La doble brecha de las mujeres en el entorno rural
Las mujeres se enfrentan a las desigualdades de género y a la brecha urbano-rural.
Los datos son claros. En los últimos 10 años, tres de cada cuatro municipios en España han perdido población. Una realidad que a su vez está atravesada por la variable del género: dos de cada tres personas que emigran de pequeños municipios a grandes ciudades son mujeres. Muchas de ellas, mujeres jóvenes, se esfuerzan, se forman, emprenden camino… y se marchan.
El resultado: una población rural que mengua y se masculiniza. También que envejece a pasos agigantados, lo que genera situaciones de dependencia que conviven mal con los déficits en prestación de servicios, infraestructuras de salud, transporte o protección social.
Tenemos el diagnóstico, pero faltan respuestas a un fenómeno, el de la despoblación, que nos persigue desde hace décadas. El diseño de políticas públicas, la colaboración público-privada y las decisiones de inversión deben emprenderse con determinación, inteligencia y mirada de largo alcance, pero actuando sobre el territorio. Porque la igualdad de derechos debe garantizarse sin atender al código postal de las personas. Como sociedad, no podemos permitirnos dejar a nadie atrás.
En este sentido, las mujeres enfrentan un doble desafío en el medio rural: las desigualdades de género y la brecha urbano-rural. Por eso la igualdad es uno de los cuatro ejes básicos del Plan de Recuperación y una de las palancas en las que se apoya la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico. Es el momento de aplicar la perspectiva de género a la acción transversal necesaria para abordar la lucha contra la despoblación con el fin de garantizar un escenario de formación, emprendimiento y empleo sin brechas de género.
Los datos son retadores, sí, pero hay vida más allá de los números. Esta es una de las lecciones y de las mejores noticias que nos aporta la escucha y el contacto directo con las personas que habitan el medio rural. Los riesgos demográficos deben abordarse desde la primera línea de acción política como un reto compartido que revierte también en beneficios compartidos.
Lo cierto es que fortalecer los equilibrios entre lo rural y lo urbano es una cuestión de justicia ecológica y social, pero también es una ventana de oportunidades. Hay muchas personas y comunidades emprendedoras, comprometidas con su tiempo y con el cuidado del medio en el que viven.
La masculinización de las zonas rurales tampoco impide que el ímpetu emprendedor parta, en muchas ocasiones, de las mujeres que luchan por no despegarse del territorio. Son mujeres activas en el desarrollo de sus proyectos profesionales y vitales, en la construcción de tejido social, en el cuidado de sus familias, de sus pueblos, de su entorno.
Nuestro objetivo es que todas esas personas que viven en el medio rural, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, puedan seguir esforzándose y formándose con el horizonte de un futuro sin discriminaciones de género ni agravios demográficos. Nuestro compromiso pasa por fijar población, retener y atraer talento, procurar la igualdad de oportunidades y garantizar la adecuada prestación de servicios en todo el territorio. Avanzar en cohesión social y territorial es fundamental y los pasos van en esa dirección. Porque al andar, se hace camino.