La caída de los nazis, la normalidad y el coronavirus
Escucho a los tertulianos, a los políticos, opinadores, influencers, profesores, expertos, hablar incansablemente de la nueva normalidad, me parece algo así como una invitación desesperada, desengañada y monótona para que terminemos aceptando el descubrimiento de una nueva realidad, la hemos liado (la han liado con nuestra cooperación indispensable y necesaria) y ahora hay que resignarse a que cambiemos todo en nuestras vidas para que no cambie nada en las suyas, siguiendo los más elementales principios del gatopardismo lampedusiano. He leído,
-La normalidad es la muerte.
Ahora vas y me analizas la frase de Theodor Adorno, citada en inglés por los estudiosos de su vida y de su obra,
-Normality is death.
Aunque lo más probable es que aquel buen músico y compositor de origen judío (que terminó deviniendo filósofo durante sus intensos y juveniles años 20 en Viena), no lo formulase en inglés, sino en su alemán natal de Fráncfort del Meno, en el corazón del estado de Hesse,
-Normalität ist der Tod
Y bien pudiera ser que, aquel marxista que criticaba la sociedad capitalista y defendió la libertad hasta sus últimos días y hasta las últimas consecuencias, no estuviera formulando una metáfora filosófica, sino pensando en las rejas de entrada de Auswichtz,
-Arbeit macht frei
(Estos días se cumplen 75 años del final de los campos de exterminio, de la guerra, de la gestapo, las SS y del régimen nazi que embrujó a todo un pueblo y lo condujo a la muerte, a la autodestrucción).
No, el trabajo no libera, no te libera, no hace libres, al menos ese trabajo esclavo de los campos de concentración, esa normalidad impuesta a unos, aceptada con gusto por otros muchos, la que conduce a la muerte, pero no libera, no hay que pensar, sólo consentir un día y otro y otro, transigir con el olor dulzón y nauseabundo a carne calcinada que emana del bosque, aplaudir los discursos, sentir orgullo de la raza, del partido del pueblo, cerrar los ojos, aceptar la normalidad,
-Normalität ist der Tod.
Adorno (el año pasado se cumplieron 50 años de su muerte) huyó de Alemania para escapar del largo brazo armado de la nueva normalidad de los nazis y tras la guerra acabó regresando a su ciudad natal para reconstruir la Escuela de Fráncfort,
-Auschwitz comienza donde quiera que alguien mire un matadero y piense: sólo son animales.
Toda una construcción filosófica para establecer un principio ético y salvador de la humanidad, formulado en su libro La Educación después de Auschwitz,
-La primera de todas las exigencias en la educación es que Auschwitz no se repita.
Me preocupaba esa normalidad en la que vivíamos, me causaba cierto desasosiego, tal vez hasta un poco de miedo, ese cambio profundo y acelerado, la nueva realidad plagada de brechas, que inauguró la crisis de 2008, la de los recortes en el reparto de la riqueza, en los servicios públicos, en la sanidad, la educación, los servicios sociales, la que nos trajo vidas y empleos precarios, crisis permanente, multiplicación de millonarios y estancamiento en la pobreza de millones de personas, da igual el país rico, o pobre, desigualdad, degradación del medio ambiente, aumento de la contaminación, deforestación de los bosques, segregación, profecías de no futuro que una niña lanzaba ante las Naciones Unidas,
-Right here, right now.
Me da miedo la nueva normalidad hacia la que vamos a consecuencia de la pandemia, en un mundo gobernado por los algoritmos, el Gran Hermano que todo lo sabe sobre nosotros, al servicio de la riqueza de las grandes corporaciones, perfecto dominador de eso que el famoso presentador estadounidense, Medved, otro judío de orígenes ucranianos, califica como el verdadero poder de los medios masivos, que consiste en ser capaces de redefinir la normalidad.
-La normalidad es una ilusión. Lo que es normal para la araña es un caos para la mosca
(no es Adorno, un punto de humor, esto lo dijo Morticia Addams).
No es la primera vez que el mundo vive pandemias, como aquella gripe que llamaron española, ni felices años 20, cracs como el del 29, dictaduras populistas y guerras mundiales. Deberíamos haber reflexionado con Adorno,
-Cómo el pueblo alemán en particular llegó a desear su propia dominación en vez de alzarse en una revolución socialista contra sus opresores capitalistas.
(Un radical este Adorno, por más que las jóvenes estudiantes convocadas por el Mayo del 68 invadieran su clase desnudas de cintura para arriba, en un sinnúmero de actos de protesta, ante su postura crítica con la orientación, o desorientación, de las revueltas universitarias, se marchó de clase, se pilló un berrinche, se tomó vacaciones y, al poco, murió).
La respuesta a la pregunta sobre el pueblo alemán, a sus críticas sobre esa necesidad de priorizar la acción por encima de la reflexión, a su preocupación por los orígenes y consecuencias del nazismo (escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie) y su preocupación frente al fascismo de izquierdas, se encontraba en la radicalidad de su pensamiento.
-Quien piensa, ofrece resistencia. Las personas tienen que ser disuadidas de golpear hacia fuera sin reflexionar sobre sí mismas.
Aunque tal vez se equivoca cuando habla de Auschwitz y la poesía. Hemos aprendido que hay cosas que no podemos entender con el sólo uso de la razón, cosas que sólo podemos entrever utilizando ese remedo de la creación que es el arte, la escritura, la pintura, la fotografía, la danza, la representación teatral, el cine, la poesía. La locura humana hay veces que sólo puede ser entendida, tal vez sólo comprendida, puede que tan sólo aceptada, desde el delirio de creadores como Van Gogh,
-La normalidad es un camino pavimentado: El camino es cómodo para caminar pero no crecen flores en él.
Vamos a seguir oyendo hablar mucho de nueva realidad y de nueva normalidad, pero no conviene que nos acostumbremos a aceptar sin más que la realidad y la normalidad, por nuevas que sean, hayan de ser peores que aquellas otras de las que venimos. No, al menos, mientras pensemos y resistamos.