Joaquín Almunia: “O nos unimos más o Trump nos come crudos”
Entrevista con el excomisario europeo, que publica 'Ganar el futuro: Cómo Europa y la socialdemocracia pueden salir juntas de sus crisis'.
Es una de las voces españolas que mejor conoce la Unión Europea y que más cualificado está para alertar sobre el "momento peligroso" que vive el mundo. Joaquín Almunia (Bilbao, 1948), exministro de Trabajo y Administraciones Públicas, excomisario europeo de Economía y Competencia, considera que la ola xenófoba que sacude la política a ambos lados del Atlántico es la principal amenaza para la UE y para la izquierda socialdemócrata.
Sobre las propuestas de crear centros de internamiento de refugiados fuera de las fronteras de la UE, Almunia espera que "no sean aprobadas" puesto que "no es la salida que Europa debe dar". En torno a Grecia, hace autocrítica: "fue un error de consecuencias sociales y políticas bastante dramáticas". Y se muestra optimista sobre la recuperación de protagonismo de España en Europa con el nuevo gobierno socialista: "Conociendo a Pepe Borrell, lo van a hacer".
Almunia – que también fue secretario general del PSOE de 1997 a 2000 - mantiene una ferviente actividad intelectual a través de diversas fundaciones europeas. Preside el influyente think tank europeo CEPS y acaba de publicar un libro: Ganar el futuro: Cómo Europa y la socialdemocracia pueden salir juntas de sus crisis. En una de sus visitas frecuentes a Bruselas, Almunia ha conversado con El HuffPost.
¿Echa de menos el poder? Dicen que engancha mucho.
No, para nada. He estado muchos años. Primero en el Gobierno y en el Parlamento español durante 25 años; en el Gobierno casi nueve. Aquí [en la UE] diez años y medio de comisario. He tenido poder y he estado en contacto con el poder, pero no lo echo de menos en absoluto. Estoy encantado de haberlo tenido y de haber podido hacer cosas gracias al poder, pero no, no lo echo de menos.
¿Es casualidad que en su libro que tiene un capítulo sobre el PSOE y Europa no aparezca mencionado el nombre de Pedro Sánchez?
Aparecen pocos nombres. Jean Monnet, Willy Brandt, Jacques Delors, Felipe González... Pero no de la política actual. Acabé de escribir el libro las navidades del año pasado. Han pasado seis meses y han pasado muchas cosas, alguna de ellas muy buena, como lo que ha pasado en España [ríe levemente].
Un consejo para Pedro Sánchez para sus inicios en el complicado mundo de las cumbres europeas de alto nivel.
Pedro Sánchez tiene la ventaja de haber conocido Bruselas avant la lettre porque ha estado en el Parlamento Europeo y en contacto con este mundo. Tiene otra ventaja fantástica: habla idiomas. El sentimiento pro-europeo es muy importante, claro, también la familia ideológica, pero además de todo eso, las relaciones personales, la confianza, es clave.
¿Buenos ingredientes para mejorar la influencia de España en Europa?
Cuando entramos en la UE, desde el primer día fuimos influyentes. Aznar rompió esa posición privilegiada de España con la guerra de Iraq. Nos costó mucho en términos de prestigio, influencia y peso. Zapatero volvió a Europa. Luego la crisis torció las cosas.... Rajoy nunca ha estado en el centro de la integración europea. Creo que el gobierno de Sánchez va a jugar de nuevo igual que lo hizo Felipe González en 1986 o Zapatero en 2004. Confío en que salga bien. Tantas veces me han preguntado: España, ¿dónde está? ¿Qué piensa? ¿Por qué no está más activa? Conociendo a Pepe Borrell, lo van a hacer. Pepe conoce de sobra la UE.
Sánchez ha hecho un gesto audaz al acoger al Aquarius. Ahora viene lo difícil. Se ha planteado la creación de centros de refugiados fuera de las fronteras de la Unión Europea. ¿Qué le parece?
Hay dos puntos clave que deben ponerse en marcha cuanto antes: el refuerzo de las fronteras comunes con un control a escala europea de las fronteras y con una guardia de fronteras europea. Si hemos decidido tener un espacio de libre circulación dentro de la UE, tenemos que tener un control de fronteras europeo. Hace falta también una agencia europea de asilo y refugio porque el sistema actual no funciona. Y luego hace falta una política común de inmigración en la UE.
