La alternativa al no debe ser un sí
"Lo trágico para el sistema político español es que buena parte de él permanece enquistado e inamovible, lo cual no deja de sorprender atendiendo al hecho de que se da por supuesta la capacidad de control de la fuerza que genera la voluntad democrática cuando ésta se ha transformado ya en un objetivo concreto del imaginario de la ciudadanía".
La cita es de Joan Tardá, diputado de ERC en el Congreso. Corría el año 2014 y el parlamentario independentista desvelaba en la revista El Siglo que en algunos sectores políticos influyentes se había instalado la idea de que para ralentizar el proceso soberanista sólo cabía entonces una posibilidad: permitir la consulta remarcando el carácter consultivo de la misma. Sólo así se saldría del laberinto. Hoy, salvo Podemos, nadie defiende ya semejante salida como solución intermedia al sudoku catalán.
Han pasado tres años y todo sigue igual. El Gobierno ha dado por enterrada la "operación diálogo" de Soraya Sáenz de Santamaría para regresar al "no es no" , "siempre será no" y "nos vemos en los Tribunales" que para eso tenemos la Fiscalía, la Abogacía del Estado y hasta la Delegación del Gobierno preparada para asumir el control de los Mossos si fuera necesario.
Se acabaron los "selfies" de la vicepresidenta con Junqueras por Barcelona porque no eran más que eso, una impostada estrategia de mano tendida a mayor gloria de quien no ha abandonado sus aspiraciones de suceder a Rajoy cuando llegue el momento. Así que el PP vuelve a las andadas consciente de que el asunto catalán les ayuda, a poner distancia de los casos de corrupción que carcomen sus siglas y, además, les permite cohesionar a toda la derecha en torno a la bandera de España. La misma táctica que en otros tiempos ya le proporcionó réditos electorales.
Y los independentistas, en sus propios laberintos: en el de Cataluña no quiere ser España y en el de la pelea por ver qué partido recoge en la próxima convocatoria electoral las nueces caídas tras la agitación del árbol secesionista para hacerse con el papel hegemónico en la configuración del mapa catalán.
Al PSOE no se le espera en este conflicto hasta después de su congreso del 17 y 18 de junio. Rajoy quiere que Sánchez se retrate y diga si está con él o contra él en el tema catalán. Pero el secretario general electo no moverá ficha hasta que el partido no apruebe su nuevo rumbo político en un cónclave donde se hablará también, y mucho, de Cataluña, de la Declaración de Granada y de la reforma federal de la Constitución. Por lo pronto en sus enmiendas a la ponencia marco ya ha sustituido la "nación de naciones" por la "plurinacionalidad" de Estado. Y algunos de los barones que no le apoyaron en las primarias no sólo lo han puesto en valor, sino que están dispuestos a echar una mano y mover ficha junto al secretario general en la búsqueda de una salida para el encaje de Cataluña en España sin cuestionar la soberanía nacional ni modificar el artículo 2 de la Constitución. A estas alturas ya todo el mundo sabe, por mucho ruido que se haga, que lo que está en juego es algo más que una disputa semántica en la que, por cierto, los socialistas -todos- no han dejado de dar bandazos desde que Zapatero prometió aquello de "aceptaré el Estatut que llegue de Cataluña".
Agosto llegará en todo caso caliente y, aunque desde el PP defienden que no quieren una escena de confrontación retransmitida por todas las cadenas internacionales mientras el Estado retira las urnas de una consulta por muy ilegal que ésta sea, tampoco tienen estrategia con la que bajar la inflamación. El president Puigdemont vuelve a mover ficha y ha convocado ya a los partidos favorables al referéndum para cerrar la fecha y la pregunta que la Generalitat trasladará, por las bravas, a la sociedad catalana, y que probablemente se convocará el último domingo de septiembre o el primero de octubre.
Es probable que se imponga la doctrina Margallo de intervenir las urnas antes de que estas sean instaladas en los colegios catalanes. Y si es así, la Generalitat responderá con un anticipo electoral del que ERC puede salir con mayoría absoluta y Junqueras como próximo molt honorable, un escenario que facilitaría, a juicio de La Moncloa una nueva negociación con los independentistas.
La izquierda no cree que ese sea tampoco el mejor escenario porque por mucha confianza ciega que La Moncloa haya puesto en el líder de ERC ante la descomposición de la extinta CiU, éste tampoco podrá bajarse del caballo de la independencia. Su propuesta es salir como sea del "no" y de los "Tribunales" si no para resolver , sí para conllevar, como diría Ortega, un problema que seguirá siéndolo mientras España subsista.
Los socialistas defienden que la alternativa al no debe ser un sí. Esto es un no al referendum, pero un sí a recuperar en forma de leyes orgánicas las partes del Estatut que tumbó el Constitucional, un sí al Corredor del Mediterráneo, un sí a las inversiones, un sí a una nueva financiación... Un sí, sobre todo, a fortalecer el autogobierno, blindarlo en la Constitución y someterlo a votación de todos los españoles en un referéndum. Abrir, en definitiva, la perspectiva de una negociación sobre una agenda concreta que reste argumentos al independentismo.
Y para esto el nuevo secretario general del PSOE, guste más o menos a Rajoy, tiene que retomar cuanto antes la relación con un PP que habrá de elegir entre sumar votos a costa de Cataluña o solucionar el conflicto, aunque sea a costa de una propuesta que lideren los socialistas. Claro que ahora, tendrán que ponerse de acuerdo entre ellos para concertar cuál será ésta toda vez que Granada ha sido superada por los acontecimientos y la vía de los hechos.