Soy joven, estoy sano y me he puesto una vacuna que sobraba, y no me siento culpable

Soy joven, estoy sano y me he puesto una vacuna que sobraba, y no me siento culpable

Algunas personas preferirían tirar estas dosis a la basura antes que aprovecharlas con las personas "equivocadas".

ANDY BUCHANAN VIA GETTY IMAGES

El Sistema Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) comenzó administrando más primeras dosis de vacunas contra el coronavirus que cualquier otro país europeo. Pero, como sucede con todas las grandes operaciones de distribución, siempre hay cierto despilfarro. No es culpa del personal de vacunación, ya que las vacunas que sobran tienen caducidad y cada vez que se abre un vial, debe usarse antes de que acabe el día.

Para los centros de vacunación donde administran cientos de dosis diarias, que un puñado de vacunas se vayan a la basura no es ningún drama. Sin embargo, desde una perspectiva individual, una simple dosis es la diferencia entre mantenerte sano o arriesgarte a padecer una grave enfermedad. Las personas poco vulnerables van las últimas en el proceso de vacunación, pero, como es comprensible, muchas están haciendo fila por si tienen suerte y les llega una de las vacunas que han sobrado ese día. Este fenómeno se ha visto en otros países, como Estados Unidos e Israel.

Como hay varios centros de vacunación cerca de mi casa de Londres, me acerqué a preguntar. Llevé puesta mi mascarilla KN95 y solo pregunté cuando vi que los trabajadores no estaban ocupados. Fui educado y les expliqué que solo era una persona no prioritaria en busca de una dosis que hubiera sobrado, antes de que fuera a la basura. En varios centros me dijeron que no recurrían a esa práctica, pero en otro me recomendaron que probara suerte otro día. Así pues, aprovechando que hacía un tiempo horrible y que mucha gente se había quedado en casa, volví a ese centro otro día. Resulta que mucha gente había decidido no acudir a su cita para vacunarse.

Esa misma tarde, recibí mi primera dosis y suspiré de alivio. Aunque son necesarias dos dosis, sabía que una es suficiente para evitar los cuadros sintomáticos más graves. Pero enseguida empecé a preocuparme por lo que pensaría la gente.

Paradójicamente, mi solución a esa nueva ansiedad fue publicarlo en Facebook. Quería ayudar a otras personas a vacunarse de esta forma para evitar el despilfarro de vacunas, pero también sabía que me sentiría más cómodo desde el punto de vista ético si lo admitía en vez de guardarlo en secreto.

Tal y como esperaba, algunos de mis conocidos no estuvieron de acuerdo con mi decisión. Algunos incluso se enfadaron. Todos coincidían en que era mejor evitar el despilfarro de vacunas, pero decían que habría sido mejor que esa dosis sobrante hubiera sido para una persona vulnerable. Para mí, sus críticas no eran realistas. De hecho, antes de vacunarme así, ni siquiera sabía que existía esta vía, de modo que no podía recomendar a nadie que hiciera fila para ver si le tocaba una vacuna. Ahora que ya sé cómo funciona el proceso, puedo dar información mucho más concreta. De hecho, varios amigos algo más vulnerables que yo me pidieron consejo tras leer mi publicación.

Algunos amigos siguen enfadados conmigo por haberme vacunado antes que los grupos de riesgo. Comprendo su frustración, pero creo que deberíamos evitar el impulso de pensar que ha sido una decisión egoísta, porque ese mismo impulso está provocando retrasos. El propio NHS señala que algunas personas de alto riesgo no han recibido citación médica por error del sistema y les ha pedido a quienes estén en estas circunstancias que llamen o acudan a su centro de salud para hacer constar su caso. Al mismo tiempo, los centros de vacunación están trabajando por debajo de sus posibilidades, a la espera de que les den permiso para pasar a grupos menos prioritarios.

Por poco prioritario que sea yo, me considero más importante que la bolsa de basura a la que habría ido a parar mi dosis si no la hubiera aprovechado

Nuestras decisiones individuales (la mía de buscar una dosis antes de que fuera a la basura, y la de los trabajadores de ofrecérmela) están justificadas, teniendo en cuenta las circunstancias en las que nos encontramos. Para mí, como les pasa a muchos otros, desperdiciar una sola dosis me parece casi un delito. Una clínica que ha sido objeto de fuertes polémicas por inyectar dosis sobrantes a trabajadores universitarios sanos ha declarado con orgullo: “Solo hemos desperdiciado una dosis desde el 14 de diciembre”. Me resulta impactante que critiquen a estos sanitarios por no querer desperdiciar dosis. Algunas personas preferirían tirar estas dosis a la basura antes que aprovecharlas con las personas “equivocadas”.

Como sociedad, tenemos elección. Podemos ceñirnos a un sistema que siga un orden estricto de vacunación y tolere cierto desperdicio de vacunas y retrasos en el proceso, o podemos flexibilizar el sistema para distribuir más dosis en el menor tiempo posible. Cuantos más estemos vacunados, más enfermedades graves evitaremos y antes volveremos a la vida normal.

Seamos francos: ningún sistema debería obligar a los sanitarios a elegir entre tirar las dosis sobrantes o administrárselas a grupos poco prioritarios. De hecho, debería haber una política mucho más agresiva encaminada al derroche cero, con cierto exceso de citaciones por si alguien decide no acudir y listas de espera para contactar con los siguientes pacientes antes de que los viales abiertos se echen a perder. Si hay algo de este artículo con lo que quiero que te quedes, es con esto.

Por poco prioritario que sea yo, me considero más importante que la bolsa de basura a la que habría ido a parar mi dosis si no la hubiera aprovechado. Y espero que tú también tomes la misma decisión si tienes elección.

Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.