¿Pero son digeribles para la UE la idea de externalizar los centros de refugiados?
Espero que esas propuestas no sean aprobadas. Sinceramente no creo que esa sea la salida que Europa debe dar a estos problemas que vamos a tener que afrontar durante muchos años.
Hábleme de la tesis de tu libro: no es casualidad que las dos principales víctimas de la gran crisis sean la Unión Europea y la socialdemocracia
En esos términos, claro. Las principales víctimas de la crisis son los jóvenes en paro, los inmigrantes, pero como instituciones, sin duda. Un rasgo común es el impacto de la inmigración y de los populismos haciendo demagogia cada minuto del día. A la UE le está generando problemas porque hay países que rechazan incluso decisiones que ellos mismos han tomado sobre acoger refugiados. Además no nos queda más remedio: los inmigrantes vienen aquí para escapar de la miseria, del hambre y de las guerras, pero nosotros no podríamos hacer lo que estamos haciendo sin ellos porque el envejecimiento de la población y la evolución de la demografía es muy preocupante. Necesitamos esa contribución. Pero es muy difícil explicarlo. Les resulta más fácil a los demagogos xenófobos decir que debemos evitar que nos invadan y ocupen nuestras escuelas y servicios públicos. Frente a eso el nacionalismo y los populismos dificultan la integración europea. A la socialdemocracia esos miedos irracionales y esas tensiones erosionan una buena parte de su electorado tradicional, sobre todo en la gente con menos formación, con más necesidad de las políticas públicas.
Los demagogos construyen un relato que emociona a muchos. ¿Cómo se construye un relato alternativo atractivo? Dice Frans Timmermans [vicepresidente de la Comisión Europea] que no se puede convencer a los electores con presentaciones power point. Los datos demográficos son claros, además de otras razones, pero enfrente los Salvinis apelan a las tripas....
Eso no es nuevo, desgraciadamente. Ya lo vivió Europa el siglo pasado. Nos llevó a guerras y a la supresión de derechos y libertades democráticas. Las emociones están bien. Las experimentamos en la vida personal y en la vida pública. ¿A quién no le emociona haber vivido una transición a la democracia o ver cómo las desigualdades se pueden corregir gracias a la política? Es emocionante también salvar vidas en el Mediterráneo. Pero las emociones tienen que estar acompañadas de argumentos racionales. Si las emociones son irracionales - como las de los demagogos xenófobos, los demagogos nacionalistas, los demagogos proteccionistas - acaban mal. Con tensiones y enfrentamientos, con la ruptura de la concordia civil. Estamos en un momento peligroso. Tenemos que tener miedo al pasado, no miedo al futuro. No volver hacia atrás, a los lugares de los que hemos querido escapar en busca de paz y libertad.
Hablando del siglo XX. Un libro de Timothy Snyder sugiere 20 lecciones para luchar contra la tiranía. Vivimos en una sociedad imbuida de informaciones de última hora constantes que quedan tapadas por las siguientes. Ola tras ola no nos dejan ver el mar, dice Snyder. Tenemos Hungría – que acaba de aprobar una ley que criminaliza a quienes ayudan a inmigrantes -; tenemos Polonia; ahora Italia, que es un país fundador de la UE.
Son signos antidemocráticos y antiliberales en el sentido más noble de la palabra liberal; que son las libertades políticas y las libertades individuales. Para eso está la política. Hay que creer en la política. La política debe filtrar toda esa avalancha de informaciones. Tiene que estructurar los argumentos, ofrecer coherencia y un proyecto para el conjunto de la sociedad. La política está para eso: no para subirse a la grupa de las informaciones a cada rato, sean informaciones veraces o falsas y cabalgar esos tigres. La política está para poner orden en la avalancha de información. Como dice mi amigo Miguel Ángel Aguilar: lo que más hace falta cuando hay inundaciones es agua potable. La política tiene que proporcionar agua potable a los ciudadanos, no trasladar sin más agua que puede venir contaminada por la avalancha de informaciones falsas o por argumentos totalmente rechazables.
