Ismael, el cantante que alzó la voz
La casa de Ismael Peña Poza alberga un impresionante conjunto de más de un millar de instrumentos de música, 2.000 juguetes, 600 trajes o 500 bordados.
Ha pasado la mañana pendiente de una gotera en el tejado porque vive rodeado de objetos centenarios, piezas históricas que desde hace medio siglo ha ido encontrando aquí y allá. La casa de Ismael Peña Poza, Ismael, el fundador de la inolvidable La Banda del Mirlitón, alberga un impresionante conjunto de más de un millar de instrumentos de música, 2.000 juguetes, 600 trajes o 500 bordados además de centenares de utensilios procedentes del mundo rural. Sin olvidar un singular grupo de botijos pintados por artistas como Dalí, Sempere, Viola o Barjola.
El músico inició esta impresionante labor etnográfica, de la que se han nacido ya dos museos, uno de marionetas en Cádiz y otro de alfarería en Navalcarnero, en los setenta, cuando, tras vivir casi una década en París, canciones como ¿Dónde vas, carpintero? o Alondra le habían hecho popular en España.
Para llegar a Francia en 1960 se valió de la Tuna de Veterinaria de Madrid que le pidió que los acompañara a unos recitales en Niza. Los tunos regresaron pero Ismael se quedó cantando en los cafés de la ciudad hasta que reunió el dinero suficiente para viajar a París. Allí se instaló con el pintor Eduardo Arroyo. Pocas semanas después, conseguía sus primeros contratos para cantar. Sin dejar de estar atento a la lluvia, se zambulle en sus recuerdos:
A finales de la década, sin embargo, comienza a sentir el peso de la nostalgia. Sus padres han envejecido. Las cosas en España habían experimentado una cierta mejoría. Quizás era el momento de volver.
Las excelentes críticas que reciben el disco y sus conciertos anima a la compañía EMI a contratarlo con la idea de publicar varios discos con canciones propias pero mientras algunos creían que la dictadura empezaba a debilitarse, la censura seguía haciendo de las suyas.
Gloria Fuertes había escrito la letra de esa canción. Se habían conocido antes de que él se marchara a Francia y siguieron colaborando juntos. Fueron amigos toda la vida, tanto que, a su muerte, la escritora legó sus objetos personales al músico.
Para su segundo disco con EMI, Ismael quiso trabajar con la obra de Miguel Hernández. El director de la compañía no acababa de ver claro el proyecto pero acabó dando el visto bueno de mala gana por la insistencia del artista.
Por aquella época, Ismael se asomaba cada fin de semana a la pequeña pantalla acompañado de La Banda del Mirlitón para animar a los niños a conocer la tradición musical española. Nada más terminar de grabar el programa, Ismael se echaba a la carretera para localizar bandas e intérpretes a los que llevar a Televisión Española.
En esos viajes nació su afán por conservar vestigios de nuestro pasado. Todo lo ha comprado de su bolsillo, sin ningún tipo de ayuda oficial. Tampoco ha sentido el aprecio de la administración. En la actualidad, negocia con Francia la posibilidad de que acoja un legado que, de alguna manera, devuelve a Ismael a los años de su infancia, en un pequeño pueblo en el que ni siquiera había luz eléctrica. Su madre era la maestra. Allí aprendió por su cuenta, sin recibir ninguna enseñanza, a tocar la guitarra y el laúd.