'La cama', seres humanos soñando juntos
¿Iría a ver una obra que le invita a meterse en la cama para ver la representación con el riesgo de dormirse? ¿Una obra que además se representase en un espacio singular como es la Juan Gallery? Seguro que la respuesta sería afirmativa si supiese que convoca Teatro en el Aire. Una compañía que lleva quince años creando experiencias singulares para sus espectadores. Esta vez, para vivir lo que le ha sucedido, le sucede y le sucederá con mucha probabilidad en una cama.
Obra en la que cabe la risa, el miedo, el amor (y, claro, el sexo, un sexo ruidoso y reído), el consuelo, lo escatológico, la llegada a la vida y la ida de esa misma vida. Y el juego escénico. Contado desde lo cotidiano. Entonces ¿por qué resulta mágico?
Seguramente porque facilita que el espectador reconozca en el acto habitual de acostarse y arroparse todo aquello que, por habitual, ha dejado de ver. De disfrutar. La mano de una madre en mitad de la noche que se acerca a la cama y te acaricia. El cosquilleo de la respiración suave del amado o la amada, convertida, muchos años después, en el ronquido de la costumbre. Las cataplasmas refrescantes y mentoladas en la enfermedad. Los olores a sabanas limpias de lavanda y espliego. El relax de estar tumbado desmadejarse y sentirse vivito y coleando.
La cama como una celebración de la vida, como ya se ha dicho. Una vida llena de palabras susurradas y canciones que cuentan (intra)historias individuales y colectivas. La cama como el lugar donde se vive en oscuridad y donde se producen alumbramientos y deslumbramientos. En la que los cuerpos se rozan igual que se esconden bajo las sábanas como si convertidos en bultos bajo una colcha o una manta ya nada pudiera hacerles daño. Esa fragilidad de lo que nos hace invencibles. Camas infantiles, adolescentes, adultas y ancianas. De lamparita y dentadura postiza metida en un vaso.
Camas en las que el azar, en forma de acomodadora en camisón con cajita de música, irá acomodando a cada uno en su cama al lado de otros desconocidos. Eligiendo quién será el primero o la primera en bajar a la cueva hecha de camitas, sabanitas, edredones y almohadones (de pluma) y quien le seguirá. Que ofrece, a modo de los chamanes de la tribu, una galleta y un sorbo de leche caliente antes de hacer pasar al público a la sala. La misma galleta con leche que muchos y muchas toman antes de irse a la cama, a modo de inductor del sueño de inductor de un viaje nocturno. Igual que la caja de música pone el tono y el ritmo de la música y el ruido que se oirán durante la representación.
Teatro en el Aire han preparado la cama y han hecho de la Juan Gallery un oasis de paz y tranquilidad en ese epicentro lleno de actividad que es el barrio de La Latina. Donde ellas, pues son actrices, nos recuerda que somos pausa, seres que necesitan pararse y descansar.
Ellas consiguen pararnos en ese oasis vespertino, de horario teatral, en el que hacerse presente, tener presencia, a base de un pasado compartido y un futuro por compartir como seres humanos. Seres que duermen juntos, se divierten juntos, se asustan juntos, y se imaginan juntos. El entusiasmo de que la unión hace la fuerza. De que tanto los sueños como las pesadillas, si son compartidos, pueden ser posibles. El entusiasmo con el que una pareja se besa, los amigos se felicitan por haber venido a ver esta obra o con el que se despiden espectadores completamente desconocidos mientras se calzan, se ponen el jersey o el abrigo. Reacciones que hacen pensar que la vida en común con la que sueñan la mayoría de los seres humanos, todavía es posible.