Jóvenes mayores
Hace algunos días me dijeron: "Ahora, las jóvenes somos mayores". Me gustó y, desde entonces digo a menudo: "Soy una joven mayor". No siempre me entienden. La función social del chiste se cumple muchas veces. Cada vez hay más jóvenes mayores, menos jóvenes-jóvenes y, aún menos, niños-niñas. Envejece la población y baja la natalidad, un problema social muy serio sobre el que reflexionamos poco, sin ser capaces de dar alternativas potentes.
El envejecimiento activo no deja de ser un concepto definido por la OMS como "un proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen", lo cual es fundamental siempre y más en la última etapa de la vida, pero me parece insuficiente; con los mayores, a lo más que llegamos es a facilitarles su tiempo libre, organizando viajes, excursiones y entretenimientos varios, que sirven mucho para la gran mayoría, pero ¿es que este tipo de propuestas sólo pueden consistir en actividades?
Cuando me contaron la broma, venía de oír a la socióloga e investigadora María Ángeles Durán en el acto de entrega del Premio Nacional de Sociología, la primera mujer que lo ha recibido, primera catedrática de Sociología, profesora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, premiada en repetidas ocasiones y pionera siempre; la primera en investigar la situación social de las mujeres y el trabajo no remunerado y tantas otras cosas fundamentales para la vida de las mujeres, "reivindicando nuevos marcos teóricos y nuevas técnicas de observación y análisis más ajustados a las nuevas demandas intelectuales surgidas de la transformación del papel social de las mujeres". Hoy está vinculada ad honorem al Centro de Ciencias Humanas y Sociales.
Maria Ángeles Durán (76 años), jubilada desde 2012, decía en una reciente entrevista: "Trabajo igual que antes. Me parece un desastre para el país que muchos trabajadores que están en muy buenas condiciones y desean seguir trabajando sean expulsados del sistema sólo por alcanzar una edad. Es una pérdida enorme colectiva. Dentro de poco va tener más población que está jubilada que población activa. No tiene sentido". Y añade, "el mayor factor de cambio social en España son las mujeres y los inmigrantes. Las mujeres, al haber accedido a la educación y después al empleo, requerimos una sociedad nueva y cambios en cada plano. Cuando recibí el otro día el premio señalé que el lenguaje me resultaba incómodo". Sobre esto, Mercedes de Pablos, con la que fui al acto, me recuerda que dijo: "Permitan además de mi alegría por este reconocimiento, mi incomodidad inevitable con el lenguaje. Yo entiendo que los académicos trabajen por la lengua y los respeto, pero he de confesar que me he sentido rara cuando ustedes dicen que soy "uno de los sociólogos premiados", claro, no es cierto, yo soy una, pero si dicen "una de las", tampoco dirán la verdad, porque nunca hasta hoy ha recibido una mujer este premio y comprendan que si ustedes hablan de seres humanos, hablan de mí, sin duda, pero si dicen el hombre pueden hablar de mí o no. ¿Entienden que estemos incomodas?".
Pues sí, lleva razón. No parece que tenga mucho sentido ni cómo estamos afrontando el problema del envejecimiento, ni el de la baja natalidad, ni la despoblación de España. "Vamos hacia un país cada vez más centralista y plano" (Sergio del Molino). "El padrón de 2018, publicado a principios de este año, dibuja dos Españas. Una pujante, que ha visto crecer su población en la mayoría de sus ciudades y pueblos grandes en la última década. Otra, en decadencia, salda estos años con pérdidas de población en muchas de sus mayores localidades". Al mismo tiempo, decrece la natalidad y cada vez nacen menos niños y, además, hay menos mujeres en edad de tenerlos. La solución no es, como ha dicho Pablo Casado, modificar la ley del aborto, para que crezca la natalidad. Que disparate y que patada a las ciencias sociales. Vuelvo a María Ángeles Durán: "No basta con que un Estado quiera tener más hijos, salvo que sea una situación totalitaria y exija a las mujeres tener más. Pero puedes fomentarlo, pero mientras no haya ayudas, las parejas no colaboren mitad y mitad y no haya estímulos de todo tipo, no tenemos suficiente natalidad para mantenernos en el número de habitantes que éramos".
La desigualdad crece de manera abismal y sabemos "que sin igualdad no hay libertad" (Rousseau). La desigualdad produce mucho dolor. Tenemos que ser capaces de conseguir cambiar este mundo injusto y para eso hay que oír también a los "jóvenes mayores" que, como María Ángeles Durán, pueden ayudar a lograrlo.
Este post se publicó originalmente en Diario de Sevilla