica. Esto provoca que lo que a priori parece una medida exitosa; en el largo plazo, ante un crecimiento asimétrico, acabe provocando una mayor destrucción de empleo en el país.
Estamos ante una situación donde, ante la desaceleración que vive el país, tomar decisiones completamente arbitrarias y sin rigor es una opción descartada. Como dijo el propio FMI, la actuación política será fundamental en el nuevo escenario económico, por lo que los gobiernos deben atender a diagnósticos contrastados y fundamentados, en lugar de atender a sentimientos partidistas. La economía no es algo que funcione de forma filosófica, pues como decía el exministro Álvaro Nadal, en economía lo que no son cuentas son cuentos. Por ello, debemos, como digo, atender a razones de diagnóstico, postergando todas esas ideologías utópicas para un escenario en el que la economía no muestre el grado de vulnerabilidad que, por ahora, se percibe.