La cumbre de la OTAN, una cita clave que depende del temperamento de Trump
Los líderes buscan defender la credibilidad de la Alianza, pero el presidente de EEUU llega cargado de exigencias -más presupuesto- y pensando en su cita con Putin.
Si has abierto esta noticia, es que el tema te interesa. Al menos algo. Si no es así, si la has abierto por casualidad, antes de dejar de leerla porque crees que una cumbre de la OTAN no da para mucho, que es una pereza y que no es más que palabrería, te instamos a que mires detenidamente este gif:
Sí, estás viendo bien. Es el presidente de EEUU, Donald Trump, empujando al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para situarse en la primera fila de un encuentro de líderes de la OTAN en mayo del año pasado. Y no, no es un montaje: sucedió de verdad. Más allá de lo, llamémosle, gracioso, de semejante momento, dice mucho del tipo de política que impone el presidente de EEUU: impulsiva y basada en su archiconocido lema de "América Primero".
Así que la gran duda que se plantea ante la cumbre de la OTAN que comienza este miércoles es evidente... ¿Entrará Trump empujando otra vez?
De momento lo que ha hecho es tirar de algo más romántico: las cartas. Mediante este canal ha ido recordando a los distintos líderes de los países aliados que quiere dinero, mucho más dinero en defensa. Así, ha vuelto a hacer hincapié en que se acabó esa etapa en la que Estados Unidos asumía la mayor parte de los gastos de defensa internacionales. En España, el nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, también ha recibido una misiva de parte del líder estadounidense en la que le recuerda que su predecesor, Mariano Rajoy, se comprometió a pagar más.
Esta demanda económica no es lo único que temen de Trump los socios de la OTAN. El presidente de EEUU, que llega a la cumbre en medio de una guerra comercial, también viene de abandonar a principios del mes de junio la cumbre del G-7 en Canadá, vetando las conclusiones pactadas por los líderes de las principales potencias democráticas del mundo. Es más, llega a esta cita después de haber insultando públicamente al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, a quien ha llamado "deshonesto y débil".
Días más tarde de semejante espectáculo, se ponía una medalla tras estrechar la mano del líder norcoreano Kim Jong-Un. Ahora todos temen que pase algo parecido: que desprecie su cita con la OTAN en Bruselas, para después sacar pecho al verse con el presidente ruso, Vladimir Putin, enemigo declarado de la Alianza, en Helsinki el 16 de julio.
Juntos, pero no revueltos
A Trump, como a Putin, la OTAN no le gusta. Conscientes de ello, el objetivo de los miembros de la organización transatlántica, nacida hace casi 70 años para contrarrestar la influencia de la URSS, es defender su unidad. El presidente no parece dispuesto a ello y, aunque mantiene un tira y afloja con la Alianza, en la cabeza de todos los líderes aún resuenan aquellas declaraciones en las que el presidente de EEUU sentenció que estaba "obsoleta". Por aquel entonces Trump estaba en plena campaña presidencial y llegó a amenazar con retirar la protección de las tropas de su país si los aliados no invertían más en defensa. Con Trump ya de presidente el tono de sus amenazas se redujo, si bien es cierto que en la cumbre del año pasado evitó comprometerse con la cláusula de defensa mutua sobre la que se funda la OTAN.
Los últimos días ha vuelto al juego que le gusta, el de ir de líder duro: "Voy a decirle a la OTAN: tenéis que empezar a pagar vuestras facturas. Los europeos nos matan en el comercio, nos matan con otras cosas y encima nos matan con la OTAN", ha sentenciado.
Esa misma idea es la que plasmó en las cartas enviadas a los líderes de la Alianza y, en su canal favorito, Twitter, se ha despachado bien a gusto: "EEUU asume el 90% de la factura de la OTAN, pese a que los europeos son los que más se benefician de este paraguas de protección. EEUU gasta mucho más en la OTAN que cualquier otro país. Eso no es justo ni es aceptable". Es el mismo mensaje que, el pasado abril, transmitió en Bruselas de forma igualmente contundente el actual secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, en su primera visita a la Alianza.
Los miembros de la OTAN se comprometieron en la Cumbre de Cardiff de 2014 a destinar al menos el 2% de su PIB a defensa de cara a 2024, un objetivo que según fuentes diplomáticas citadas por la Agencia Efe sólo conseguirán 15, en el caso de que cumplan con los planes nacionales que presentaron. Sin embargo, las mismas fuentes han recordado que este compromiso no es vinculante, sino que se trata de unas directrices políticas.
La Administración Trump no comparte esta interpretación, de ahí que se espere que este miércoles el presidente llegue a la cumbre exigiendo a sus colegas el cumplimiento sin matices de este objetivo. El presidente norteamericano juega con la baza de que el gasto militar de EEUU representa más de dos tercios del total de la OTAN -por eso dice que no puede ser la "hucha del mundo"-. Y ya hay precedentes del daño que puede hacer a una institución la retirada de fondos de EEUU. Si no, que le pregunten a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa).
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No todo es el dinero
Los socios de la Alianza, por regla general, no están muy dispuestos a elevar el presupuesto como les pide el jefe del ejército más poderoso del planeta. No estamos en un periodo de vacas gordas para nadie, invertir en Defensa sigue siendo impopular en muchas sociedades occidentales y, además, no quieren que nadie les dicte el camino, cuando la OTAN puede mejorar con otras aportaciones que no son necesariamente económicas.
