El viaje del emérito a Sanxenxo remueve las aguas políticas
Moncloa sigue reclamando explicaciones y siente preocupación por la foto en la regata, consciente de que a Juan Carlos I no lo controla nadie.
A la espera de Juan Carlos I. El rey emérito podría volver a España este fin de semana, tras el archivo de las investigaciones de la Fiscalía, con la vista puesta en participar en las regatas de Sanxenxo. Primavera, barcos, amigos, buena comida, un bullicioso club náutico… Pero este regreso tensa la vida política del país, incomodando tanto a La Moncloa como a la Zarzuela y provocando el aplauso de la derecha.
El emérito ya ha hecho saber en muchas ocasiones, a través de sus amigos, que quería regresar a España, tras esta época en Abu Dhabi y su salida precipitada en mitad de los escándalos por su patrimonio. Y ahora, tras el cierre de la Fiscalía de la investigación, entiende que puede pisar suelo español tranquilamente.
Además, este fin de semana habló con su hijo, el actual rey, por teléfono y quedaron en verse en Madrid con motivo de ese planeado y deseado regreso temporal a España. Aunque la Fiscalía cerrara el caso y no pidiera llevarlo a juicio, se dan muchas circunstancias, como que los hechos siguen existiendo. No acabó en el banquillo por la prescripción de los delitos o por estar amparado constitucionalmente por la inviolabilidad otorgada a los monarcas.
El rey emérito, asimismo, realizó dos regularizaciones fiscales, lo que supone de facto reconocer que defraudó a la Agencia Tributaria. Y se ha demostrado que Juan Carlos I recibió 65 millones de euros por parte de Arabia Saudí, sin que haya dado ningún tipo de explicación. A lo que se suma también el uso de tarjetas black pagadas por un empresario mexicano y el rastro de dinero por el paraíso fiscal de Jersey.
La imagen, por lo tanto, será muy potente si se produce: el emérito en las regatas tras este escándalo. Todo ello en un momento de convulsión económica, con la inflación por las nubes (un 8,3%) y con los ciudadanos sufriendo el impacto económico de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
El Gobierno ha tomado ante esta posible llegada esta postura: no se va a pronunciar sobre una decisión que “atañe exclusivamente a la casa real” pero sigue demandando explicaciones al emérito. Se mantienen vigentes las declaraciones de Pedro Sánchez de que Juan Carlos I debería dirigirse a los ciudadanos después de todo lo que se ha conocido. El propio jefe del Ejecutivo dijo que eran informaciones “perturbadoras”.
Desde el Palacio de La Moncloa se ha trabajado con La Zarzuela durante este tiempo para levantar una muralla en la institución y que no se vea salpicada por los escándalos de Juan Carlos I. De hecho hace pocas semanas se aprobaba un paso histórico con un decreto por el que los presupuestos de la casa real pasarán a ser auditados por el Tribunal de Cuentas.
El Gobierno no puede hacer nada para que no venga el rey emérito, a pesar de que no sea lo deseado. Es un viaje privado de un ciudadano libre, como reconocen fuentes gubernamentales. Pero la incomodidad es evidente. Como resumen un miembro del Gobierno de Pedro Sánchez: “Sobre el rey emérito no manda nadie”. Es decir, saben que no lo pueden controlar. Además en el Ejecutivo recalcan la sensación de que el emérito piensa que no ha hecho nada mal.
Nadie sabe qué puede pasar en Sanxenxo. Un miembro del Ejecutivo también reflexiona sobre que el propio Juan Carlos I, muy dado a las conversaciones informales y chascarrillos, podría, de repente, acercarse a los periodistas durante su estancia. Lo que saben en Moncloa es que esta imagen no favorece precisamente a Felipe VI y que esto tensiona la situación política.
Sus socios de Gobierno también están incómodos con la imagen del fin de semana. La propia vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, pedía abrir el debate sobre la inviolabilidad del monarca en los pasillos del Congreso: “Los gobiernos deben impulsar debates para modernizar la sociedad española más allá del debate constitucional sobre la inviolabilidad y ya hay una discusión jurídica que insiste en que con la redacción actual hay margen para actuar, y ningún temor para debatir sobre la materia constitucional”.
El tono ha subido estas horas con el portavoz de UP en el Congreso, Pablo Echenique, que ha considerado que es “infame” este regreso del emérito porque evidencia que la monarquía puede delinquir “con total impunidad”: “Es un problema gravísimo de nuestra democracia”. También muy tajante se ha mostrado la alcaldesa de Barcelona y referentes de los comunes, Ada Colau, con esta consideración: es “inmoral” y “cuestionable” que pretenda volver Juan Carlos I “con total impunidad y sin dar ninguna explicación”.
Desde el PSOE, además, líderes territoriales han mostrado su preocupación por si influye esta visita en la imagen y labor de Felipe VI, como ha dicho el extremeño Guillermo Fernández Vara. El valenciano Ximo Puig ha subrayado: “No cumplir con los deberes fiscales es una cuestión que afecta directamente al corazón de la democracia, y sentirse orgullosos de esos comportamientos me parece que no es razonable, pero yo respeto todas las opiniones”.
Pero esta tensión que se vive con la posible llegada del rey emérito a España se ha convertido en una defensa cerrada de la derecha y la ultraderecha de Juan Carlos I. Para el nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, está en todo su derecho de regresar al país y ha lanzado la idea de que el resto de fuerzas de izquierdas aprovechan la situación para erosionar la institución.
“Que yo sepa no tiene ninguna causa pendiente, es ciudadano español, mantiene su pasaporte como ciudadano europeo y, por tanto, español, y me parece que ahora volver a erosionar la Jefatura del Estado, aunque sea a través del rey emérito, es algo que los españoles no merecemos y mucho menos que se incentive desde el Gobierno”, ha comentado el líder del PP, con el hecho además de que será Galicia el escenario elegido. Algo que ha alabado precisamente su sucesor, Alfonso Rueda, quien ha llegado a destacar el supuesto efecto para el turismo que esta visita tendría.
El rey emérito remueve las aguas políticas.