La cara y la cruz de las luces de Vigo: reservas disparadas y vecinos hartos
La Navidad en la ciudad gallega no tiene contentos a todos.
Un enorme muñeco de nieve iluminado, un castillo encantado que ocupa todo lo ancho de una avenida, una mastodóntica noria de luces de colores… No hablamos de un parque de atracciones ni de un universo paralelo al estilo Narnia, hablamos de Vigo. Abel Caballero ha convertido la ciudad gallega en un auténtico reino de la Navidad donde lo último que falta es ver a Mariah Carey en un trineo tirado por renos.
Las cifras del despliegue hablan por sí solas: once millones de luces y un coste de 2,4 millones de euros que para algunos ciudadanos es obsceno, pero que otros justifican como una inversión que sale rentable a la ciudad. De hecho, algunos anunciantes han elegido Vigo para promocionarse: en 2019 fue Disney con Frozen y este año es el turno de Netflix y The Witcher.
Las reservas disparadas y los comerciantes contentos
“Cuando llegué en junio de 2020 tenía conocimiento de los datos y de lo que suponía, pero no era consciente del todo de la dimensión que tenía la Navidad en Vigo”, confiesa Iván Sánchez, director del Hotel NH Collection de Vigo. Sánchez cuenta en una llamada telefónica con El HuffPost que en la ciudad gallega se ha establecido “una nueva temporada alta” en torno al alumbrado solo comparable a la de verano.
“Calculamos tener entre un 85 y un 90% de ocupación durante todo diciembre y principios de enero. Esto son datos normales de agosto, no para un mes de diciembre. La dimensión que tiene esto no lo había visto en ningún sitio”, insiste.
Sánchez explica que para el sector hotelero el gran “bombazo” llegó en 2019, cuando tuvieron “niveles de ocupación muy altos desde el encendido hasta Reyes”. Aquel año, la cabalgata desfiló por la Avenida en la que se sitúa el hotel, y en uno de sus balcones estaban Iker Casillas y Sara Carbonero que había viajado desde Oporto con sus hijos para disfrutar de la noche de Reyes en Vigo. Este año el recorrido es diferente, si no el hotel habría puesto en marcha “una política de alquiler de balcones como puede suceder en Semana Santa en Andalucía”.
El director revela que más de la mitad del hotel se reservó para este puente de diciembre con más antelación que las vacaciones de verano y que cada “anuncio del alcalde” o cada mensaje en los medios de comunicación “era echar más leña al fuego y empujar las reservas”. “Lo que más triunfan son los fines de semana, pero también hay personas que solo duermen una noche. Hacen el check in pronto para pasear y ver las luces encendidas”, revela Sánchez. Sobre la procedencia de los visitantes, hay de todo, tanto personas de toda España como turistas que llegan de otras zonas de Galicia y de Portugal.
Íñigo Andonegui, propietario de la tienda de decoración y juguetes Pipa&Mima, también ha identificado varios tipos de turistas que llegan al centro de la ciudad a pasear entre las luces y a subirse a la noria gigante. “Primero venía gente de otros pueblos, de la comarca, y luego empezamos a notar que venía gente de toda Galicia y del norte de Portugal. En 2019 fue un gran salto, una salvajada, y venía gente de todas partes a propósito de la Navidad. Eran turistas de la navidad. Fue un bombazo de ventas respecto al año anterior”, recuerda en una entrevista con El HuffPost.
La tienda de Andonegui, situada en pleno centro de la ciudad, nació hace seis años y en este tiempo ha visto cómo ha crecido la inversión en el alumbrado, que es cada vez más pomposo. “Al principio, tener la ciudad iluminada, después de años de crisis, cambiaba el humor de la gente, le hacía ilusión”, recuerda el comerciante, que reconoce que semejante furor “tiene sus pros y sus contras”.
“Como tienda vendemos más gracias a la Navidad, pero sí es cierto que hay turistas que solo vienen a pasear. La cantidad enorme de gente que viene no se traduce en una cantidad enorme de ventas. Sí que es verdad que como en nuestra tienda vendemos Navidad, tenemos siempre grupos de gente plantados frente al escaparate para verlo”, matiza Andonegui.