Hay una amenaza evidente a la Unión Europea. Trump en Estados Unidos. Sin embargo no observamos una defensa apasionada por parte de líderes y ciudadanos acorde con la gravedad de este tiempo
Estamos acusando el shock colectivamente. Este es un argumento muy sólido y muy poderoso para reforzar el proyecto europeo. Si miramos a Trump, o nos unimos más o éste nos come crudos. Si miramos a Rusia – y una parte de Europa por razones obvias mira más a Rusia – necesitamos que Europa nos proteja y si la OTAN ahora está puesta en cuestión por Trump pues necesitamos todavía más una defensa europea. Ahora estamos en una batalla contra los populismos xenófobos, contra los nacionalismos que tratan de recrear las fronteras y poner barreras entre nosotros, contra quienes creen que el proteccionismo nos va a dar ventajas. La vamos a ganar.
¿Cómo hacemos para que Europa sea algo que los ciudadanos identifiquen como propia y están dispuestos a defenderla de estos ataques?
Creo que los ciudadanos identifican Europa como propia. Primero porque son europeos. Su cultura y sus experiencias son europeas. Hasta Orbán en Hungría es europeo. Creer en la necesidad de poner en común una parte de nuestra soberanía y de nuestra identidad como españoles o como franceses o lituanos, para hacer cosas que ya no las podemos hacer solos, eso es algo que la integración europea tiene que clarificar ante cada uno de nuestros desafíos. El cambio climático no lo van a afrontar solo los de Valladolid. O incluso los de Bilbao, que podemos hacer cantidad de cosas. ¿Cómo gestionar cada uno nuestras fronteras sabiendo que en el Mediterráneo han muerto miles de personas ahogadas y que van a seguir tratando de llegar millones más? Es inimaginable que podamos hacerlo solos, con lo pequeñitos que somos como países. Hasta Alemania es pequeña si consideramos cómo evoluciona el siglo XXI.
Creo que el elemento de más autocrítica de su libro se refiere a la austeridad y Grecia, que ahora termina sus rescates. ¿Tiene remordimiento de conciencia?
No, no lo planteo en términos católicos de remordimiento de conciencia. Fue un error de consecuencias sociales y políticas bastante dramáticas el trato inicial que se le dio a Grecia. Lo cual no quiere decir que no se hayan hecho muchas cosas bien. Casi 300.000 millones de euros [el dinero prestado] no es una cantidad pequeña. Pero se cometieron errores. Se corrigieron al cabo de dos o tres años pero ha quedado una mancha. Los errores fueron fruto de la inexistencia de mecanismos capaces de afrontar una crisis como aquella. Hemos aprendido. Hoy en día – ojalá no – si hubiera una situación similar estamos mucho mejor equipados para hacer las cosas bien.
Dice en su libro: muchos votantes socialdemócratas se han pasado a Marine Le Pen en Francia o se han pasado a Podemos en España; han pasado del europeísmo al euroescepticismo. ¿Cómo recupera la socialdemocracia a esos votantes?
Reforzando el estado del bienestar. Y adaptándolo a una sociedad del siglo XXI. Hay aspectos del estado del bienestar tradicional que tienen menos sentido ahora porque la estructura social ha mejorado considerablemente y no hay que dar el mismo grado de protección que se dio hace cincuenta años a determinados sectores de la sociedad. En cambio hay otras necesidades de corrección de desigualdades que no estaban presentes hace décadas. En España nuestro estado del bienestar redistribuye poco y mal. Somos un país en el que han aumentado más las diferencias sociales que en otros países durante la crisis. Si no damos una respuesta a este debate imprescindible, quienes han creído en un proyecto socialdemócrata se van a preguntar: ¿por qué les voy a seguir votando? Si no encuentran ofertas creíbles que coincidan con sus intereses están más a la intemperie para ser contaminados por esas demagogias populistas y xenófobas como las de Marine Le Pen y Salvini.
El gobierno del PSOE tiene 84 diputados. En quien debe apoyarse más en Ciudadanos o en Podemos.
Con 84 diputados no puedes decir te quiero a ti y no les quiero a los demás. Tienes que hacer una política de navegar cada día en el parlamento y elegir muy bien en qué temas vas a pedir que apoyen al gobierno otros grupos políticos. No tienes por qué tener preferencias. Hay temas en los que la dinámica derecha – izquierda es más clara y otros en los que no. Hay otros en los que es apertura frente a proteccionismo; otros en los que las tensiones territoriales pueden pesar más. Hay muchos ejes y hay que confiar en que quienes dirijan la política de Pedro Sánchez sepan navegar en ese complicado oleaje.