La brecha digital en salud
La brecha digital es esa diferencia que se está produciendo cada vez más entre los que emitimos mensajes y utilizamos redes sociales y medios a través de Internet y el receptor del mensaje, esos padres o pacientes a los que nos dirigimos a través de las nuevas y no tan nuevas tecnologías. Es necesario saltar esa brecha digital para que, al usar Internet y apps, podamos llegar con contenidos de calidad a los smartphones que todo el mundo lleva en el bolsillo.
Desde que empecé con esta manía mía de la divulgación de contenidos y la educación para la salud, dirigidos en un principio a los padres del cupo que tengo asignado en mi pueblo y, posteriormente, más universalizado a través de las redes sociales, siempre pensé que había que mejorar las herramientas de comunicación. Crear formas nuevas de llegar a la población-diana pretendida, igual que hizo Zuckerberg al crear una aplicación que le solucionara sus problemas para ligar.
De este modo, he pretendido encontrar la manera de llegar a los padres e intentar contarles y traducirles esos estudios sesudos y doctos sobre pediatría y salud basados en la evidencia, la ciencia y también en la experiencia. Intentos de campañas de formación e información sobre los temas más variados que rodean a la infancia y que las instituciones abandonan para dedicarse a otras cuestiones más rentables.
Ministerios y administraciones se dedican más a trasplantes, cirugías de éxito, hospitales superdotados y abandonan la atención primaria, como está ocurriendo en nuestros días, sin la más mínima campaña dirigida a los padres para que sepan manejarse en el día a día de sus hijos, para que sepan hacer uso de urgencias o servicios de especialidad, como se denunciaba en el reciente día de la atención primaria. No existen campañas institucionales que tiendan a favorecer la autonomía de padres e hijos, dirigiéndoles siempre a manos del "experto", que ya pensará por ellos. En esta situación, somos los profesionales motivados y entusiastas a titulo personal, cual #sherpas20, los que, movidos por nuestra propia situación de sobrecarga, intentamos buscar herramientas que nos permitan dirigir nuestras propias campañas de ayuda, blogs, espacios web, participación en medios, redes sociales... Un sinfín de herramientas y posibilidades abiertas sin reparar muchas veces en que esos contenidos pueden caer en saco roto o ser pasto del olvido, porque caen al fondo de esa inmensa brecha que se está produciendo.
Hablo de esto porque el viernes asisto a un evento que va sobre la brecha digital y me han fichado como mente pensante, una desconferencia donde profesionales de todos los ámbitos de la salud nos reuniremos para encontrar puentes que unan al emisor del mensaje y al receptor.
La pediatría, a diferencia de otras especialidades sanitarias, se caracteriza por el hecho de que está en contacto con padres que se mueven en un ámbito de entre los 25 y los 40 años de edad. Me refiero a los padres primerizos y embarazadas que son el perfil-diana por ser los más consumidores de contenidos. Esto hace que ese tipo de población ya esté en redes sociales y se maneje perfectamente con aplicaciones y smartphones. Entonces, ¿dónde están? ¿Por qué si creamos una herramienta dedicada para padres no aparecen por allí? ¿Por qué las campañas caen en tierra de nadie? ¿Por qué portales con información de gran calidad crían telarañas virtuales?
Igual que ocurre en los medios generalistas, como la televisión, donde tiene más éxito la telebasura que los programas culturales de La 2, en redes y en espacios virtuales predomina la infobasura y, a veces, mensajes peligrosos para la población como dietas milagro, antivacunas, productos curalotodo fraudulentos que tienen una visibilidad viral, etc., mientras un mensaje de salud con todas las garantías desaparece en el vacío más absoluto.
Antes creía tenerlo claro: los documentales de La 2 son un peñazo, igual que nosotros y nuestros mensajes de salud basados en la evidencia y en la ciencia son un autentico sopor. Pesaba que el problema era el mensaje, debíamos mejorar el formato, crear nuevas aplicaciones y espacios con un lenguaje más visual y cercano. Pero al final, esos mensajes mejor enlatados vuelven a caer al fondo del abismo de la brecha digital. Sobre todo, si los seguimos mandando desde este lado del precipicio sin la fuerza necesaria para llegar al otro lado, que cada vez está más lejos.
Así que la solución no puede ser otra que incluirse donde estén los pacientes, intentar crear contenidos con su lenguaje que vayan extendiéndose, para que los padres primerizos -o no tanto- vayan recibiendo lo que pretendíamos transmitir, la campaña precisa que era objetivo.
Rescato experiencias que me parecen más que interesantes a día de hoy, como la del maestro Vicente Baos participando en Sálvame o en Cuarto Milenio para hablar de ciencia y medicina de familia, o la pediatra Lucía Galán en las mañanas de La 1. O tantos otros que no detallo en este momento.
Debemos ser nosotros los que saltemos la brecha y volvamos al lenguaje de la gente. Somos nosotros los profesionales los que nos estamos alejando de nuestros pacientes. Ellos están en sus casas viendo la tele u oyendo la radio. Y si entran en Internet, consultan Facebook y los grupos de ayuda como El médico de mi hijo. Ahí es donde hay que estar, ahí es donde nuestro mensaje no caerá en terreno baldío. Las herramientas ya estaban, no hay que crear por crear, no hay que modernizarse sin más sentido. Hay que utilizar aplicaciones que ya usan nuestros pacientes. Nos hemos creído durante mucho tiempo con la verdad absoluta y hemos pensado que la ciencia nos imbuía de un poder general para atraer a la población, y no, nuestra, perdón, mi prepotencia me hacía alejarme de los míos. Creer que tienes la razón hace que sigas teniendo la razón, pero sólo para ti, para nadie más. Es más divertido y enriquecedor aprender otros lenguajes de comunicación para llegar a más población que intentar enseñarles a todos el tuyo.