“Hay gente que viene a pasear y no quiere ir cargada. En 2019 recuerdo a una pareja de clientes de Canarias que entraron en la tienda cargados de cajas de camarones y claro, no pueden con más”, bromea el comerciante, que recuerda que ese año tuvo que cerrar la puerta de la tienda con llave para controlar el aforo porque el flujo “era imposible”. “También hay turistas de autobús que vienen a pasear y no quieren gastar mucho porque ya lo han gastado en desplazarse o lo van a gastar en comer”, añade.
Este año, Andonegui cuenta que ya han tenido turistas de fuera de Galicia y que están vendiendo más: “La gente está ansiosa, además de con miedo al desabastecimiento”.
Incómodo para algunos ciudadanos de Vigo
Es innegable que el alumbrado navideño genera millones para la ciudad. De hecho, Vigo multiplicó por 25 la inversión que el Ayuntamiento dedicó a las luces en 2018. Sin embargo, inevitablemente también impacta en la vida de los ciudadanos, especialmente en fines de semana y días señalados.
“El sábado del alumbrado fue muy complicado para los que trabajamos en el centro. La seguridad, las vallas, los cortes de calle, aún encima parte del centro está en obras, es difícil encontrar aparcamiento... Es incómodo”, reconoce Andonegui.
Desde el 20 de noviembre hasta el 12 de enero varias líneas de autobuses están desviadas, algunas calles cortadas al tráfico y la gente camina más apretada. En verano, Caballero anunció que la ciudad tendría una red de altavoces para poner villancicos durante varios meses, algo que las asociaciones de vecinos del centro no conciben ya que lo ven como una amenaza a su descanso.
Por ahora, la amenaza no se ha cumplido y los villancicos no han llegado a toda la ciudad. Varios vecinos de la calle Camelias, donde hay varios altavoces instalados desde hace años, confirman a El HuffPost que todavía no han escuchado Ande, ande, ande la marimorena ni Los peces en el río. Una situación que agradecen, pero no dudan de que cuando se vayan acercando las fechas señaladas, volverán a sonar.
De hecho, en la zona comercial de la ciudad los villancicos están ya a todo volumen a cualquier hora del día. “Es una locura, por suerte mi piso es interior y no los escucho”, cuenta Leticia, de 29 años, que vive y trabaja en el centro de la ciudad.
“Que conste que a mí la Navidad, las luces y esas cosas me chiflan, pero esto es demasiado”, puntualiza la joven. Las calles están tan abarrotadas que tarda alrededor de quince minutos más que hace un mes para llegar al trabajo, especialmente los sábados, cuando zonas como Príncipe, una calle peatonal y llena de tiendas, se llenan de curiosos y turistas. “La atraviesas pidiendo perdón, diciendo continuamente ‘Hola, ¿puedo pasar?’. Tampoco sé dónde ha quedado el covid”, explica Leticia.
La joven también confiesa que mientras atraviesa la calle para ir a trabajar tiene que comerse el enfado de los turistas que están haciendo fotos. “Yo tengo que pasar por delante de ellos y claro, se enfadan, pero yo qué voy a hacer”, insiste. Leticia también denuncia que le “cabrea” que algunos bares céntricos traten mejor a los que vienen a pasar unos días a la ciudad que a los vigueses, y que le resulta “un coñazo” no poder tomar una cerveza en cualquier sitio después de trabajar porque está todo lleno o reservar cenas con mes y medio de antelación, algo que nunca ha sido habitual en la ciudad gallega.
Además de las calles de compras y del Casco Vello, la zona histórica de la ciudad, otro de los puntos calientes de la Navidad viguesa es todo el entorno de la noria gigante. No es la única atracción, ya que también se ha instalado un ‘saltamontes’ y del otro lado está el mercadillo navideño con puestos de comida y artesanía.
“Parece una verbena, todo el día con el reggaeton como si fuera una feria”, señala Leticia con hartazgo. La joven describe el día a día de los vigueses, cambiando sus rutas habituales para evitar las calles abarrotadas, los villancicos y los adornos que congregan a cientos de personas delante.
Es algo de lo que también habla Íñigo Andonegui, que cuenta que tienen clientes fijos en su tienda que son de Vigo y alrededores que adelantan las compras navideñas para evitarse un paseo a las calles más llenas y alumbradas “porque no soportan la Navidad en el centro de la ciudad”.