El objetivo de los críticos con la ampliación del presupuesto es tratar de convencer a los estadounidenses justo de eso, de que hay que tener en cuenta, billetes aparte, las implicaciones de cada país, su disponibilidad de capacidades militares -despliegue, bases, personal y medios- y la voluntad de utilizarlas en favor de la paz y seguridad internacionales, en las misiones en el extranjero.
En 2017, sólo cuatro de los 29 miembros llegaban a esa cifra mágica del 2% del PIB, aunque en este 2018 se cree que podrían ser ya el doble las potencias las que alcancen el compromiso: EEUU, Reino Unido, Polonia, Rumanía, Grecia, Estonia, Letonia y Lituania. Y no es que a esos países les salga el dinero por las orejas, es que son aliados estrechos de Washington y siempre van a bailar a su son (léase los británicos) o son estados que forzosamente tienen que estar blindados ante lo que hagan sus vecinos más peligrosos, Rusia y Turquía en este caso.
Por el momento, titanes de la defensa europea como Alemania y Francia se han comprometido a llegar, respectivamente, al 1,5% en 2024 y al 2%, pero en 2025. Nada más.
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¿Y España, cómo lo ve?
España está con los que ni por asomo llegarán al 2% ni tienen intención de dar más, y menos con el cambio de inquilino en La Moncloa. Este año, nuestro país es el segundo país de la OTAN con un menor gasto militar, con un 0,93 % de su PIB. La cifra es similar a la de Bélgica y solo la de Luxemburgo es inferior, según las previsiones de inversión en Defensa que ha publicado este martes la Alianza. No obstante el informe, este informe sostiene que nuestro país ha aumentado de un año para otro su gasto militar, ya que en 2017 se llegó al 0,90 %.
La anterior ministra de Defensa, la popular María Dolores de Cospedal, se comprometió por carta a elevar al 1,53 % el gasto español en Defensa para 2024, el año de referencia que pide EEUU, lo que supondría otros18.500 millones de euros. Sin embargo, esa promesa no se encuentra en ninguna ley ni decreto vinculante, no está en la estrategia de seguridad nacional, y por tanto los socialistas ahora en el poder no la toman como necesariamente vinculante.
El pasado 3 de julio, ante el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se visita en Madrid, el presidente Sánchez ya evitó comprometerse con lo que pide Trump. El comunicado remitido por el Gobierno tras la entrevista destaca que España ha desplegado 1.161 efectivos en misiones de la OTAN, 616 con la ONU y 757 con la Unión Europea y que, además, forma parte de la coalición contra el Estado Islámico (EI), en la que 581 españoles colaboran en la formación del ejército iraquí.
De hecho, fuentes gubernamentales citadas por Europa Press han subrayado que la Alianza concede mucha importancia a esta misión de entrenamiento, así como al despliegue de misiles Patriot en la frontera con Turquía. Eso es lo que tratarán de vender tanto Sánchez como su nueva titular de Defensa, Margarita Robles, en la cumbre de Bruselas.
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Las consecuencias
"Si Estados Unidos hace de esto un casus belli, pueden pasar muchas cosas", advierte a la agencia AFP una fuente diplomática de un país de la OTAN, para quien lo que diga Trump "será decisivo para el futuro de la Alianza". Los posibles anuncios del inquilino de la Casa Blanca, que preocupan a los aliados, pasan desde una eventual retirada de sus tropas de los países que no cumplen con el objetivo -como Alemania, donde tiene desplegados a cerca de 35.000 soldados-, o su negativa a realizar maniobras militares con esos países, según esta fuente.
Por otro lado, para Tomas Valasek, director del centro de reflexión Carnegie Europe, en el pasado, ya existieron "desacuerdos", como durante la guerra de Irak, "pero nunca hubo ninguna sugerencia en el aire de que Estados Unidos diera la espalda a los aliados europeos". Esto socavaría uno de los principios de la Alianza, consagrado en el Artículo 5 del Tratado de Washington de 1949: la defensa colectiva entre aliados. En casi siete décadas de historia, Washington sólo la activó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Y de fondo, una cuestión clave: la actitud de Trump podría ensombrecer las decisiones que deben adoptar los líderes, como la creación de dos nuevos centros de mando en la localidad alemana de Ulm y la estadounidense de Norfolk, la reforma integral de la estructura de mando y control de la Alianza para "adaptarla a los desafíos del siglo XXI", las amenazas híbridas, la ciberseguridad, las noticias falsas o la lucha contra el terrorismo, en cooperación con países esenciales como Jordania y Túnez.
Los 29 líderes deben respaldar además su plan "30-30-30-30", en virtud del cual para 2020 la OTAN debe poder desplegar en 30 días, 30 batallones, 30 escuadrones aéreos y 30 buques de guerra en apoyo a sus fuerzas de respuesta rápida.
Estas decisiones se enmarcan en el plan de la Alianza para reforzarse ante una vecina Rusia más amenazante, desde que en marzo de 2014 anexionara la península ucraniana de Crimea. El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, se reunirá el jueves con los líderes de la OTAN.
Consciente de lo que está en juego, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha instado este martes al presidente de Estados Unidos, Donald Trump a "apreciar" a sus aliados, porque "al fin y al cabo no tiene tantos". "Su país no tendrá un mejor aliado que la Unión Europea", le ha dicho vía Twitter, además de recordarle que ésta gasta "más que Rusia" en Defensa. "Querida América, aprecia a tus aliados, al fin y al cabo no tienes tantos".
Y mientras Putin espera su cita con Trump... disfrutando, seguro, de las divisiones que nacen entre estos históricos aliados; al fin y al cabo él se nutre de las divisiones entre Estados Unidos y Europa y dentro de Europa, como defiende Thomas Carothers, vicepresidente del think tank Carnegie.