¡Jeremy (Corbyn), quita el asterisco, por favor!
Reconozco que la primera impresión de la noticia fue muy buena: Jeremy Corbyn anunciaba a sus diputados que el Partido Laborista propondría un segundo referéndum sobre el Brexit, tal y como vienen solicitando sus afiliados y votantes, de forma muy mayoritaria desde hace tiempo.
Pero también reconozco que la lectura detenida de la información empezó a nublar bastante el titular, a tenor del importante asterisco que llevaba aparejado.
Porque, en realidad, Corbyn sigue apostando por el Brexit, aunque en una versión suave, que debería incluir la permanencia del país en la unión aduanera europea, su adhesión a las reglas del mercado interior, la equiparación legal de los derechos laborales y la protección medioambiental nacionales con los comunitarios, la permanencia en la agencias y programas de Bruselas y el mantenimiento en todos los acuerdos de seguridad.
¡Ahí es nada! Tanto que, a la vista de tales condicionantes, la pregunta salta inmediatamente: ¿para qué abandonar la UE, cuando tendrías que aceptar y aplicar la legislación más importante de la UE sin participar ni en su elaboración ni en su interpretación?
Corbyn sabe que tales demandas nunca serán aceptadas por los conservadores, de forma que podría pasar al segundo escalón de su propuesta: un referéndum. Y aquí es donde se deshace cualquier equívoco, porque su propuesta, a fecha de hoy, no incluye que en esa consulta se pregunte a los ciudadanos sobre permanecer o no en la UE a la vista -esta vez sí- de todas las implicaciones de la salida, sino sobre el acuerdo que, en su caso, firme el Gobierno con la UE.
Se trata, en realidad, de una pequeña trampa: bloquear más defecciones de diputados, contentar en cierta medida a las bases, poner de nuevo en dificultades a May y sacar a relucir las palabras "segundo referéndum" sin dar el paso definitivo, es decir, afirmar que los laboristas apuestan por la permanencia del Reino Unido en la UE, sin más añadidos.
Claro que en una nueva consulta nada impide que haya tres opciones opciones: irse a secas, quedarse o un acuerdo de salida parecido al que ya rechazaron los comunes en enero. En ese caso, ¿por qué respuesta se decantarían los laboristas, teniendo en cuenta que su propuesta de salida suave no sería previsiblemente sometida a voto, que están contra el Brexit a secas y que tampoco darían su respaldo a un hipotético tratado de salida negociado por May que no recogerían las exigencias del modelo Corbyn? Pues no les quedaría más remedio que pedir el voto para permanecer en la UE.
Lo que nos lleva a una conclusión: todos los afluentes secundarios por los que navega Corbyn terminarán en su día desembocando en el río principal de la ciudadanía, que no es otro que archivar el Brexit. Visto lo cual, ¿para qué perder tiempo y prestigio dando vueltas en vez de ir en línea recta a confluir con tus electores, tus militantes y otros partidos como el Liberal o el Verde en la defensa de un Reino Unido europeo, aunque sea a su manera, que no siga caminando hacia el precipicio?
Bastantes delegados laboristas al convincente Congreso del Partido Socialista Europeo en Madrid lo tenían muy claro. Pero no saben cómo convencer a Jeremy de quitar el asterisco. Tiempo al tiempo, que además será corto.